martes, enero 30, 2007

Urbanicidio


Los spin doctors de la propaganda, pretendido sector por el progreso y frecuente Calimero en contra de la telebasura que seguramente gozan en la intimidad de sus hogares, han encontrado su nuevo dóberman.

(Proclamada la sentencia con toda pompa y circunstancia uno se pregunta si los chamanes de sesgo contrario, pretendidos paladines de la cruz de Calatrava y la Pepa sin caenas, caerán en las garras de la lógica y se obstinarán en encontrar su peculiar dóberman que oponer o, sumidos en la espesa niebla de la confusión que habita en la ausencia de análisis digno de tal nombre, se dedicaran a decir mamá pupa y eso no vale. Aparecerán videos terribles en you tube, El País pondrá en marcha a toda máquina diez mil casos de concejales chungos, chungos... mientras todo el mundo se olvida de José Luis)

(Dóberman, urbanicidio... deberían saber que el éxito se basa en la brillantez de la imagen no en si es verdad o mentira)





lunes, enero 29, 2007

La paz insustancial



Es propio del ánimo del ser humano y de mi legítima soberbia arrimar el ascua a la sardina esgrimida cuando del entorno proviene un espaldarazo. La heroica medalla de la paz de Franco que pudieron contemplar en esta casa sirvió para un animado debate en el que algún lector pro paz joseluística se sintió herido ante esta horda fascista que represento. Más serenos pudimos acordar que la palabra paz significa más de una cosa, y no buenas necesariamente. Sobre si seguir o no seguir con la paz sin signos evidentes de saber lo que quiere decir el residente en la Ciudad Universitaria, es harina de otro costal.

Hay más lecturas y visiones respetables que sin insultar a nadie parecen compartir sardina. Que no se diga. Quienes (nos) repiten todo el día paz y diálogo, debieran saber que a base de repetir un fonema el pensamiento se estanca y separa el sonido del significado para quedarse con el mantra: la mente queda quieta y es muy relajante, pero hay que ser consciente de que eso se hace para relajarse y no para razonar. Así, Raúl Guerra Garrido (gracias, Pilar Pato, de Foro Liberal), entrevistado en La Razón, tiene memoria suficiente para acordarse (esto es síntoma de hacerse viejo: me pasa a mí, que puedo recordar la amnistía del 77):
A mí me dicen: es que te opones a la paz. Sí, radicalmente. Hace años celebramos los 25 años de paz, lo que no querría era morirme celebrando los 75 .
¿Alguien se sometió ayer a la experiencia del fin del periodismo que es contemplar los telediarios de la televisión? Al menos su función como altavoces de propaganda pervive, José Luis los emplea cada domingo para decirnos que él es muy bien intencionado. Queda muy bien apuntarse a medallas a toro pasado, así que diré que me arrimo a la sardina de Jesús Cacho para no decir que es él el que se arrima a la mía:
Ayer, y en Albacete, el presidente volvió a recitar su habitual letanía pacifista, reafirmando su empeño en “trabajar por el fin de la violencia (...) porque es mi deber, mi principal afán como presidente (...) Voy a seguir trabajando por el fin de la violencia, por ver la paz en España, y lo voy a hacer en paz: no voy a confrontar ni con Aznar ni con Rajoy, porque toda mi energía es para la democracia, para derrotar a la violencia y para que alcancemos la paz; es lo que merece el pueblo español, es lo que merece la democracia”.

La verdad es que escuchando a Zapatero uno no sabe si reírse de la fluidez de su sintaxis en castellano o llorar por la riqueza de las ideas que atesora en el magín. Reírse o llorar y no parar
Como uno piensa que el corte que dan los telediarios está perfectamente estudiado por el Partido, que avisan al héroe de cuando están las teles para que mande el mensajito a la población desvalida, cabe pensar que lo dice en serio y no es producto de las malas artes de la baba amarilla (los que vamos cumpliendo años, podemos recordar a Eduardo Sotillos, portaCoz de Felipe González describiendo así a algunos medios: entonces Losantos no existía; es lindo comprobar que hay cosas que no cambian).

Uséase, que es verdad, que no dice nada, que ha logrado a base de repetir las palabras mágicas vaciarlas de significado, un mantra para buscar la iluminación (que no es otra cosa que el vacío si hacen caso a los budistas): una redactora de CNN plus, antes medio afin, advirtió tras el video que el presidente no aclaró en qué consistía la paz. Una posibilidad es que él tampoco lo sepa.


P.D.: por aquello de los significados, no está mal recordar a los romanos: si vis pacem para bellum. Que hay quien dice que es propia y latinamente belicista, pero que se parece mucho a la doctrina de la disuasión por la que no nos cayó ninguna bomba atómica en cincuenta años. ¿Acertado? ¿no acertado? La paz es algo más que una rama de olivo en la boca, y que me disculpe Picasso.




viernes, enero 26, 2007

Iba a decir... y me encuentro con un muerto y el olvido...


Iba a decirles cosas de Oriente. Por petición popular atrasada. Siendo correctos, hablar de Etiopía no es exactamente hablar de Oriente: es África, por supuesto, y bien África que es. Se lo juro, que yo lo he visto. Pero esas iglesias de Lalibela, ese mundo rural en el que apenas hay plástico pueden, si uno desea verlo así, transportarle a una especie de Jerusalén año cero. Hasta el cordero me supo como nunca antes y después me ha sabido un cordero. Y esto si tiene un aroma a Oriente.

Muerto ha Kapuscinkski, y tenía unas notas del único libro que tenía pendiente y que tengo en el purgatorio de los libros leídos: no subrayo, doblo las esquinas donde algo me sorprende y cuando decido sacar los libros de su purgatorio voy a la esquina y releo la página en busca de lo que sorprendió, por si lo hallo: casi siempre vuelvo a encontrar sorpresa. Tomo el teclado y me llevo las palabras al baul de mis recuerdos.

De El Emperador (Haile Selassie, por supuesto, también conocido como el Negus):
En realidad, un pueblo nunca se rebela porque lleve a sus espaldas un fardo muy pesado, nunca se rebela porque se le explote, pues no conoce la vida sin explotación, no sabe que tal vida existe, y ¿cómo se puede desear algo que no cabe en nuestra imaginación? Un pueblo sólo se rebela cuando alguien de repente intenta cargarle con otro fardo.
La prensa se llena de obituarios del polaco, recoge últimas y ultimísimas entrevistas, el amor por Herodoto, la bonhomía... es imposible no conmoverse con su trabajo, un algo inherente a su personaje. Es decir, te conmueves a su vez por el icono. Sensible, sensato, pausado, brillante. Su favorito de entre sus libros, dicen por ahí, Un día más con vida. Comprénselo, es apasionante, y me encanta saberlo porque también es el mío y me asombra que no sea una película: aunque sólo sea para que el libro, como casi siempre, te guste más.

Kapuscinkski se apuntaba a la creencia común de que en el mundo los ricos cada vez son más ricos y los pobres, más pobres. Me acordé de Norberg. Me acordé de Sala i Martí. Pensé en la dificultad que tenemos todos de reflexionar ante los datos y revisar nuestras convicciones por la realidad, siempre tan aguafiestas. Bah, pero muchas buenas personas creen de buena fe estas cosas y de buena fe quieren intervenir para traer justicia al mundo. Se puede decir de Berlin Smith que sería el mismo ingenuo creyendo de buena fe el razonamiento alternativo y de buena fe queriendo traer justicia al mundo: el capitalismo tiene como problema el que es muy poco estético, su iconografía es el señor Forbes montado en su Harley Davidson apabullando al mundo con lo millonario que es, o un remedo de Rockefeller con sombrero de copa y habano inalcanzable. Es el Sr. Scrooge. La utopía, el paraíso, por definición, son de estética hermosa.

¿No se ve o se olvidan prontamente las lecciones de la realidad? Si el socialismo real mostró y muestra cada día en esa sugerente isla del Caribe que proporciona los puros a los magnates que la supresión de la propiedad privada sólo conlleva disgustos, si hasta cierto progresismo Porto Alegre se fascina con Hernando de Soto y su enfoque al desarrollo por la vía de los títulos de propiedad, parece que la evocación del mundo justo y maravilloso nubla todo lo demás: gente como Madrazo, la mujer del tal Saura, los Montilla et al no me parecen faltos de coeficiente intelectual. Lo que en realidad les sucede es que entran en la categoría de tonto contemporáneo: que los hechos no contaminen nuestos sueños ni nuestras buenas intenciones.

Ser capitalista liberal, en realidad, es valorar efectivamente la justicia y la libertad. ¿Porque construye paraísos? No, porque el resultado es el mejor de los posibles en esos términos tan caros para los insuflados de buenas intenciones: equidad y, repito, justicia y libertad en sus más amplios términos. Pero claro, siempre dejará insatisfecho: el mundo, la vida, son agridulces. El mal olor convive con el buen olor y las rosas tienen espinas. Unas palabras de Norberg que les traduzco del inglés por mor de mi pedantería y por necesidad, no tengo la edición española de En Defensa del Capitalismo Global:
En lo que verdaderamente no creo, en primer lugar y por encima de todo, es en el capitalismo o en la globalización. No es en los sistemas o en los códigos reguladores que llevan a todo lo que tenemos alrededor en forma de prosperidad, innovación, comunidad y cultura. Esas cosas las crea la gente. En lo que verdaderamente creo es en la capacidad del hombre para hacer grandes cosas y en la fuerza combinada que resulta de nuestras interacciones e intercambios. Me declaro en favor de más libertad y de un mundo más abierto, no porque piense que un sistema es más eficiente que otro, sino porque estos aspectos proporcionan un entorno que libera la creatividad individual como ningún otro sistema puede hacer. Espolean el dinamismo que ha conducido a los avances humanos, económicos, científicos y técnicos. Creer en el capitalismo no significa creer en el crecimiento, la economía o la eficiencia. Con todo lo deseables que puedan ser, son sólo los resultados. En su esencia, creer en el capitalismo es creer en la condición humana.
Sólo unas páginas más allá, advierte:
Capitalismo significa que nadie está sometido a la coerción arbitraria de otros.
¿Cuántos fardos más puede soportar la gente a la que le saquean, arrebatan y destruyen sus propiedades impunemente al calor de una legislación que desprotege al propietario y estimula al ladrón a robar? ¿Es el canon al abandono o, en otras palabras, al castigo de aquél que no encuentra incentivo en hacer de su propiedad una fuente de riqueza, sólo un incremento del peso del fardo o un nuevo paquete a las espaldas? Si esto fuera suma cero, fardo que echas a uno, peso que le quitas a otro: por la buena intención de la equidad y la justicia provocamos una nueva inequidad y otra injusticia. Más libertad: se termina con la suma cero.



P.D.: tengo un librito de John Updike que relata un viaje a Etiopía. Aún está pendiente: me lo llevaré a Babia. Yo iba a mezclarlo todo con las mentiras que me cuenta mi memoria e iba a cumplir con Huevos. Pero es que no controlo mi destino.






domingo, enero 21, 2007

Días en que piensas que haces bien en pensar en liberal



La lectura de breves relatos como éste te dejan una sensación estomagante de cómo la intromisión de los gobiernos en la vida de las personas te dejan más convencido de que tienen demasiado poder, de que las cosas crearán nuevos problemas y más justificaciones para que sigan incrementando sueldos, edificios y funcionarios dedicados a administrar cosas que antes no hacía falta administrar porque se hacían solas. Si te descuidas, alguien nos sacará un ejemplo europeo y lo equiparará a la palabra "verdad":
"El borrador del proyecto de Ley de Vivienda considera inmueble desocupado «el que no ha sido utilizado por su dueño durante un año». Se excluyen las segundas residencias, las viviendas abandonadas temporalmente por razones laborales, de salud o para cuidar personas dependientes y quienes aleguen otras causas debidamente justificadas. La Ley obligará a los ayuntamientos a crear un registro con la declaración oficial de piso vacío. El lío va a ser importante porque tendrán esta declaración todos los pisos donde no figure persona alguna empadronada. Se considerarán también sospechosos los consumos «anormalmente bajos» de luz, agua y gas; que el propietario reciba correo en otro domicilio; que se comunique por Internet o por teléfono desde otros lugares; o que declare una dirección diferente a la del DNI o a la de otros trámites. Serán también válidos los testimonios del vecindario o de los inspectores oficiales. El Gobierno vasco, que tendrá que montar un cuerpo policial, prevé cobrar un canon diario de 9 euros en el primer año (12 euros en el segundo y 15 en el tercero), independientemente de si el ayuntamiento sube el el IBI. Los expertos consultados califican este proyecto de «incautación»."
Escucharemos palabras de propaganda diciéndonos que ayudan a los jovenes, a facilitar la vivienda digna y tantos grandes principios. Y resulta que el que tiene una casa vacía es tonto y pudiendo ganar dinero con ella no lo hace ¿Por qué será? ¿Una malvada conspiración del capital? Años ha que el que quiere alquilar pide seguridad jurídica. Una competencia del estado cuya incompetencia en prestar resuelve con nuevos mecanismos incompetentes. Se inventarán un cuerpo de inspectores de casas desocupadas que espiarán lo que gastas en agua. Frente a la reinvindicación del estilo de vida, no es de lo más cool pensar en Margaret Thatcher y en su sentido común de ama de casa. A lo mejor si me pongo trenzas sí resulta extravagante y, por tanto, merecedor de atención. En Babia, me convencí de que la idelogía sí importa aunque fuera una nebulosa gris, aunque se corra el riesgo de convertirse en religión (vade retro, satanás). Soy liberal. Es el nombre que mejor encaja en mis sensaciones.

(Al menos, mientras duren; y por simplificar. Que las etiquetas quitan la complejidad y, con ello, parte de la diversión)





viernes, enero 19, 2007

Welcome to Telefacha


En el buzón me he encontrado esto:

¿Se refiere a Libertad Digital TV, a Telemadrid...? Lo interesante de la cuestión es el siempre reiterado debate acerca de los excesos, mala educación, falta de rigor, hipérboles, libelos, ironía fina, grosera y la manipulación pura y dura que asola al género humano allá donde va. La cuestión es si las jaurías son patrimonio de alguien y no una desconcertante característica del homo sapiens. No, no soy tan pesimista para creer que Bahamonde tenía razón y esas cosas de la democracia y uno de sus valores añadidos, la libertad de expresión, no eran para el homo hispanicus.

Tengo en la libreta de notas apuntado que quiero explicarle algo a mi amigo Ricardo sobre las jaurías, los Losantos y hasta las Torres (Marujas). Creo que pronto lo haré, sosiego y unas tazas de Pai Mu Tan mediante.



Incisos desde Babia


Babia no es un lugar recóndito de la provincia de León donde uno se retira en busca del sosiego: la babia del blogger es su propia condición de amateur, una curva de elección entre renta y ocio en la que no cabe la posibilidad de elegir: la renta es lo primero. El laburo consume la espontaneidad, los gramos de creatividad propietarios de este juntaletras que tanto se asombra de que allí, tras los píxeles, hay alguien.

De León salió Luis Gómez para el mundo. Va y viene pero, por fin, Desde el Exilio ha regresado: Luis es un ser tierno de espíritu enorme. Cuando no habla de política, me enseña pintura desde la barra de un tugurio y yo me voy con su corazón de caballero andante.

Si de corazón hablamos, un niño de siete años, tocayo de Berlin Smith, muere en Salta, Argentina: "fuiste un ángel que no tuviste tiempo en la tierra porque el buen Dios te necesita en el cielo, pide a la divina madre, quien te llevo a su lado, sepamos aceptar tu partida; da paz a tus familiares y alivio al corazón de tus papis". Que me quede tiempo para dar sosiego al corazón de mis papis.

La distancia que se tiene desde Babia no deja de asombrarse ante una vida cotidiana que permite comprobar que las ideologías sí cuentan: este aserto propio de rescoldos marxistas o izquierdismo al café con leche de tarde anodina en selecto establecimiento de cualquier ciudad europea, adquiere toda su dimensión cada día en la ciudad de Barcelona. Mientras un señor vuelve a su casa, se encuentra la cerradura cambiada y unos desconocidos ocupantes se otorgan el derecho a vivir en ella, ni policía ni justicia con el título de propiedad en la mano son capaces de devolverle lo que es suyo.

Supuestamente abrumados por lo que se dice es un serio problema (el acceso a la vivienda digna: uno se alegra de que, en el fondo, los occidentales, en su propio éxito, consideren indigno todo lo que no sea casa con calefacción, agua caliente, plaza de garage y piscina), los señores elegidos para resolver estas cosas encuentran remedios de la mejor farmacopea: expropiar al que no alquila, multar (imponer una tasa, dirán) al que tenga la casa vacía o enriquecer el castellano y las otras lenguas cooficiales aportando el término kelifinder al acervo común. ¿Cómo se llamaba esta señora? Desde Babia no se la ve.

La pregunta ideológica que yo hago es si todo esto no es más sencillo si ese Estado benefactor, misericordioso y del bienestar que nos quiere dar vivienda digna dictara unas simples leyes y pusiera su monopolio de la violencia al servicio de quienes cumplen los contratos: si hay quien no te paga el alquiler o si hay quien sin previo aviso ni consentimiento se queda a dormir en tu casa no parece descabellado que mediando aviso pertinente en treinta días deba dejarte incólume y sin remedio, a poder ser sin Guardia Civil y si no hay más remedio con ella, el solar legítimamente obtenido. Se trata de dar apetito de arriendo al arrendador.

Oiga, Berlin, usted llamando a la Guardia Civil. Cuánto ha cambiado España, me digo yo. Fíjense que el valiente Zapatero no se ha atrevido a que deje de ser un cuerpo militar. Me refuerza la idea de que las ideologías sí cuentan, pero que los humanos, en el fondo, no tienen la más remota idea de cuál es la suya, la de su propia conducta.

Me sirvo un té y una tostada en el castillo de Babia. Anoto deudas con Mapuche (caro: no, no era provincianismo, ya me dejará que le explique, es que no le he podido poner atención, la merecida) y recuerdo que tengo que hablarles de Oriente, siempre al Oriente, y que es un pasivo más antiguo aún y...




viernes, enero 12, 2007

Lapsus

"...y pidió «lealtad», «buena fe», «saber estar» y «ser un caballero» para no utilizar políticamente sus palabras. "


Unas letras sueltas en los papeles, unas cortas líneas del diario pesadilla del socialismo realmente existente, el que hay, y que tiene la ambición de ser universal en su cabecera. Debe ser la competencia: unos dicen que son el paisito, otros el mundo entero. Sin duda, ganas de abarcarlo todo. Pero de quien hablamos es de nuestro Caballero de la Triste Figura, de rocín flaco, adarga del progreso y a la vera del compañero Rubalcaba a voces de son molinos.

Unos dicen que son dos, en otro sitio ya cuentan que son tres. ¿Churchill, De Gaulle o Adenauer tenían lapsus en los días malos? Estos son de derechas, puede que el ejemplo no sea completo. ¿Willy Brandt? ¿Miterrand, acaso? Siendo más mundanos, ¿tenía Felipe lapsus? Hasta hoy perdura la duda de quien fue mejor caballero, si Palmerín de Inglaterra o Amadís de Gaula.

Mala es la hora del Príncipe que implora que sus palabras no se empleen políticamante. Mal fario si el Príncipe tiene que explicar que un político habla muchas horas, ergo el que tiene boca se equivoca. Triste destino aguarda al Príncipe que no sabe que no puede equivocarse. Quizá ahora perciba los méritos de Bahamonde, que nunca decía nada y que no se metía en política: miren que le fue bien, treinta y tantos años y sólo un enigma: no hay mal que por bien no venga, al calor del cadaver de Luis Carrero Blanco. Vete a saber si fue un lapsus.

"Saber estar", dice. Impasible el ademán. Yo creo que le falta mucha mili.




miércoles, enero 10, 2007

Populista


Del diccionario mágico:

"Dícese de aquel dictador que aún no ha sido elegido democráticamente por la masa entusiasta o, si lo ha sido, aún no ha acaparado todo el poder y mantiene la rutina de los ciclos electorales"




P.D.: no ando con tiempo para tochos, así que me voy por el clásico "seré breve". No me queda mucho de El Ala Oeste que recorrer, así que puede que volvamos con unos Fantasmas de España de relator inglés, que da para nuevos tormentos.


lunes, enero 08, 2007

La acción bajo los focos (y, al fin, Leo McGarry)



Este tipo es lo mismo que Dick Cheney sin ser Dick Cheney. Si Dick Cheney es el cerebro intelectual de la presidencia Bush hijo (incluyendo las luces), Leo McGarry es el motor, promotor y, también, cerebro político y estratégico de la presidencia de Josiah Bartlet. Como esto es teatro, Bartlet tiene luces propias.

El cuento es como sigue: McGarry y Bartlet son dos viejos y entrañables amigos del ala más liberal, a la americana, del Partido Demócrata. Bartlet es Gobernador de ¿New Hampshire? ¿Massachussets? y McGarry un peso pesado del partido, antiguo ministro y, por supuesto dado el cariz de la serie, un señorito de profundos y honestos valores para la política. "One of us", que diría Sam Seaborn. Cierta mañana McGarry aparece en el despacho del que por entonces simplemente llama Jed y, tras un abrazo intenso pleno de regocijo, clava una servilleta de papel, recién salida de cualquier cafetería, en un caballete que porta un cartel irrelevante e insustancial: una astucia del escritor para poder hacer ver y dar la solemenidad de los hitos a una servilleta arrugada. Primer plano: a mano, está escrito en capital letters "Bartlet for America". El resto es historia, tan historia que el episodio sólo se conoce por un flashback en una de las conmemoraciones de la victoria de Bartlet: de amigo a amigo, el buen Jed regala a Leo un cuadrito pequeño. Dentro, la servilleta: Bartlet la ha conservado todo ese tiempo consigo mismo y ahora devuelve con ternura, e ilusión por ilusión, la misma servilleta to his old buddy, al escudero fiel.

Sólo una vez Leo McGarry llama a Bartlet por su nombre coloquial y abreviado, Jed, en toda la serie, incluso cuando visita la residencia privada del Presidente. Es un momento de cabreo, un momento de tensión en el que se mueve por instinto. La reacción de Bartlet viene a ser ¿cuánto hace que no me llamas Jed? La cuestión es que desde que es elegido, incluso para el compañero de fatigas, para ese viejo amigo que ha visto crecer a tus hijas, se ha convertido en Mr. President. Lo llamativo, quizá para mí, quizá para todos nosotros en este país que borró el usted como una forma de respeto al desconocido, es que el propio presidente acepta y no invita al amigo a cambiar el tratamiento. Vete a saber si en el silencio del despacho oval George jr. es George jr. y no Mr. President, pero me juego algo a que no nos van a dejar saberlo.

Sin teatro, sin ceremonia, sin reverencia, que son todas ellas palabras alternativas unas veces a temor, otras veces a respeto, el poder, la insititución no es nada. Que sería del papa y los cardenales sin esas túnicas y esos cirios, sin su latín; que sería de la Reina de Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte sin esas carrozas, su corona y su entrada solemne en el Parlamento. El Mapuche nos advierte que todas estas cosas tienen que ver con el chimpancé que no nos abandona y que llevamos tatuado en la genética de lo imperfecto de lo humano. Vete a saber si sin imperfecciones seríamos humanos. Pero lo cierto es que tantos siglos de indagación en busca de una teoría del conocimiento que funcione y los pequeños seres a los que denominanos hombres (mujeres, también, pero ya saben que el lenguaje nació machista), seguimos teniendo las entendederas muy dependientes del vestuario y el atrezzo de las otras personas y las cosas: de ahí que alguien le solucionara a José Luis el problema de los trajes (no sé si se fijaron, el José Luis candidato no tenía una chaqueta en la que los botones le cuadraran). No eran, verdaderamente, de señorito, hasta que tras múltiples esfuerzos alguien debió llevarle al sastre. No era Felipe, según dice él, muy amigo de la imagen, pero es seguro que las chaquetas eran de buen paño.

Zapatero, a priori, y diría que en la práctica, tiene ventaja. Es alto y delgado, así que el smoking le sienta estupendamente: Felipe no podía evitar parecer un maitre d'hotel y Aznar una reencarnación, con su bufanda blanca, de Christopher Lee. Con la Familia Real, en cambio, nunca hay dudas. El chaqué siempre está impecable (ah, no, no es alquilado como el que se precisa para las recepciones diplomáticas para todo bicho viviente de la Administración), la reina y las infantas llevan el modelo preciso con la compostura precisa (nada de ir de estrellas de cine, que es lo que suelen entender las mujeres de los ministros y las ministras por traje de gala). Son cosas de siglos de entrenamiento, desde pequeñitos. Me contaba precisamente eso un buen conocedor de Antonio Banderas: Melannie - la Griffith - se siente como pez en el agua entre fotógrafos y tribuletes sabiendo siempre mantener la sonrisa y la cara de no haber roto un plato. Se supone que odiándolos por dentro. Es normal, ha crecido con ello. Antonio, en cambio, lo lleva mal, le descompone.

En los cursos de oratoria te advierten que el público se forma una opinión de ti desde el momento en que te ve. Es decir, que desde el instante en que apareces en escena y hasta que se te da la palabra, cada gesto tuyo, tu propia postura, son elementos críticos de la comunicación. Es decir, te enfrentas a la parte más difícil que debe saber hacer cualquier actor: escuchar. No, no se trata de prestar atención, sino de que el público piense que estás prestando atención a un diálogo que ya te sabes y en que ellos deben creer que te sorprendes, averiguas, reaccionas sin abrir la boca. Ayer en los vídeos de la Pascua militar (¿no es una contradicción en sí mismo la suma de ambos términos?) la cabeza de José Luis giraba de un lado para otro, arriba, abajo, a la izquierda y a la derecha, la mirada perdida en cualquier punto en una señal inconfundible de tedio. Ni un sólo plano, ya es mala suerte, permitía percibirle atento o solemne a las palabras del Rey. El Príncipe heredero (es decir, de Asturias), por el contrario, el entrenamiento militar hace mucho, permanecía firme y con la mirada al frente sin que por un segundo nadie pudiera decir que no escuchaba a su padre, a su jefe, al Capitán General del Ejército.

Recuerdo que en una de las resacas del 11-M estaba yo en Antena 3. A la hora del minuto de silencio establecido, fuimos poco menos que desalojados y empujados frente a la puerta del edificio en San Sebastián de los Reyes. Allá, en el centro de todos, se situó Mauricio Carlotti. Él y unos pocos, miraban la puerta de entrada del edificio. Los demás, le mirábamos a él. Por supuesto, sus americanas son del mejor corte y porte, pero ante todo mantuvo una dignidad absoluta propia del momento. Casi en posición de firmes, sin modificarla ni un momento durante el minuto o tiempo que fuera (más, seguro), ningún observador hubiera podido decir que no estuviera sintiendo u honrando la seriedad de la ocasión. Sentí en ese momento que se trataba de un hombre consciente de que le siguen los focos.

Muchos de los análisis de estos días coinciden en la supuesta ingenuidad, inexperiencia, iluminación y hasta falta de conocimiento del primer ministro (léan el de la Rahola: "Ser Bambi es placentero. Pero en las crisis, los cuentos de niños desaparecen"). Nada nuevo, todos lo repiten. Yo lo he dicho tantas veces que siento que parezca que les hago perder el tiempo con una nueva reiteración. En realidad, es una profundización. Nuestro Presidente del Gobierno no ha tenido ninguna clase de experiencia ejecutiva de Gobierno hasta que accidentalmente cayó en la silla. Él, un poco como Aznar, todo hay que decirlo, siempre creyó que ganaría basándose en su intuición personal. Todos los insiders relatan su fe en esas intuiciones y cómo cree que siempre ha acertado. Da que pensar que se trata de un iluso. Bueno, será lo que sea. Sostengo que el aprendiz ha pasado a senior porque el desengaño de tratar con ETA sin haber tenido en cuenta lo que los que la han tratado aprendieron de los tratos con ella, haberse tragado el anzuelo de la negociación en plan Mandela y en plan Gerry Adams (a todos nos pierde el brillo), cuando aquí se trata de cosas muy distintas, mueve siempre, aunque no se confiese al propio examen personal: ahora la experiencia de gobierno es real.

Si la sabe aprovechar o no, es otro asunto. Es probable, que la suma de "Pasqual, aprobaré...", los coches bomba y, si es un poco más perspicaz, la percepción de que le atrapa la misma araña que a Aznar en su relación con los incendios, los cayucos y su lejanía de las ruinas del parking, dé lugar a un cambio de conducta. Alguno. Raro sería, nadie es de piedra. Aunque sea un cambio equivocado. Pero lo cierto es que es en estos días en los que queda patente lo más grave de estos últimos tres años. No es la agenda política del Presidente, por muy radical que parezca, es la incompetencia en llevarla a la práctica no basada en su falta de intelecto (mucha gente piensa que carece de él, yo no lo creo) sino en la falta de conocimientos y experiencia para llevarla a cabo. De la patética imagen del primer consejo europeo al que asistió, su falta de verdadero análisis de en qué consisten las opciones nacionalistas (no porque sean malas en sí mismas, sino porque no comprende su verdadero sentido), la falta de astucia en generar concordia y no ruptura quemándose vivo en temas, en el fondo, menores; a su falta de saber estar desde un punto de vista institucional, por no hablar de su conducción de la política internacional, el país y su partido está pagando el cursillo de aprendizaje del hombre que nos tiene que liderar como país: la institución no es sólo del ocupante.

Leo McGarry eligió un tipo para llevar a La Casa Blanca que no le avergonzara al decirle en la intimidad Mr. President. Hay algo inevitable en el liderazgo de ganarse los galones. El padre de Juan Granados nos ha facilitado vía Sartine una contribución esencial a la ciencia del liderazgo, tan almibarada en la mayoría de las ocasiones: "el que manda se jode y se queda a pie firme hasta el final". Ay, José Luis, se te ha encogido el talante en estos días.

La decepción verdadera es que esta nuestra democracia, imperfecta, tan imperfecta, pero que después de todo ahí sigue, con ETAs, PNVs, Esquerras, Gales y Filesas, Giles y Rocas, con Terras Míticas y Manacores, con los Albertos en la calle, un lugar donde el imperio de la ley pervive aunque puede que resquebrajado, es resueltamente incapaz de seleccionar los líderes capaces de hacer que los dos bandos que suelen helarnos el corazón se pongan de acuerdo en percibir la dignidad del que encarna la institución. Mejor dicho, en sentir que la transmite. Honorables y Lehendakaris tienen otra suerte. Puede tener que ver con la mirada que les dan los súbditos, pero tiene mucho que ver la pasta del ocupante. Precisamente, ver que Zapatero está desnudo hace más estruendoso el vacío que nos deja Mariano: A Mayor Oreja le bastaría una ronda por todas las radios esta semana para salir disparado en las encuestas. Y que conste que no es al tipo que querría votar, que eso da para otro artículo, es que tiene el saber estar, quizá porque ya ha enterrado a casi todos sus amigos víctimas de decir lo que pensaban y en lo que creían. Supongo que saben quién los mató.



sábado, enero 06, 2007

¿Se lee en La Vanguardia a Berlin Smith?


Eso cree nuestro Mapuche disidente. Qué quieren que les diga: resulta muy estimulante y regocijante la posibilidad. ¿Quedaría como un muy entretenido colofón de la manta de folios que les he soltado sobre El Ala Oeste? ¿O el público pide más? ¿Pide más parábolas teatrales, quiere saber donde está Leo McGarry en este entramado ante la mayoría de edad, que no de cordura, del Zapatero prodigioso? Veremos, que dice el clásico que dijo un ciego y se quedó sin ver.

El Mapuche advertía ayer, y conste que no le pago por decir estas cosas (que el eterno de internet le condene a ser recordadas sus palabras por los siglos de los siglos) que el Sr. Juliana, a la sazón comentarista político del susodicho diario de tanta tradición catalana (ya sabemos que catalanista no, aunque ahora conserve un limpio castellano junto a la redacción "Catalunya" para referirse a "Cataluña", cosas de la corrección política), dedicaba unas palabras que, servidor, que también quedo atrapado en la máquina del tiempo de las cachés de Google y de mis vigilantes enemigos, he calificado a lo Racionero de "intercontextualización".

En realidad, ni el Mapuche ni yo tenemos pruebas de nada, sólo ganas de meter bulla ante lo que parece una inspiración un tanto próxima. O sea, que de plagio, nada, coincidencia en los temas y en algunas valoraciones, puede. Y eso llena de orgullo al sobrevenir la certeza de que podría escribirse públicamente en La Vanguardia y cobrar por ello. Mandaré una carta al Conde de Godó para preguntarle qué hay de lo mío.

Al grano. Decía el mapuche Albert:

PS: su post ha salido publicado hoy (5 de Enero) en La Vanguardia, sección política en la columna de E. Juliana -Los gobernantes deben sufrir (sin demora)- cito de memoria. Es una copia empobrecida de su post. E. Julina ya lo suele hacer, con Bauman, Gaziel y ahora...Berlín.

PSS: Sr. Juliana, tiene usted buen gusto.
Nada como seguir en este caso una máxima que siempre les repito: juzguen por sí mismos, sean protestantes y léanse sólos la biblia a salvo de intérpretes interesados como lo puede ser un servidor. Ah, pero para hacer la lectura valiosa, ANTES deben leerse el post de Berlin Smith causa potencial del paralelismo. Juliana, Smith y Plutarco: tenemos un futuro.

He aquí la pieza de la discordia (que publico sin derechos para ello pero que he pagado ¿eh?, que mandé un SMS para que me dejaran entrar a la edición digital):

El gobernante debe sufrir (sin demora)

ENRIC JULIANA - Madrid
En toda sociedad acomodada - en España, por ejemplo- el momento más arriesgado para el poder político es hoy el de la Fragilidad Evidente. Atentados terroristas, catástrofes naturales y alarmas sanitarias han visto potenciada su naturaleza doblemente lesiva: el daño objetivo que producen y la insoportable sensación de desamparo que transmiten. Transferidos a las instancias imperiales,los poderes que antaño podían hundir abruptamente a cualquier país europeo en la infelicidad y la desgracia - declarar la guerra, extender la leva, poner y sacar aranceles, y devaluar la moneda-, los viejos estados nacionales bordean la quiebra moral cuando un acontecimiento inesperado pone al desnudo sus nuevos y restringidos límites. Cuando lo Imprevisto los desborda bajo la luz cegadora de los focos.

Amenazada la legitimidad del poder no transferido al esbozo imperial europeo, el gobernante debe cumplir nuevos rituales para restablecer la tranquilidad pública. El gobernante debe sufrir a la vista de todos, compartiendo en vivo y en directo, lo más rápidamente posible, el dolor de los damnificados y la fragilidad manifiesta de la ciudadanía. Debe someterse de inmediato al riesgo del escarnio público - cuanta más rapidez, más veracidad- para fortalecerse de nuevo. Debe desmentir ritualmente lo que todos intuimos o sospechamos: que el poder habita cada vez más más lejos, transformado en un entidad metafísica, inaprensible y huidiza.

Hay gobernantes muy bien dotados para captar ese momento clave y fundamental de la moderna tragedia griega - el socialdemócrata Schröder ganó unas elecciones gracias a su instinto en una inundaciones-, pero no es raro que el aturdimiento los paralice, o los atrape la visión racional y política de los hechos.

Le ocurrió a José María Aznar tras el hundimiento del petrolero Prestige y en las horas inmediatamente posteriores a la gran matanza del 11-M. Y puede que le haya ocurrido ahora a José Luis Rodríguez Zapatero. Fuentes próximas al presidente del Gobierno señalan que mantiene absolutamente vivo el convencimiento de que es posible acabar pronto con ETA, ante el escepticismo de algunos de sus más inmediatos colaboradores y la creciente preocupación de los dirigentes y cuadros medios de su partido, que comienzan a temer por la suerte del PSOE en las elecciones municipales y autonómicas del mes de mayo.

Zapatero, dicen, habla estos días de la necesidad de no perder la perspectiva. Pero las leyes de la moderna tragedia griega son inexorables: el gobernante debe sufrir, sin retraso alguno, bajo la luz cegadora de los focos.
Señor Juliana: si en verdad me lee, vendrá por aquí y encontrará este post. Está hecho con buen humor, deportividad y con la única intención de hacer un juguete de entretenida discusión. Como se puede leer en su artículo, tiene fuentes próximas a Moncloa y yo no. De hecho, mandé un mail a Moncloa preguntando por el Belén de Barajas y hasta hoy, que debe ser él último día de la maqueta, no he tenido respuesta. Los bloggers no somos medios.




viernes, enero 05, 2007

Crear la agenda política (oh, sí, también Toby Ziegler)



Los entretenidos lectores de esta web, pasto de esa plaga que son las microaudiencias (a todas luces inmerecidas, déjenme un segundo de autocompasión), reclaman un espacio para ese judío rescatado del fracaso que es Toby Ziegler, otro engranaje de El Ala Oeste. Welcome, westwingers, la realidad, siempre más increíble que la ficción, vuelve a ponernos la entrada de otro personaje y su rol al cabo de la calle.

Ziegler hubiera sido normalmente un fracasado. Idealista o, simplemente, decente, es un estratega electoral que nunca ha ganado unas elecciones, básicamente porque sólo quiere trabajar con candidatos llamémosle, a pesar de lo confuso del concepto, honestos. Honestos para las ideas, honestos consigo mismos, poco dados a renunciar a sus creencias por contentar a la masa. En su lado más pragmático, cómo poner a la gente, we-the-people, por encima de los severos intereses, unas veces de estado, otras tantas de las grandes corporaciones, que son el pan nuestro de cada día de las repúblicas que tanto amamos.

Pero Ziegler no es un técnico fracasado porque no tenga un conocimiento de su trabajo, porque sea poco competente en él. Por favor, es judío, y dicen que asevera el talmud que la ignorancia es un pecado mortal. Ya sólo por eso parte con ventaja. Su fracaso es el de aquél que necesita vender un millón de botellas de vino en un país de abstemios en el que sólo viven quinientas mil personas: falta de egoísmo al aceptar un reto que sabe que no se puede ganar. Un éxito si vendes las quinientas mil posibles. Insuficiente para sacar la fábrica adelante. Así que la primera vez que gana es a lo grande: pone a un premio nobel en La Casa Blanca. Él y otros más, pero su trabajo es la estrategia de comunicación. En definitiva, saber cómo se vende el producto que tenemos.

Bartlet, el presidente católico y pro-choice en un país de protestantes generalmente antiabortistas (qué tendrán las minorías que suelen encontrar simpatías en las otras minorías) se encuentra durante su tercera o cuarta temporada de la saga (Navajas, corrige tú de ser menester) enfrentándose a la reelección en pésimo momento de su popularidad: el país sabe que ha mentido o, más propiamente, ha ocultado, su grave enfermedad, esa que le puede incapacitar para nada útil, precisamente en un país donde al menos de puertas para fuera la exigencia de mérito y cualificación es algo que tiene en cuenta hasta el tipo más tirado de la calle 42 de Nueva York. Si Rudi Giuliani ha dejado alguno.

Bartlet es, y por tanto sólo un consuelo, la literaria venganza de Aaron Sorkin blandiendo la espada de los demócratas contra los presidentes republicanos ignorantes y simples: Bush hijo, Reagan, aquél esperpento de Dan Quayle para rejuvenecer a Bush padre, no son hombres de letras. Bartlet es un premio nobel al que le encanta repartir latinajos y provocar a su staff con miles de preguntas exigentes de un conocimiento enciclopédico de la Historia y la Biblia (¿no es encantador en su ingenuidad?). Frente al inmejorable estilo comunicativo de un Reagan locutor de radio, no han tenido los demócratas hasta Clinton un tipo telegénico capaz de saberse de memoria algunas frases de Cien Años de Soledad. Rhodes scholar, para más inri. Bartlet parece un remedo de Kennedy y Clinton elevado a la enésima potencia.

Así que Toby Ziegler se acerca al oído del Presidente atribulado y perdido, con su popularidad bajo mínimos, incluso con cierta desilusión entre el propio grupo de fontaneros que le ha puesto en la silla, y le dice: make this election about who is the smartest guy, plantéale a la gente la cuestión de a quién hay que elegir de forma que conviertan el primer punto de su escala decisora en quién es el más capaz. Desconozco si, con evidente mala leche, los productores eligieron como candidato republicano a James Brolin, marido de Barbra Streisand, que si fuera la décima parte de bueno como actor lo que su mujer de cantante (que es mucha, mucha cantante), tendríamos una reencarnación de Sir Lawrence Olivier. Ziegler dijo cómo había que vender la frasca: si nuestro tipo es insultantemente soberbio y sabiondo, especialmente irritante para un país que gusta de ver gente como ellos tomando las decisiones (en un país donde todo el mundo cree que nadie nace enseñado y que no se puede saber de todo, para eso el Presidente tiene que contratar asesores a los que debe juzgar por un claro referente de valores), sácale partido a tu fortaleza y pon en evidencia la debilidad de tu rival.

El resultado es una transacción: los de Brolin, sabedores de su poca categoría intelectual, quieren pocos debates; los de Bartlet, seguros de la dialéctica del académico, quieren más de uno y de muchos temas para buscar más la evidencia del débil. ¿El resultado? Todo a una carta, pero con un formato donde el listo puede explayarse. Y gana el listo. Pero la vida no son películas, da lo mismo si la estrategia es correcta si quien la ejecuta no está a la altura.

Nuestro Príncipe ha sido bastante capaz de marcar la agenda política en torno a una palabra paz. Da lo mismo si resulta un infeliz o una suerte de Peter Pan sin Campanilla. Paz es una palabra difícil de derrotar, así que él, siendo consciente o no, se presenta como la paz. Si me votas a mí, si me sigues a mí, estás eligiendo la paz, ergo cualquier otra alternativa, no sólo es inmoral, sino que sólo puede ser la de un violento, o un guerrero, la de un amigo de las armas y los disparos. Mal asunto para el opositor, que lucha denodamente para explicar que la paz no existe, que existen cualidades de ausencia de violencia, rendiciones, derrotas y venganzas aplazadas.

El chiringuito se cae cuando es evidente que el predicador de la paz y la bondad universal no puede garantizar que la realidad sea como la espera. "Vivimos en un mundo cruel", viene a decir la abuela de los dos pobres niños que persigue Robert Mitchum en La noche del cazador: un búho, tan hermoso, se come un conejo, tan entrañable. Si no era un conejo, sería un bicho todavía más enternecedor. Los nudillos de Mitchum llevan tatuados love y hate en cada uno de sus dedos. La realidad, tan dual, tan dialéctica, tan hegeliana. La mano del odio le ha pegado a José Luis en la cara, la otra mano de los que le habían tendido la del amor resulta que está pegada al mismo cuerpo y no se sabe si se había tenido en cuenta.

Bien, la agenda política está destrozada. Es nuevo momento de elecciones. De elegir, no de votar. Para José Luis y para Mariano. No basta con saber qué alternativa le estás proponiendo al electorado. Si estás conmigo, es esto. Si estás con aquél es aquello. Mientras Albert indaga en un viejo libro mapuche la esencia de la antropología de los latinos - o de los meditarráneos - y su relación con el verbo lead, del que sólo contamos con traducciones, un personaje salido de la escena regresa y plantea una elección diferente. Lo que es más interesante, es capaz de explicarla de modo diferente, especialmente cinematográfico para dolor de Mariano: "Si quieren negociar, deben «tirar las armas y acercarse con los brazos en alto»". José Bono, que perdió la elección frente a José Luis por una miseria de votos procedente de la venganza de los guerristas, que le estaban esperando. ¿Se tragarían la traición hoy?

Las mayorías muchas veces se equivocan cuando eligen a sus dirigentes (déjenme reconocerles que yo pienso que la mayoría se ha equivocado al elegir a José Luis, pero lo bueno es que podemos echarle con otra mayoría que tiene serias posibilidades de volver a equivocarse). Pero es lo que hay y son las menos ineficaces reglas del juego de las que disponemos. La cuestión política se ha trastocado tanto que ya la agenda está marcada por el José Luis, sí; José Luis, no. Para contrarrestarla, el Príncipe se ha ido al lado humano, sostenella y no enmendalla, si me reafirmo heroicamente como campeón de la paz, soy un santo y no un ridículo. Mientras las bombas sin explotar van dejando hueco el discurso, en sus propias filas surge la desaparición y un líder olvidado que tiene una nueva propuesta: "con los brazos en alto", el aliento que la ciudadanía - ¿la nación? - probablemente quiere escuchar de su padre, líder, campeón, héroe.

El Príncipe y su opositor están aturdidos. Necesitan un Ziegler cercano que susurre al oído. El bosque de Birnam parece moverse. ¿Es así? Nuestras mentes son simples, esperan saber dónde reside el bien y el mal para creerlo y hasta para votarlo. O botarlo.




jueves, enero 04, 2007

"El Poder no me cambiará" (en recuerdo de C.J. Cregg)


Esas comillas fueron el principio, fue cuando cualquier observador poco misericordioso diose cuenta de que estábamos, sin lugar a dudas, frente a un aprendiz. Porque presumir que el poder no transforma es ignorar la literatura universal de los últimos cuarenta siglos y todos sabemos de qué pasta está hecha la literatura: nadie podrá encontrar certezas en ella, pero sí descubrirá la verdad de la debilidad, la pequeñez, el heroísmo, la duda, el crimen y la traición que persigue lo humano con sus claves íntimas al descubierto.

Primero, claro, fueron los trajes. El poder se asienta en su dignidad. Pone Kapuscinski en boca de uno de los súbditos del Negus: "el trono irradia dignidad, pero sólo por contraste con la sumisión que le rodea". Los buenos cortes, las corbatas finas, la combinación elegante y la visión que a distancia producen las buenas telas son el signo que los que deben por lo menos consideración con la fortaleza del poder perciben rápidamente. Un presidente de banco se distingue rápidamente entre los empleados de sus oficinas; un traje bien cortado crea una diferencia en el aura insuperable.

Luego pudo venir el cansancio de los focos. Los súbditos están pendientes de los oídos del Príncipe. Todos quieren que su interés sea reconocido por quien tiene el poder de hacerlo posible. Descubres que tus palabras tienen consecuencias terribles e imprevistas desde los buenos sentimientos: cada sílaba se analiza buscando un mensaje críptico, la elección de un favor o una facción. Cuando aprendes a callar, compruebas que de todos esos chismes, problemas, decisiones que tienen su importancia y de las que no tienes el más remoto conocimiento de cómo abordar, se resuelven solos. Tu silencio hace que las personas de alrededor hablen y hablen sin conocer tu juicio y una solución se vislumbra por sí sola.

Y piensas en tus hijos. Tus hijas. Una vieja socialista, ya no recuerdo cuál, resumía la saga de los años del cambio en la mirada anhelante de uno de los hijos más pequeños de Felipe González y recordaba el tiempo que no les habían dedicado, que habían perdido, la desasogante experiencia de ver como su destino escapa de tus o de sus manos para estar atrapados en una mundo que pone en ti todos tus ojos y no te deja ser tan absurdamente vulgar, tan vulgar como lo que todos los demás no quieren ser. Y buscar el regugio, el tiempo, la lejanía, huir del miedo de saber de que tras tu teléfono no hay nadie más, de que todos piensan que sabes lo que hay que hacer. Y ya te gustaría.

Fraga estaba cazando y se quedó cazando mientras el petróleo volvía negra Galicia. Aznar no anduvo más raudo. Dicen que Loyola de Palacio, q.e.p.d., le advirtió a Josemari "que cuando se produce una desgracia los ciudadanos necesitan un abrazo, no sólo que se les abra la chequera". El Príncipe papá, el tío de la nación, de todos sus ciudadanos, ese Miterrand abuelito y moribundo en secreto que ha aprendido a estar por encima del bien y del mal y aparenta ser sabio al seguidor.

Schröder se calzó unas botas de goma y se fue al borde de las orillas de los ríos mientras Alemania se inundaba. Algo hizo, porque acción real, paladas de tierra, no puedes hacer, o sí, pero son un grano de arena. Todas las televisiones estuvieron detrás de él y terminó ganando unas elecciones que tenía perdidas. Fue el Rey de esta nuestra república imperfecta el que marchó a Galicia y puso el abrazo: ¿fue eso lo que previeron los padres de la Constitución? Mientras, José Luis está en Lanzarote, seguramente cumpliendo el deber con sus hijas, consciente de que, en realidad, lo que puede hacer es casi nada. La plebe, mientras, grita ¿dónde está el padre? Mariano corre raudo al aeropuerto y mira, observa, sabedor de que tampoco puede hacer nada, pero obediente al saber que tiene que ser visto allí: ¿ha sabido sacarle el jugo?

Jed Bartlet, el presidente teatral de El Ala Oeste, es empujado a marchar - resistencia inicial, graves asuntos aflijen siempre a la patria - a consolar a las víctimas de un tornado. Si el episodio se redactó antes o después del Katrina, es indiferente, ya saben la capacidad de realidad y ficción de entremezclarse para hacer a la realidad más fascinante. Una vez cumplido el ritual, el presidente, que es un ser humano y éste encima es demócrata y, por tanto y como todo el mundo sabe, ha de ser mucho más sensible y humano, queda sobrecogido por la tragedia y el dolor y decide seguir allí, aquello de que uno siente que ha de estar "con su pueblo".

Los días pasan, las obligaciones del Presidente se retrasan, los quebraderos de cabeza de mover un montón de periodistas, fontaneros y agentes del servicio secreto se vuelven inmanejables y contraproducentes. Es C.J. Cregg, su secretaria de prensa, quien violentamente y saltándose la reverencia al poder poco menos que le conmina a salir de allí. Es en el Air Force One donde se produce el clímax. Un atribulado Bartlet dialoga, casi increpa, a C.J. acerca de la situación, reclamando su derecho a la compasión. C.J. vuelve a perder el respeto y le dice que allí no hacen nada más, que hasta los hoteles que ocupan quitan sitio a las víctimas y que su puesto está en Washington enfrentándose a los problemas. "I need you to lead us", le dice enfáticamente, y la palabra lead resalta hasta el punto de abrir los ojos de Bartlet.

Mariano no se sabe si lo intentó, pero allí estaba. José Luis esondido en su escrúpulo, el que probablemente le diga que no es su labor hacerse la foto al lado de la desgracia mendigando un voto, puede que la de un tipo que, como yo, deteste las fotos de políticos besando bebés, llegó tarde a consolar a los parientes de unos pobres ecuatorianos que, sin querer, pasan a héroes de la nación. En mis primeras investigaciones sobre eso del liderazgo me fui a una edición probablemente algo antigua del María Moliner. La definición de líder ofrecía un panorama desolador: "mandatario extranjero". La búsqueda de equivalentes en castellano me llevó a mando y mandatario, caudillo, jefe, patrón, pero nunca encontré el sentido inspirador, de seguimiento voluntario que el término lead ofrecen los diccionarios de inglés. Mal asunto si tu propio idioma carece del concepto, difícilmente sabrás lo que es. Albert nos dirá si en mapuche o en catalán andamos mejor. Pero recuerdo que Pujol inventó un término para hacer que el pueblo le entendiera: "hacer pedagogía". Me suena insuficiente.

No es ya si vas o no vas a las ruinas, si paseas en helicóptero por los bosques incendiados, si abrazas a las viudas o lloras delante de las cámaras. Es hacernos entender que estás al cargo y conteniendo a la par que manejando nuestros sentimientos. Quizá es algo innato, como el momento de gloria de Aznar al salir caminando erguido de su propia bomba y, sin ayudas, camillas y muletas, entrar a pie en el hospital. No se sabe si esa lucidez, ese segundo de prestancia del héroe se le repitió. Woody Allen decía "eighty per cent of life is timing, and the rest is showing up", que en cristiano es aquéllo de saber estar cuando hay que estar. Mariano no llena el escenario cuando busca la foto, José Luis se ha perdido en su duda. All the world is a stage, dijo el buen Shakespeare. Los intérpretes no se han enterado.




P.D.: Sobre la mayoría de edad del Príncipe. Ahora va a enterrar sus primeros muertos, los primeros caídos por la patria: les hacen españoles, les pondrán una medalla en el ataúd, los parientes tendrán una pensión. No habrá sido en vano, pensará alguien. El próximo puede ser un Guardia Civil. Con el nudo en la garganta, seguramente descubres que trabajas para todos y no tu facción. La vida, como la de un adolescente que aún sueña con cambiar el mundo, empieza a mostrarle sus hechos irreversibles. No, definitivamente, ya no es un aprendiz. Veremos como es el senior.




miércoles, enero 03, 2007

De la necesidad, virtud (elogio de Josh Lyman)



Esa parábola de la naivité política, ese ejercicio de la república en manos de los hombres justos, ese intento de representar a la política con nobleza, la propia fe de los personajes en sus firmes valores, todo eso que es El Ala Oeste, ese reencuentro con Shakespeare y el poder en la era de la televisión, las bombas atómicas adormecidas y las guerras como consolas de videojuegos tiene una enorme virtud en su teatralidad: escenifica el ideal de la política y los roles y dilemas que rodean al Príncipe. El arte, presto para el debate de la vida cotidiana.

Josh Lyman es el cerebro político. Un tanto patoso, peligroso a ratos por su tendencia a meter la pata por su propia incontención, pero precisamente por ello creativo y falto de barreras para diseñar los grandes movimientos en situaciones comprometidas. El complemento necesario en el desarrollo y explicación de las ideas, el altar que hemos dado a Sam Seaborn. En esta nuesta republica, una republica con reyes de juguete, solemos carecer de movimientos rompedores y si de algo carecen los reyes de Madrid, a diferencia de los sucesivos lehendakaris de casi todos los vascos, del honorable, de casi todos los líderes de la identidad, es de la convicción para marcar la agenda política poniendo los grandes temas encima de la mesa desde la posición más favorable a sus intereses. Quizá porque compartida o no, confundida o no, tienen una imagen fiel, repleta de orgullo, de ese componente utópico que sin duda la política no tiene más remedio que incluir, y que es una imagen de los que deben ser sus repúblicas. Sus republiquitas, que ellos son capaces de poner con erre mayúscula.

En esta hora de nuestro descontento, la pregunta que debe contestar el fiel edecán al monarca es qué hacer, qué camino elegir, ¿cómo ganar para nuestro partido la causa de los hombres justos? Los tiempos lo son todo. Los tiempos, son breves. La oportunidad, eso que los americanos, tan descriptivos, tan racionalizadores, definen asociado a ventanas que se abren y se cierran es ahora. ¿De qué forma pueden el príncipe acorralado, incluso el aspirante a sucesor, convertir la derrota en victoria, las cenizas en plumas y condicionar el debate político a su causa?

El razonamiento me resulta sencillo: si la causa de nuestra divergencia es el debate de las consecuencias políticas de la violencia, si hemos dirigido al dedo acusador al nacionalismo vasco que no acojona por su disposición a recoger las nueces de los torturados, los muertos y los chantajeados, si la batalla se ha marcado en el cumplimiento de una ley que obliga a prescindir de esa vaguedad de la violencia para competir por los puestos de gobierno, si no ha habido un momento como este en el que la paciencia con unos señores que, con la incomprensible comprensión de muchos hombres sabios, retuercen el lenguaje y la moral para eludir su propia conciencia ante la sangre y las balas, es hora de ponerle fin.

Es el momento en que Josh Lyman aconsejaría un gambito de dama, en el que Cortés quemaría las naves. Así, el Príncipe debiera declarar que no volverá a sentarse ni con ETA, ni con sus representantes en la tierra, ni podrá considerar ninguna forma de participación electoral ni en la vida pública, con aquellos que no pongan encima de la mesa y antes de empezar a discutir su mera relación con el código penal la renuncia expresa, irrevocable, indubitada, a que eso que llaman violencia sea ninguna clase de método para hacer política y para obtener ventaja política, para vivir a costa del miedo del vecino.

El mensaje es para hombres firmes. Para hombres que saben que la vida consiste en hacer elecciones, elecciones morales también. Es elegir una agenda política y, a lo mejor, morir con ella. Pero tiene dos ventajas: nadie puede reprocharte nada y pone fin, cambia el tercio, de la dinámica de treinta años. Treinta años de hablar, de discutir, de soportar el debate sobre el destino de una tierra en el que de todo se ha hecho para encontrar encajes jurídicos compatibles con las sensibilidades que lo componen, treinta años en que se han dado oportunidades sin fin para que los portadores del trabuco lo dejaran en casa y se presentaran a las elecciones. Ya no se puede jugar por más tiempo con las cartas marcadas. Esto vale para Otegi, para Ibarreche, Arzalluz y Egibar, para Errazti y Garaicoechea. Es la hora de romper la baraja, de elegir: no hay debate con pistolas en la mesa, no vale eso de que no hay que esperar a que ETA se marche para decidir el futuro (el futuro que yo quiero) de los vascos (de las personas, tal vez) si se oye el silbido de una bala.

Anasagasti, a quien debo admitir que tantas cosas feas he dicho, dio ayer una lección de moral:
Para el senador del PNV, el nacionalismo vasco tiene que ser "ético", además de "democrático" e "inteligentemente reivindicativo". "Un planteamiento político que no sea ético no está validado para liderar ninguna sociedad. Y si no se acepta esta premisa, se estará aceptado el comentario de que 'Aquí no pasa nada'". "Aquí ha pasado mucho. Demasiado", enfatiza.

Además, asegura que "la cosa no puede quedar en una mera condena" y confía en que no haya "tanta frivolidad en la clase política para hacerle caso a una Batasuna que ahora le echa la culpa a quienes no han puesto los medios para que ETA no pusiera una bomba". Según añade, Batasuna tiene ahora "una ocasión de oro para desmarcarse de ETA o callar para siempre".

Finalmente, lamenta que, pese a las afirmaciones de que el pueblo vasco no permitiría que ETA volviese a atentar, la banda terrorista ha atentado y después "la fiesta ha continuado". "Las botellas de cava y de champán se han descorchado, la gente se ha felicitado ante el nuevo año y en lugar del sonsonete de la lotería de navidad de los niños de San Ildefonso, ese falso buenísimo simplón aboga por seguir como si aquí no hubiera pasado nada", subraya.
Ha pasado mucho, demasiado, como para no percibir que es el momento del todo o nada. Es lo que pondrían en boca de Josh Lyman los guionistas de El Ala Oeste, esos orfebres del dilema.



martes, enero 02, 2007

La desaparición de Rajoy (segunda añoranza de Sam Seaborn)



Las ocasiones importantes se presentan pocas veces. Es evidente, que si fueran omnipresentes dejarían de ser importantes. De ahí el olfato del líder, del que tiene sentido de la oportunidad, del que percibe qué hacer y cuándo hay que hacerlo. Mariano no lo ha visto.

Con el Gobierno despeñado, con el José Luis más solitario, flojo, decepcionante y pobre de argumentos que se ha visto desde que se le conoce (porque nadie sabía quién era), en una de esas situaciones que marcan la vida de un político, Mariano ha quedado diluido. Era su ocasión de presentarse como presidenciable, era su oportunidad de ganarse el puesto (ese dedo tan español que lo puso ahí...), de que todo el mundo, le votase o no, lo sintiera como un líder fuerte, con opciones de ganar y representar una institución (primer ministro del Reino de España) que nunca ha estado tan barata.

No sabemos si Mariano y su club de fontaneros en Génova ven El Ala Oeste. Lo que es seguro es que, como la fontanería de enfrente, no se aplican sus reglas. Ayer era el día del discurso, de medir los tiempos, de saber lo que se hace. Con el estado mental del que tiene una uva en una mano y un espumoso de inconfesable procedencia en la otra, Mariano apareció en un lugar oscuro, con los tiros de cámara perdidos, sin el escenario adecuado (el poder, la Iglesia lo sabe muy bien, es rito y escenificación: que el pregunten a Pujol, que hacía ponerse a los periodistas de pie antes de entrar) y, lo que es peor, sin discurso: repetir con su pobre voz carente de los tonos radiofónicos que sí tiene José Luis únicamente las frases "que deje de negociar".

Ayer era un día para haber vuelto a Madrid. Haber esperado a las declaraciones del presidente del Gobierno y haber aparecido en un escenario luminoso, con gesto grave pero resuelto y convencido, haber jugado política a lo grande: si fuera un verdadero líder habría comprendido que el atentado era su ocasión para recuperar una posición central en la política española y ponerle al Presidente del Gobierno en la necesidad de contar necesariamente con él para cada avance.

Lo explico: era el día de la generosidad de la que hacen gala los verdaderos detentadores de poder, el día en que sientes que has sido agraciado por quien te puede agraciar y, ayer, sólo Mariano podía hacerlo. De empezar sus primeras frases apoyando al ejecutivo de modo rotundo e inequívoco en su desprotección frente a los terroristas, de dejarle claro a ETA que no pueden con un país y que el efecto político de su acción, la división, no va a ser cosa del Partido Popular. Aunque bramara aquello que antes se llamaba el búnker.

Hacer eso no significa renunciar a la verdadera diferencia política sobre este asunto. Concedido el apoyo, era el momento de que el país comprendiera (un sueño, millones de ojos pendientes de él, dispuestos a dedicar unos segundos de atención, esa quimera del presente, el momento de hacerse entender) por qué no se apoya el proceso de la forma que el Gobierno lo ha hecho y de tal manera que reduzca su espacio para continuar por el mismo camino: la diferencia esencial, la diferencia con el resto de ocasiones y con lo que hizo Aznar, es que hasta ahora todas las concesiones a ETA han sido paz por presos y hoy existe la obviedad de que se exige un proceso político paralelo al proceso de presos.

Esa es la diferencia. Es la novedad. Diga lo que diga el Gobierno, el partido que le apoya y su cámara de seguidores en los medios, si hay una diferencia entre este "proceso" y cualquier otro es que en éste se asume que hay contenidos políticos. Que se rompe el principio de paz por presos. Es ahí donde Mariano tenía cogido a José Luis, teniendo en cuenta que el propio diario El País, que ya se sabe que nunca miente, se ha ocupado de explicarlo detenidamente en dos informaciones que uno no sabe cómo no han roto las radios (cierto: Federico está de vacaciones). ¿Pero por qué la derecha española se explica tan mal? ¿No pueden hacer un cursillo con todos los videos de Reagan y Margaret Thatcher para que se vea cómo se le explican a un páis las cosas? Es que ellos donde ganaron fue ahí.

No estaba, tampoco, Sam Seaborn. Para escribir un texto solemne. Para hacer ensayar un discurso en el que la forma debía ser muy superior al contenido. Para ganar a la opinión pública haciendo saber que se está con la institución y que se haga evidente que tiene una doctrina alternativa realista, que ellos estarán dispuestos a ayudar siempre bajo la condición, y ahora la ciudadanía no aceptaría otra cosa, de que hablemos de paz por presos. Gobierno y oposición tendrían agarraderas para apoyarse el uno al otro frente a sus electorados el día que todo esto vuelva a comenzar, porque volverá. Y Mariano, a un año de las elecciones, sería LA opción ante un nuevo fracaso, una concesión excesiva, un nuevo desastre o cualquier otra ocurrencia sin reflexión de una ministra de cuota.



lunes, enero 01, 2007

El fin del aprendiz, y la añoranza de Sam Seaborn



Observen bien esa fotografía incomprensible. Es el Presidente del Gobierno. Un extraño sujeto rodeado de extraños asesores incapaces de percibir, todos ellos al alimón, que resulta un fotografía poco agraciada, presta al chiste fácil de quien debe portar toda la dignidad de la institución que representa, que es nuestra, nuestro gobierno, nuestra democracia. La fotografía reside en La Moncloa.es

Observen a continuación el currículum que reportan de él los mismos asesores, que no tienen por qué mentir, que deben estar preocupados por la mejor imagen nacional e internacional de lo que he dicho, el primer ministro del Reino de España, la encarnación temporal del poder ejecutivo. Nuestro Presidente del Gobierno, da igual a quien hayas votado. Es tuyo. La biografía es como es:
  • Nació en Valladolid el 4 de agosto de 1960.
  • Casado, dos hijas.
  • Licenciado en Derecho por la Universidad de León.
  • Afiliado al PSOE desde 1979.
  • Secretario General de la Federación Socialista de León (1988-2000).
  • Secretario General del Partido Socialista Obrero Español y Presidente del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados (2000).
  • Elegido diputado nacional por el PSOE por León en 1986, 1989, 1993, 1996 y 2000.
¿Eso es todo? Es todo. En lo que sería la confirmación de un proceso de selección de las élites capaz de fallar en este nuestro país, lo que podemos comprobar es que hemos elegido (se haya votado a favor o en contra, hemos elegido, son las reglas iguales para todos) a una persona que no tiene experiencia significativa real en lo que importa: es decir, nunca ha manejado un presupuesto público, nadie le conoció de diputado (es decir, pocas cosas esenciales ha podido discutir o elaborar), nunca ha trabajado como una persona normal, no sabe lo que es ganar dinero en la calle ni como empleado ni como empleador. Nunca se ha sometido a la presión de un puesto ejecutivo. No tiene más méritos que cosas usuales. Ni siquiera sabe idiomas. Es en manos de este hombre en quien debemos confiar para tomar decisiones trascendentales sobre economía, política exterior, etc. No se le conocen viajes iniciáticos, ni aficiones relevantes.

¿Quiere decir que las tomará peor? Felipe no era mucho más en 1981. Es más, era menos. De hecho, aquél primer gobierno cometió muchísimos errores que hubo de rectificar. Fue famoso lo de Fraga: este gobierno sólo acierta cuando rectifica. Lo que es cierto para Felipe, Zapatero y quien quiera que sea en la vida cotidiana es que es más probable ejercer bien un puesto cuando se tiene la experiencia para ello. Los gobiernos de Felipe se conviertieron en una maquinaria espectacular de uso del poder y de eficacia en el manejo de la maquinaria político administrativa. De ahí salieron tipos de experiencia y talla singular: gracias a eso, José Luis cuenta con Rubalcaba, que nos caerá bien o mal, pero es un político de liga mundial. O Solbes. O en su día, Solchaga. Alfonso Guerra era mucho mejor, pues sin esas experiencias había hecho una batalla política interna brutal hasta llegar al Gobierno.

Muchos de los ministros de José Luis, no son mucho mejores. Con experiencias de poca enjundia y poco nivel (llevar la política de vivienda de una comunidad de un millón de habitantes y pasar a ministra... el Alcalde de Getafe tiene mucha más entidad como administrador de bienes públicos). Es decir, estamos frente a un Presidente del Gobierno aprendiz con un gobierno de semiaprendices, bien en lo político (Salgado), bien en la operativa (Trujillo). La ocultación masiva de todos ellos, las meteduras de pata y la irritación constante no son más que pruebas de falta de habilidad, de experiencia. Bono, que ya se sabe que no me gusta nada, era, es, todo lo contrario: un pedazo de político. Como Paco Vázquez. Y no porque sean de derechas sin confesarlo, es que lo son.

El puesto hace mucho. El tiempo en el puesto, si sobrevives, más. Si eres inteligente, y Zapatero, que no es tonto como muchos quieren pensar, simplemente tiene la osadía del que desconoce y la incompetencia del que no tiene experiencia, aprende y aprenderá. A conducir sus procesos políticos con la habilidad de un político. Si no es demasiado tarde. En el día de nochevieja murió el aprendiz. Ha nacido el senior. Seguro que, después de todo, malo no es. El problema es si ya es irreversible su declive político. O si hace de sus cenizas un liderazgo consistente. Por sus decisiones lo veremos.

Pero hay un mal signo. José Luis actúa demasiado. O actúa demasiado evidentemente. ¿Se fijaron atentamente en su discurso? En este extraño país, nadie se ha puesto a echar en falta la falta de preparación, la falta de perspicacia, la habilidad verbal de ese discurso. Estaba escrito sí, ¿por quién?, ¿cómo?. Ya ocurrió con el que dio en el Parlamento el pistoletazo de salida de esta negociación. Es muy extraño, porque creo que José Luis, como yo, es un fan de El Ala Oeste de la Casa Blanca y si alguna lección cabe aprender para la política española de esa shakesperiana visión de la política americana es una: ninguna intervención sin preparar, palabras que conquisten a la nación, buena redacción, buena inspiración. No es un desdoro que te escriban los discursos, es necesario. Es necesario invertir tiempo en formatear palabras y luego ensayarlas. Es lo único que tienes con tus votates y a quienes lideras, esos segundos de aparición pública. José Luis te pagamos para que nos lideres, no para que sepas de los temas. Eso requiere experiencia, sí, pero también sentido del estado, sentido de la conducción con un grado suficiente de consenso de un país, una nación.

Berlin Smith se infiltró cierta vez en cierto estudio de radio donde entrevistaban a José Luis. Noté algo que he vuelto a notar en el discurso del otro día. Algo que no se oía por la radio. Pillado casi de improviso con la primera pregunta, saltó en el el instinto de superviviente de su secretaría general de León, de conseguir candidatura en todas las legislaturas, de hombre gris hábil en las relaciones personales. Hizo una mueca, pasó un instante que pareció intensamente largo y elaboró una respuesta absurda y teatrera. En la radio no se veía el gesto. Fue sencillo: ante la pregunta de cómo iba todo, rápidamente dijo, en mañana de sábado, con el rostro sembrado de duda del que piensa que no sabe si agrada, que estaba en todo momento trabajando esforzadamente por España y sus ciudadanos. Era un sábado a las nueve de la mañana. Quiso vender una moto, se notaba, y uno no pudo dejar de pensar en la lucecita de El Pardo. El problema fue la mueca, el gesto, la sensación que transmitió de "a ver qué cuento que cuele".

El otro día volvía a sentir lo mismo. Se echaba un segundo para atrás, meditaba una centésima se le sentía rumiar "¿por dónde voy?" y soltaba cuatro frases huecas con el gesto de "te estoy vendiendo una". Los periodistas, tan temerosos del poder en este país, anduvieron lentos y lo dejaron escapar vivo. Menos mal que insistieron en que fuera claro. Eso sí, como muy educados. ¿Por qué en España no van los pesos pesados de la información a esas ruedas de prensa? En El Ala Oeste, esa ficción tan realista, C.J. no hubiera salido viva de una rueda de prensa como esa. Sobre todo faltaba Sam Seaborn escribiendo los discursos. O su equivalente. O un primer ministro que sepa que su trabajo es liderar la nación, no una facción de ella. Ahora, está sólo en el fracaso, cuando debiéramos poder ser una piña con él. Esa es la diferencia de lo que supone el liderazgo. Ante las grandes crisis es cuando se ve. No es el único: el hundimiento de Aznar el 11-M tenía las mismas características de actitud y de carencia de preparación para lo que importa.