sábado, julio 02, 2005

Escuchad el grito de la secesión, de la federación...

El provocador liberal, siempre fiel a su identidad, desenmascarando totalitarismos por doquier y a calzón quitado (ese Ernesto Guevara de ojos sellados) ha logrado hacerlo: dos posts sucesivos en favor del derecho de secesión puro y duro de vascos y otros elementos incómodos. Lanzas en pro de estructuras estatales diferentes aparecen en el siempre antinacionalista-ilustrado versión Javier Pradera diario El País que hoy se descuelga con un interesante artículo de Miquel Caminal (Todas las Naciones; lo siento muchachos, hay que pagá) del que destaco un párrafo que resume a la perfección el fundamento de su propuesta de estado federal (que de eso se trata): "La solución ideal pasaría por la separación entre Estado y nación, del mismo modo que en su día se acabó con la identificación entre Estado y religión oficial. Es evidente que esta solución exigiría también la separación entre autogobierno y nación. Porque no se puede exigir al Estado lo que no se quiere para el propio territorio convenido como nación". Fernando Neris Garrido, ese provocador, se pregunta por qué los nacionalistas no reclaman abiertamente el derecho de secesión.

¿Podremos abrirnos camino por la opinión pública española y de las autonomías varias por este camino intelectual, verdaderamente poderoso, el único que puede preservar España para quienes quieren preservarla a toda costa y para quienes desean que su vecindario no sea una versión moderna de Viriatos y Vercingetorix? Se trata señores de aceptar plenamente la capacidad de cada territorio con entidad administrativa (autonomías, provincias, municipios, condados de treviño) para decidir abiertamente su relación con otros territorios bajo ciertas reglas para la toma de decisiones. Yo creo que son de dos tipos: las procedimentales (que bien explica El provocador, un estilo quebequés) y las condicionales (qué mínimo establecen los españoles - o los autonómicos, los municipales... - que quieren seguir siendo España - o su tierra mítica, esa que habla euskera o catalán cuando pegas el oído al suelo - para que un territorio permanezca en él).

La practicidad de pertenecer a España - qué incómodo nos resulta pronunciar alto y claro el nombre de España, ¿verdad? - se impondría por lógica y nadie podría decir nunca que es una imposición. Los estatutos (o lo que sea si al final todo es federal) tendrían sus techos competenciales perfectamente definidos de antemano. Y sería moderno, liberal y estupendo para esa cueva de dinosaurios intelectuales que es el partido popular y esa otra caverna de catetos acomplejados que se creen avanzados que es la pseudo izquierda del PSOE. Oh, qué mundo tan bonito. No, los nacionalismos no son capaces de desnudarse y los supuestamente no nacionalistas son incapaces de jugársela para dejar desnudos a los robles vizcaínos, los abades de Montserrat, el caballo blanco de Santiago y paridas tan feas y actuales como ese remedo de bandera palestina que es el pendón de Extremadura.



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