viernes, enero 26, 2007

Iba a decir... y me encuentro con un muerto y el olvido...


Iba a decirles cosas de Oriente. Por petición popular atrasada. Siendo correctos, hablar de Etiopía no es exactamente hablar de Oriente: es África, por supuesto, y bien África que es. Se lo juro, que yo lo he visto. Pero esas iglesias de Lalibela, ese mundo rural en el que apenas hay plástico pueden, si uno desea verlo así, transportarle a una especie de Jerusalén año cero. Hasta el cordero me supo como nunca antes y después me ha sabido un cordero. Y esto si tiene un aroma a Oriente.

Muerto ha Kapuscinkski, y tenía unas notas del único libro que tenía pendiente y que tengo en el purgatorio de los libros leídos: no subrayo, doblo las esquinas donde algo me sorprende y cuando decido sacar los libros de su purgatorio voy a la esquina y releo la página en busca de lo que sorprendió, por si lo hallo: casi siempre vuelvo a encontrar sorpresa. Tomo el teclado y me llevo las palabras al baul de mis recuerdos.

De El Emperador (Haile Selassie, por supuesto, también conocido como el Negus):
En realidad, un pueblo nunca se rebela porque lleve a sus espaldas un fardo muy pesado, nunca se rebela porque se le explote, pues no conoce la vida sin explotación, no sabe que tal vida existe, y ¿cómo se puede desear algo que no cabe en nuestra imaginación? Un pueblo sólo se rebela cuando alguien de repente intenta cargarle con otro fardo.
La prensa se llena de obituarios del polaco, recoge últimas y ultimísimas entrevistas, el amor por Herodoto, la bonhomía... es imposible no conmoverse con su trabajo, un algo inherente a su personaje. Es decir, te conmueves a su vez por el icono. Sensible, sensato, pausado, brillante. Su favorito de entre sus libros, dicen por ahí, Un día más con vida. Comprénselo, es apasionante, y me encanta saberlo porque también es el mío y me asombra que no sea una película: aunque sólo sea para que el libro, como casi siempre, te guste más.

Kapuscinkski se apuntaba a la creencia común de que en el mundo los ricos cada vez son más ricos y los pobres, más pobres. Me acordé de Norberg. Me acordé de Sala i Martí. Pensé en la dificultad que tenemos todos de reflexionar ante los datos y revisar nuestras convicciones por la realidad, siempre tan aguafiestas. Bah, pero muchas buenas personas creen de buena fe estas cosas y de buena fe quieren intervenir para traer justicia al mundo. Se puede decir de Berlin Smith que sería el mismo ingenuo creyendo de buena fe el razonamiento alternativo y de buena fe queriendo traer justicia al mundo: el capitalismo tiene como problema el que es muy poco estético, su iconografía es el señor Forbes montado en su Harley Davidson apabullando al mundo con lo millonario que es, o un remedo de Rockefeller con sombrero de copa y habano inalcanzable. Es el Sr. Scrooge. La utopía, el paraíso, por definición, son de estética hermosa.

¿No se ve o se olvidan prontamente las lecciones de la realidad? Si el socialismo real mostró y muestra cada día en esa sugerente isla del Caribe que proporciona los puros a los magnates que la supresión de la propiedad privada sólo conlleva disgustos, si hasta cierto progresismo Porto Alegre se fascina con Hernando de Soto y su enfoque al desarrollo por la vía de los títulos de propiedad, parece que la evocación del mundo justo y maravilloso nubla todo lo demás: gente como Madrazo, la mujer del tal Saura, los Montilla et al no me parecen faltos de coeficiente intelectual. Lo que en realidad les sucede es que entran en la categoría de tonto contemporáneo: que los hechos no contaminen nuestos sueños ni nuestras buenas intenciones.

Ser capitalista liberal, en realidad, es valorar efectivamente la justicia y la libertad. ¿Porque construye paraísos? No, porque el resultado es el mejor de los posibles en esos términos tan caros para los insuflados de buenas intenciones: equidad y, repito, justicia y libertad en sus más amplios términos. Pero claro, siempre dejará insatisfecho: el mundo, la vida, son agridulces. El mal olor convive con el buen olor y las rosas tienen espinas. Unas palabras de Norberg que les traduzco del inglés por mor de mi pedantería y por necesidad, no tengo la edición española de En Defensa del Capitalismo Global:
En lo que verdaderamente no creo, en primer lugar y por encima de todo, es en el capitalismo o en la globalización. No es en los sistemas o en los códigos reguladores que llevan a todo lo que tenemos alrededor en forma de prosperidad, innovación, comunidad y cultura. Esas cosas las crea la gente. En lo que verdaderamente creo es en la capacidad del hombre para hacer grandes cosas y en la fuerza combinada que resulta de nuestras interacciones e intercambios. Me declaro en favor de más libertad y de un mundo más abierto, no porque piense que un sistema es más eficiente que otro, sino porque estos aspectos proporcionan un entorno que libera la creatividad individual como ningún otro sistema puede hacer. Espolean el dinamismo que ha conducido a los avances humanos, económicos, científicos y técnicos. Creer en el capitalismo no significa creer en el crecimiento, la economía o la eficiencia. Con todo lo deseables que puedan ser, son sólo los resultados. En su esencia, creer en el capitalismo es creer en la condición humana.
Sólo unas páginas más allá, advierte:
Capitalismo significa que nadie está sometido a la coerción arbitraria de otros.
¿Cuántos fardos más puede soportar la gente a la que le saquean, arrebatan y destruyen sus propiedades impunemente al calor de una legislación que desprotege al propietario y estimula al ladrón a robar? ¿Es el canon al abandono o, en otras palabras, al castigo de aquél que no encuentra incentivo en hacer de su propiedad una fuente de riqueza, sólo un incremento del peso del fardo o un nuevo paquete a las espaldas? Si esto fuera suma cero, fardo que echas a uno, peso que le quitas a otro: por la buena intención de la equidad y la justicia provocamos una nueva inequidad y otra injusticia. Más libertad: se termina con la suma cero.



P.D.: tengo un librito de John Updike que relata un viaje a Etiopía. Aún está pendiente: me lo llevaré a Babia. Yo iba a mezclarlo todo con las mentiras que me cuenta mi memoria e iba a cumplir con Huevos. Pero es que no controlo mi destino.