domingo, junio 05, 2005

¿La Hora de Navarra?

Tanto la Ley de Amejoramiento del Fuero Navarro (vulgo, su estatuto de autonomía) como el Estatuto de Guernica prevén en sus textos la celebración de un referéndum para decidir la eventual incorporación de Navarra a la Comunidad Autónoma Vasca. No sé por qué nadie desde la derecha tradicional española no ha pedido que se celebre ya. Sí entiendo por qué nadie del mundo nacionalista vasco lo ha pedido: porque se perdería. En todo caso, el mundo abertzale ha exigido la integración de Navarra quieran o no sus habitantes. Para este blog liberal, este referendum es el mejor punto de apoyo para desde la Constitución y bajo el supuesto de que nadie puede ser obligado a elegir una patria, para poner al nacionalismo vasco en su sitio: sin Navarra, no hay Euskal Herria, no hay patria mítica. En el Liberal Vascongado nos llaman la atención sobre un artículo de El Semanal Digital en el que se anuncia, con cierto tono de alarma, las intenciones de Zapatero por convencer a Miguel Sanz, presidente de la Comunidad Foral, para realizar el referéndum. Iba a aplaudir a Zapatero, pero si es cierto lo que dice el artículo, de nuevo estaríamos ante un error. Zapatero habría tranquilizado a Miguel Sanz porque según él, el referéndum de anexión (este es el lenguaje de El Semanal Digital) se haría como una forma de cumplir con uno de los pasos acordados con el mundo abertzale para llegar a la paz: "hacer algo" con la cuestión navarra. No se trata de "hacer algo" como un gesto para seguir el camino marcado por la imposición nacionalista, se trata de la oportunidad de los demócratas de marcar su propio camino democrático en contra del nacionalismo totalitario: el referéndum navarro debería ser continuado con un referéndum en cada uno de los Territorios Históricos, verdadero sujeto político para la toma de decisiones y herederos de los privilegios (no tienen otro nombre) forales. Forzar la decisión de cada territorio es la primera victoria constitucionalista: frente a la teoría del nacionalismo vasco de Euskadi como sujeto político, se opondría cada provincia con elemento decisor. Así, una pregunta clara ("¿Desea usted que Álava permanezca vinculada políticamente a España?", por ejemplo, de la misma forma que se haría con Vizcaya y Guipúzcoa) dejaría las cosas en su sitio. Sólo dejando absolutamente diáfana la respuesta a la permanencia en España se puede poner límite al privilegio. Sólo si el nacionalismo vasco se encuentra con la mayoría de la patria mítica fuera (Navarra, Iparralde, Álava, ¿Vizcaya?) podría negociarse un estatuto de autonomía lógico y leal con el Estado. Y tiene más ventajas: el nacionalismo vasco disgustado podría pedir a sus huestes que se abstuvieran por considerarlo una encerrona, pero entonces nunca más podrían alegar que la Constitución Española no se aprobó en el País Vasco (una de esas mentiras repetidas a la manera de Goebbels para convertirlas en realidad). Tampoco podrían decir que se limita el derecho a la autodeterminación y otras pamplinas para el consumo de un electorado fanático. La democracia se basa en algo tan simple como "un hombre, un voto". Si no somos capaces de articular una solución democrática que rompa el discurso victimario y aprovechado del nacionalismo vasco nunca seremos verdaderamente demócratas. Y si la adhesión a España no tiene adscripción suficiente entonces es mejor terminar de una vez. ¿Es un precio político a la violencia? Realizado como en esta propuesta, nunca lo sería: se habría empleado la democracia para forzar las contradicciones (qué marxista suena esto) del nacionalismo vasco hacia un escenario político donde la imposición ya no es posible, ni para el nacionalismo español ni, por supuesto, el vasco. Debe ser la hora de Navarra.


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