lunes, septiembre 04, 2006

La reencarnación de Amedo o el elixir de la eterna juventud de Pedro J.


¿Es Trashorras el nuevo Amedo? Francamente, no tengo ni idea. Pero en el espectáculo de la vida cotidiana tengo años para decir que todo esto ya lo hemos visto y que nos cansaremos de escucharlo:
  • Las entrevistas por entregas con sucesivos titulares perfectamente calculados: la tirada del periódico extraordinariamente favorecida por sucesivas bombas que sirven de desayuno a las tertulias de bronca infinita. Para el diario rival y para el partido del Gobierno, una estrategia de desestabilización calculada para retirarlos del poder

  • Pedro José y sus muchachos buscando cualquier hilo suelto para convertir la conjetura, incluso la sospecha razonable, el dato llamativo y la contradicción manifiesta en cuasi verdad: verdades que pueden hasta saber previamente y no pueden técnicamente publicar, verdades que terminan siendo y no se conocen y pura y simplemente humo.

  • La espiral de silencio de las televisiones y la prensa internacional, lo que publica ese diario sensacionalista no puede darse por bueno. Y puede que al final, no haya más remedio que citarlo, aunque sea porque es la misma agenda política.

  • Las contrainvestigaciones y contrareportajes de El País negando la posibilidad más ínfima de que nada se salga del guión del Gobierno. O lo que le cuenta Rubalcaba por las noches a Juan Luis. O lo que le cuenta comiendo Clemente Auger a Javier Pradera.

  • Alguien un día se inventará un nombre nuevo para decir lo de crispación.
Pero tengo la sensación de que Trashorras no es Amedo y que la historia es más endeble. Que Zapatero no es Felipe y no puede ser X, Y o Z. Que a Pedro José, que siempre sintió la iluminación de Woodward y Bernstein en forma de Buda con vistas a la estatua de Lincoln en Washington D.C., le gusta casi más que vender periódicos jugar a que la vida es como en el cine. ¿Queda margen para creer que todo será al final tan verosímil como lo fue la instrucción final de Garzón? La heroica firmeza de los periodistas contra viento y marea puede que al final sea recompensada con el reconocimiento de que, es verdad, que no les tomábamos suficientemente en serio.

Los que se están tomando como religión la seguridad absoluta de que el Ángel Vengador que destruyó los trenes es necesariamente un golpe de estado deben tener cuidado: es cansino el asunto, pero mírese que por muchos agujeros que aparecen, no se ve luz en el túnel: ni aparece ETA más que con trazas circunstaciales ni se llega a una conclusión lógica de conspiración policial, a más cuando sus jefes eran los señores de la oposición actual. El GAL era otra cosa. Pero seguiremos viendo el ruido ascender, lo que no sé es si la sociedad llevará en volandas la historia hasta la casi evidencia de lo que no pudo ser de otra forma como sucedió con la denominada guerra sucia.