sábado, septiembre 30, 2006

Esteta, poeta o dios menor


De alta o baja categoría, escojan el más conveniente para este autor en esta fecha de hoy. En realidad, en un primer vistazo les iba a referir esta sencilla y elocuente sentencia de Arcadi Espada ($) que me venía perfectamente a propósito para cerrar mi participación en un debate que he mantenido en casa de D. Ricardo:
Viniendo de la izquierda, la injusticia siempre es hija del exceso; pero si viene de la derecha, es hija del mal.
Quédensela, porque es afinanda para calificar lo que ocurre cada vez que hay un abuso gubernamental, se enjuicia la historia o se repasa el presente inmediato. Como comprenderán, hay algo que no es equitativo.

Pero la lectura completa del artículo me hizo sentir un cierto grado de vergüenza, seguramente por decoro, el nombre verdadero de lo que hacemos cuando nos envolvemos en la honestidad intelectual. Y tropiezo con esto:
Durante los 14 años de prisión ningún filósofo, novelista, poeta, esteta o dios menor creyó oportuno derramar una línea sobre el asunto.
El asunto es el que durante meses, he visto las notas referidas al caso en el blog de Arcadi, que anotaba los días que pasaban con el error, cientos de días, al tiempo que en esta página he referido mi dolor por varios presos cubanos, caricaturistas perseguidos, actores mancillados por proferir palabras obtusas aunque fueran libres y Pizarros indestructibles. Y tenía(mos) en las narices una historia más sencilla, menos rimbombante:
Es decir, la sentencia del ciudadano Abderrazak Mounib: ¿puede durar tanto un error? Un hombre pasa nueve años en la cárcel acusado injustamente de un crimen. Fiscales y jueces piden el indulto. El hombre muere en la cárcel, víctima del corazón y la diabetes, antes de que el Gobierno resuelva. Y el Estado es incapaz de encontrar un mecanismo compensatorio que alivie la situación de su familia. Un mecanismo que registre, al menos, las dudas razonables. Una extensión del Pirmi. Una irregularidad tramitada. Algo, ¡coño!, cualquier gesto que demuestre que el Estado no es una máquina ciega, sorda y muda. Alguna administración. ¿Acaso no hay tantas? Algún principio, adjunto al de subsidiariedad. Detrás de un error judicial se acostumbra a ver a un hombre en su celda, hundido y cabizbajo. Ésa es la imagen del signo lingüístico llamado error judicial. Pero un error judicial es un alud, y en este salón están algunos de los que quedaron atrapados.