miércoles, septiembre 27, 2006

Menos mal que nos queda Portugal


Todo el mundo está de acuerdo en que Berlin Smith es un inocente idealista inventor de juegos teóricos. Es verdad. Pero resulta muy entretenido cuando la realidad aflora posibilidades repletas de locura que yo sostengo que, bien analizadas por personas racionales, tienen mucho sentido.

Por ejemplo, eso tan divertido de la encuesta que dice que el 23% de los portugueses verían bien una unión con España. Y para colmo, verían la capitalidad en Madrid como la opción más lógica. Perdonen que no ponga el enlace, ya no sé dónde lo leí, pero es cierto como la vida misma. Digo que es un experimento, porque yo suelo poner como ejemplo para razonar sobre un acuerdo territorial partiendo de la base de que mañana Portugal quisiese ser "española".

Verán qué interesante es:

  • España muere, nace Iberia: El cambio de nombre tiene enormes ventajas. Ya no se puede odiar a España, decir que los españoles me invadieron, que laminaron mi lengua y mis tradiciones y todas esas lágrimas de cocodrilo de la metafísica nacionalista. Bandera nueva, ya no hay motivo de discusión sobre si la bandera española es molesta o no o si se debe izar o no: es nuevo y limpio. Todo el mundo queda aliviado, ya no tiene que ocultar que en lo más íntimo de su corazón España no le cae tan mal y lo que le jode es esa cosa de Madrid, con su poder y sus abusos. Cada día menos, por cierto.

  • Clarificación de la soberanía originaria y de las competencias exclusivas del estado: es claro que Portugal parte de una soberanía jurídica real a la que no estaría dispuesto a renunciar así como así. Eso implica blindaje de competencias y algunos derechos exclusivos en el ámbito cultural y linguístico. Catalanes, gallegos y vascos irían a toda prisa en pie de guerra para establecer su igualdad como naciones. Corriendo, la histórica nación andaluza, Asturias que-es-España, Aragoneses y riojanos, murcianos y gitanos, mallorquines, canarios y hasta las Azores pedirían equipararse. Ya está, estado plurinacional. Fíjense que hasta Gibraltar se puede apuntar. Pero será tal la descofianza de unos con otros que necesitarán un estado organizadito para tener equilibrio: pocas competencias pero sólidas. Lo del estado equilibradito es por los votos en el Consejo Europeo, que los de España y Portugal juntos son para tener en cuenta.

  • Selecciones deportivas: arreglado. Iberia puede aspirar a ser campeona del mundo de fútbol gracias a la selección portuguesa con algún añadido "español" (pocos, eso sí). También en baloncesto pero a la inversa. Con el hockey sobre patines, sería invencible. Ah, ¿qué queremos que cada federación elija lo que es mejor para ganar? Pues tampoco hay problemas ya. Puesto que el merdé deja de ser la nación, todas están reconocidas y no quedará diluida en la española (Ibarreche estará tranquilo, Aznar también: en el imperio español, como en tiempos de Felipe II, ya no se pondrá el sol), qué más da que Cataluña sea campeona del mundo de hockey. No habrá muchos más deportes serios en los que una especialidad particular sea más potente como "estado (con)federado" que en el conjunto de Iberia. Esa suite.

  • Lindezas: qué magnífica relación con Brasil, ese futuro El dorado de la economía mundial con permiso de la India. Portugal Telecom y Telefonica se fusionarían, consolidando más a esta última - la suma - como campeón nacional (uy, perdón, federal) de las telecos mundiales. Lo de Brasil no es bobada, pues está consolidando el castellano como segundo idioma (ah, los negocios): todo el mundo se beneficia, la industria editorial, la audiovisual, el petróleo... no sé cómo no lo ven. En el Parlamento, todos podrán hablar en su idioma, pero como dará igual, terminarán insultándose en castellano, que lo entienden todos, hasta los portugueses. En los menús del día españoles se aprendería a hacer bacalao dorado y nuestra felicidad sería mucho más completa.
Tómenselo a risa, pero observen cómo los vascos no son entusiastas del jamón español, que no existe, pero sí del ibérico. Con fundamento.


postdata: me doy cuenta ahora. Es un retorno al siglo XVII. Pérez Reverte sería un profeta y el intelectual invitado para leer el manifiesto de fundación.