domingo, julio 24, 2005

La trampa del lehendakari



"Esta es una reflexión que me gustaría hacer: las fuerzas que defienden el derecho a decidir suponen un 60% del Parlamento vasco."


Hoy entrevista El Mundo al lehendakari de los vascos (¿quién es vasco? ¿quienes son los que son vascos? ¿qué es ser lehendakari? Poner ese nombre acentúa el carácter mágico del nacionalismo vasco para lo que no es más que un "gobernador" de una entidad regional/federal). El resumen de todo es muy simple: pase lo que pase, se hará un referéndum, "una consulta democrática" lo llama, en el que la única y verdadera intención es autodefinir la relación jurídica del ente que se hará llamar Euskal Herria (que se definirá con enormes florituras para incluir a navarros, vascofranceses y lo que se pille) y España.

En esta bitácora, las reacciones más furibundas se han producido cuando este servidor de ustedes afirma que la única posible solución a las trampas ideológicas del nacionalismo, a la borrachera de poder local que es la invención de agravios y la reivindicación constante destinada a que el Estado exista pero no tenga capacidad normativa y ejecutiva, es la celebración de uno o varios referenda. Observen la cita inicial: el 60% del parlamento es gente que quieren derecho a decidir. Como ven, la sutileza consiste en no decir en qué consiste la decisión, porque ningún partido nacionalista con poder real puede ni se atreve a plantear la secesión directamente: se trata de tener la capacidad para plantear cualquier decisión, cuando me convenga, sin limitaciones ni precios a pagar.

Esa es la trampa del lehendakari y el PNV. Frente a la torpeza de batasunos y etarras, ingeniera jurídica y un liderazgo fuerte para imponer una agenda política y unas reglas para analizarla (eso de la imposición de España y demás hierbas). Por la estupidez, llamémosle constitucionalista o españolista, de pensar que someter la pertenencia a España a votación es una especie de tragedia en vez de la mayor fuente de legitimización de su existencia, y la única forma de forzar a los lehendakaris de todas las especies a tomar una decisión clara y terminar con la estrategia de destrucción gradualista de la realidad, nos vemos en este debate sin fin. La realidad es que no es mayoritario el deseo de independencia y, conscientes de ello, se trata de diseñar una estrategia totalitaria de imposición de una forma de ver el mundo, una lengua, unas relaciones políticas.

El memo del Gobernante, ese estúpido ignorante, ese encantador de serpientes que aparenta ser angelical y esconde un idealista totalitario peligroso (¡qué haría con mayoría absoluta!) jugará de nuevo a la bondad de la sonrisa, al abrazo y al pseudopacto, a las alianzas vacías de contenido en vez de tomar una verdadera decisión: poner la raya en donde empieza la España de los que quieren seguir siendo españoles y la de los que no. Y que se decida, porque seguramente muchos no querrán pagar el precio.

Les propongo a ustedes que para superar sus miedos a plantear "consultas democráticas" se hagan el planteamiento a la inversa del modo al que tradicionalmente nos lo hacen estos simpáticos muchachos de la raza, la cultura milenaria y el derecho colectivo: ¿qué condiciones mínimas debe cumplir un nuevo territorio que quisiera pertenecer a España para que lo haga? Aplique su imaginación. Y pregúntese la alternativa, ¿qué condiciones debe cumplir un territorio para que pueda escindirse? Aplique también su imaginación y su coherencia. De todo ello le saldrá que se deben respetar servicios estatales comunes o cierta forma de poder superior que coordine (los casos del prestige y los incendios son palmarios, el de la seguridad social evidente), le saldrá que si quiere marcharse hay que dejar algo (por ejemplo, la frontera debe restituirse con todas las consecuencias: humanas, laborales, de tratados internacionales, etc.)y el final le dejará muy tranquilo intelectualmente, sólo hace falta la valentía de poner las cartas sobre la mesa, algo que no ha realizado ningún gobierno constitucional desde que la constitución es la constitución.

En definitiva, se debe asumir que existe gente como Ibarreche, que se siente «vasco y nada más que vasco», y que está en su derecho. Hacerlo además con total honestidad de sentimientos, porque no puede ser democráticamente de otra forma. Y una vez asumido, basándonos en los mismos principios democráticos, hacerles comprender que estamos en nuestro derecho a poner condiciones a su permanencia en el estado con las ventajas que eso supone: ¿o por qué se creen que nadie serio pide la independencia como tal?. Y como son perspectivas distintas, lo absolutamente democrático es votarlo, tomar una decisión, pero no dejen ustedes que ese fanático peligroso sentado en la lehendakaritza decida qué es lo que hay que preguntar y cuándo mientras se construye una patria idílica llena de robles de guernica y chicos saharahuis adoptados que hablan euskera y superan así su pequeño defecto de no haber nacido vascos.

Si Rajoy tuviera huevos... (o si fuera liberal)




Technorati tags: , , , ,