lunes, enero 01, 2007

El fin del aprendiz, y la añoranza de Sam Seaborn



Observen bien esa fotografía incomprensible. Es el Presidente del Gobierno. Un extraño sujeto rodeado de extraños asesores incapaces de percibir, todos ellos al alimón, que resulta un fotografía poco agraciada, presta al chiste fácil de quien debe portar toda la dignidad de la institución que representa, que es nuestra, nuestro gobierno, nuestra democracia. La fotografía reside en La Moncloa.es

Observen a continuación el currículum que reportan de él los mismos asesores, que no tienen por qué mentir, que deben estar preocupados por la mejor imagen nacional e internacional de lo que he dicho, el primer ministro del Reino de España, la encarnación temporal del poder ejecutivo. Nuestro Presidente del Gobierno, da igual a quien hayas votado. Es tuyo. La biografía es como es:
  • Nació en Valladolid el 4 de agosto de 1960.
  • Casado, dos hijas.
  • Licenciado en Derecho por la Universidad de León.
  • Afiliado al PSOE desde 1979.
  • Secretario General de la Federación Socialista de León (1988-2000).
  • Secretario General del Partido Socialista Obrero Español y Presidente del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados (2000).
  • Elegido diputado nacional por el PSOE por León en 1986, 1989, 1993, 1996 y 2000.
¿Eso es todo? Es todo. En lo que sería la confirmación de un proceso de selección de las élites capaz de fallar en este nuestro país, lo que podemos comprobar es que hemos elegido (se haya votado a favor o en contra, hemos elegido, son las reglas iguales para todos) a una persona que no tiene experiencia significativa real en lo que importa: es decir, nunca ha manejado un presupuesto público, nadie le conoció de diputado (es decir, pocas cosas esenciales ha podido discutir o elaborar), nunca ha trabajado como una persona normal, no sabe lo que es ganar dinero en la calle ni como empleado ni como empleador. Nunca se ha sometido a la presión de un puesto ejecutivo. No tiene más méritos que cosas usuales. Ni siquiera sabe idiomas. Es en manos de este hombre en quien debemos confiar para tomar decisiones trascendentales sobre economía, política exterior, etc. No se le conocen viajes iniciáticos, ni aficiones relevantes.

¿Quiere decir que las tomará peor? Felipe no era mucho más en 1981. Es más, era menos. De hecho, aquél primer gobierno cometió muchísimos errores que hubo de rectificar. Fue famoso lo de Fraga: este gobierno sólo acierta cuando rectifica. Lo que es cierto para Felipe, Zapatero y quien quiera que sea en la vida cotidiana es que es más probable ejercer bien un puesto cuando se tiene la experiencia para ello. Los gobiernos de Felipe se conviertieron en una maquinaria espectacular de uso del poder y de eficacia en el manejo de la maquinaria político administrativa. De ahí salieron tipos de experiencia y talla singular: gracias a eso, José Luis cuenta con Rubalcaba, que nos caerá bien o mal, pero es un político de liga mundial. O Solbes. O en su día, Solchaga. Alfonso Guerra era mucho mejor, pues sin esas experiencias había hecho una batalla política interna brutal hasta llegar al Gobierno.

Muchos de los ministros de José Luis, no son mucho mejores. Con experiencias de poca enjundia y poco nivel (llevar la política de vivienda de una comunidad de un millón de habitantes y pasar a ministra... el Alcalde de Getafe tiene mucha más entidad como administrador de bienes públicos). Es decir, estamos frente a un Presidente del Gobierno aprendiz con un gobierno de semiaprendices, bien en lo político (Salgado), bien en la operativa (Trujillo). La ocultación masiva de todos ellos, las meteduras de pata y la irritación constante no son más que pruebas de falta de habilidad, de experiencia. Bono, que ya se sabe que no me gusta nada, era, es, todo lo contrario: un pedazo de político. Como Paco Vázquez. Y no porque sean de derechas sin confesarlo, es que lo son.

El puesto hace mucho. El tiempo en el puesto, si sobrevives, más. Si eres inteligente, y Zapatero, que no es tonto como muchos quieren pensar, simplemente tiene la osadía del que desconoce y la incompetencia del que no tiene experiencia, aprende y aprenderá. A conducir sus procesos políticos con la habilidad de un político. Si no es demasiado tarde. En el día de nochevieja murió el aprendiz. Ha nacido el senior. Seguro que, después de todo, malo no es. El problema es si ya es irreversible su declive político. O si hace de sus cenizas un liderazgo consistente. Por sus decisiones lo veremos.

Pero hay un mal signo. José Luis actúa demasiado. O actúa demasiado evidentemente. ¿Se fijaron atentamente en su discurso? En este extraño país, nadie se ha puesto a echar en falta la falta de preparación, la falta de perspicacia, la habilidad verbal de ese discurso. Estaba escrito sí, ¿por quién?, ¿cómo?. Ya ocurrió con el que dio en el Parlamento el pistoletazo de salida de esta negociación. Es muy extraño, porque creo que José Luis, como yo, es un fan de El Ala Oeste de la Casa Blanca y si alguna lección cabe aprender para la política española de esa shakesperiana visión de la política americana es una: ninguna intervención sin preparar, palabras que conquisten a la nación, buena redacción, buena inspiración. No es un desdoro que te escriban los discursos, es necesario. Es necesario invertir tiempo en formatear palabras y luego ensayarlas. Es lo único que tienes con tus votates y a quienes lideras, esos segundos de aparición pública. José Luis te pagamos para que nos lideres, no para que sepas de los temas. Eso requiere experiencia, sí, pero también sentido del estado, sentido de la conducción con un grado suficiente de consenso de un país, una nación.

Berlin Smith se infiltró cierta vez en cierto estudio de radio donde entrevistaban a José Luis. Noté algo que he vuelto a notar en el discurso del otro día. Algo que no se oía por la radio. Pillado casi de improviso con la primera pregunta, saltó en el el instinto de superviviente de su secretaría general de León, de conseguir candidatura en todas las legislaturas, de hombre gris hábil en las relaciones personales. Hizo una mueca, pasó un instante que pareció intensamente largo y elaboró una respuesta absurda y teatrera. En la radio no se veía el gesto. Fue sencillo: ante la pregunta de cómo iba todo, rápidamente dijo, en mañana de sábado, con el rostro sembrado de duda del que piensa que no sabe si agrada, que estaba en todo momento trabajando esforzadamente por España y sus ciudadanos. Era un sábado a las nueve de la mañana. Quiso vender una moto, se notaba, y uno no pudo dejar de pensar en la lucecita de El Pardo. El problema fue la mueca, el gesto, la sensación que transmitió de "a ver qué cuento que cuele".

El otro día volvía a sentir lo mismo. Se echaba un segundo para atrás, meditaba una centésima se le sentía rumiar "¿por dónde voy?" y soltaba cuatro frases huecas con el gesto de "te estoy vendiendo una". Los periodistas, tan temerosos del poder en este país, anduvieron lentos y lo dejaron escapar vivo. Menos mal que insistieron en que fuera claro. Eso sí, como muy educados. ¿Por qué en España no van los pesos pesados de la información a esas ruedas de prensa? En El Ala Oeste, esa ficción tan realista, C.J. no hubiera salido viva de una rueda de prensa como esa. Sobre todo faltaba Sam Seaborn escribiendo los discursos. O su equivalente. O un primer ministro que sepa que su trabajo es liderar la nación, no una facción de ella. Ahora, está sólo en el fracaso, cuando debiéramos poder ser una piña con él. Esa es la diferencia de lo que supone el liderazgo. Ante las grandes crisis es cuando se ve. No es el único: el hundimiento de Aznar el 11-M tenía las mismas características de actitud y de carencia de preparación para lo que importa.