lunes, junio 13, 2005

Mariano: el PP huele a rancio

El PP es un partido perdido. No sabe cuál es su ideología, pero la tiene. No lo sabe porque no hay en las declaraciones de sus dirigentes un sólo síntoma de reflexión intelectual sobre lo que son o lo que han de ser, para qué se presentan a la sociedad española, de qué la quieren convencer. Más dramático es de lo que quieran convencer a los habitantes de territorios de nacionalismo no español persistente y cada vez con más munición para volar España. La tiene, porque no es más que la correa de transmisión de organizaciones católicas integristas rodeados de unos cuántos buenos técnicos económicos. La manifestación por las víctimas, pase. Pudo hacerse mejor, pero pase. Lo de Salamanca con Ussía de cierre es un fracaso absoluto de imagen para el futuro: nadie con un sentimiento liberal y demócrata puede sentirse cómodo con lo que se ha visto. La cuestión no era el archivo y su coherencia, algo olía a reacción, a cacique de pueblo, a sacristía, a imposición. Si oponerse a los nacionalismos cuasitotalitarios de vascos y catalanes se hace con otro nacionalismo fanático de tradición cruel como es el castellano/español, esto se ha terminado. No será posible mantener una España coherente. Si la próxima para proteger a la familia (¿de qué? cuando aprenderán los líderes de la derecha a aceptar en público lo que sí hacen en privado: que cada uno hace con su cuerpo lo que quiere) tiene el mismo tono, estamos acabados: al final habría que votar a un PSOE cateto con la esperanza de que se mantengan Montilla y Solbes como mal menor. Puede que esta visión dramática del PP sea excesiva: no importa, lo que cuenta es que la percepción que se transmite es la de un partido caducado, el partido que olvidó que muchos votantes se negaron hacerlo durante años por el mismo olor que transmiten ahora, el del abuso, la imposición y la sotana.

Uno de los problemas de los españoles es que tienen miedo al contraste de opiniones y al debate porque en su fuero interno siempre implica violencia y enemistad. Sangre, si lo quieren llevado al extremo, memoria de guerra y venganza. Por eso cuesta tanto tomar decisiones sobre lo que se es y lo que no se es, porque asumir lo que se es puede dejar gente fuera y eso supone conflicto. Mariano: debes obligar al partido a que se defina de modo claro, no de modo encubierto. Si sois democracia cristiana, decidlo. Si el ideario social y moral de la iglesia católica es vuestro norte, decidlo. Somos demócratas, lo soportaremos. Si sois un partido liberal, decidlo y hacedlo. Si os oponéis al nacionalismo vasco, ejercedlo y demostrar lo que tiene de malvado y aceptad que sólo con el voto se puede tener la legitimidad de la nación, las banderas y el uso del poder. Pero no continuéis con esta senda en la que se echa gasolina a sentimientos rancios para una población que no se considera socialista y que el único alimento ideológico que tiene es recurrir a la memoria de aquello de una, grande y libre; a las procesiones y las ofrendas. Para muchos será imposible votar al PP y la posibilidad de ser aceptado por vascos y catalanes como alternativa democrática, imposible.

Y, además, es imposible ganar así las elecciones. Aunque suba el voto, no será bastante, el resto se coaligará para que os mantengais fuera de todas las instituciones. Aire fresco al partido, que durante un tiempo, justo antes del 96, lo tuvo. Hasta te creías que podía ser liberal (un poquito, una facción, pero algo lo podías creer).




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