jueves, septiembre 07, 2006

Extranjeros enmendando la plana



Suelen ser señores anglosajones los que parecen más capaces de verter juicios y opiniones ponderados sobre las eternas disputas españolas. Hoy, Stanley G. Paine deja uno de esos rastros:
Es cierto que el primer franquismo fue muy duro, pero hay que recordar que con la liquidación de las grandes guerras civiles, revolucionarias, contrarrevolucionarias, siempre hay un ajuste de cuentas muy fuerte por parte del vencedor. Pasó en Rusia, en Yugoslavia, e incluso en Finlandia, un país democrático, donde proporcionalmente murieron más personas que en España. Así que, sin duda, hubo una represión implacable pero, probablemente, también habría ocurrido lo mismo con la victoria de la República.
Releamos la frase: en la tónica habitual española las reacciones esperables son dos. Una, cierto alivio en los señores y señoras que asumen una cierta tradición familiar "de derechas" y que, por supuesto, dada su edad, no hicieron la guerra y casi no supieron lo que era el franquismo, que es como decir "tenemos más razón que esos señoras y señores de izquierdas". En el camino, se dejarían una frase del texto: "hubo una represión implacable". Por otro, los señores y señoras que asumen cierta tradición familiar "de izquierdas" querrán ver una justificación del franquismo y el fascismo y qué sé yo. Y se olvidarán de que quien reprime, siempre es el vencedor o el ocupante.

Hace algunas semanas le decía a Luis Herrero (bueno, yo a él, que él no me lee a mí) acerca de sus decepciones con Zapatero en lo que tiene que ver con las reconciliaciones nacionales y estas leches que nos entretienen con una fosa allá y una memoria y otra desmemoria acullá, que erraba el tiro. Las generaciones de ahora no somos culpables de nada ni tenemos que justificar nuestras posiciones ideológicas en encontrar disculpas a los pasados de nuestros abuelos: los seres humanos son decepcionantes y en cuanto pueden tienen la manía de repetir las matanzas y todas las infamias que, precisamente, la historia nos enseña. Así que miremos las cosas con la lupa del historiador: la represión fue terrible, pero no creamos que los humanos son tan puros como para esperar que una victoria de otro bando, no hubiera generado una represión, más grande o más pequeña, que eso es igual. Es indemostrable, claro está. Pero conviene hacerse a la idea de que el hecho de autoproclamarse de una ideología sea una vacuna contra las propias barbaridades de las que uno es capaz, porque de lo que se es capaz... eso no se sabe.

Vaciemos las fosas. ¿Qué hacemos después? Los familiares tienen todo el derecho del mundo a hacer algo con los restos de sus parientes, pero con el argumento de que los caídos por dios y por España han permanecido desde aquéllo pintados en las traseras de las iglesias la pregunta es si vamos escribirlos en otra pared. ¿Construimos un mural de piedra negra inmenso con los nombres de todos los caídos por España, a causa de España, por dios o a causa de los defensores de dios y nos vamos los domingos con un carboncillo y una hoja de papel a grabar el nombre de nuestro abuelo, del tío de nuestro padre... y los colgamos en casa con un marco azul o un marco rojo para descubrir que puede que tengamos de todos los colores? Citoyen advertía del riesgo de que al abrir una fosa aparezca la sotana de un cura y una bandera rojigualda. La cuestión no es dejar de hacerlo, sino para qué lo hacemos.