Maragall, en TV3, según recoge El mundo de hoy: "tras la generalización del término nacionalidad, nosotros tenemos que decir que somos más, que somos una nación".
Es decir, que no se trata de un problema (el nacionalismo, la autonomía, el estatuto...) de cómo se regulan las relaciones de los ciudadanos, sino de un a ver quién es más, un cómo quedar por encima, un ser diferente a toda costa, incluso de la necesidad y la normalidad. Es por ello por lo que "el café para todos" no vale, porque no se trata de las posibilidades legales de mi marco jurídico, sino de ser "diferente", no igual en derechos. Uno se pregunta si, en el momento de desarrollarse los estatutos de autonomía, sólo se hubieran aprobado para Cataluña y País Vasco (verdadera razón por la que la constitución los recogió) ahora estaríamos viviendo lo que vivimos: la borrachera de reivindicación de poder local argumentándose opresiones e injusticias que, tal y como se cuentan, parecen atroces, mucho más atroces que el denostado franquismo.
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