sábado, septiembre 16, 2006

Matizando


Me desdigo: había dicho antes que con la cita de Ansón, finiquitaba las secuelas del asunto Rubianes. Les ruego me disculpen: estando de viaje, como les dije, en un lugar falto de internet en condiciones y a prueba de teléfonos, me anoté dejar aquí un artículo preciso, sucinto, simple y brillante como tantas veces es capaz de hacer Elvira Lindo. Lo voy a poner enterito, aunque venga Cebrián y me diga que no puedo. Se llama Matizando y matiza muchas más cosas:
No todo Madrid hubiera ido al Teatro Español a proferir insultos y amenazas contra una obra dirigida por el señor Rubianes. Muchos creemos que estrenar su obra hubiera sido la respuesta educada a su exabrupto. No todo Madrid llamó al Teatro Español para amenazar, fueron aquellos que arengados por los que estimulan a diario el odio y la bronca están deseando remangarse la camisa y gritar "¿a quién hay que partirle la cara?". Muchos seríamos incapaces de amenazar a nadie en nombre de una España que no tiene dueño, que es para todo el mundo que quiera pisarla. Pero no todos aquellos a quienes molestaron las declaraciones de Rubianes son fascistas. Molestaron también a gente sensata, que teme que el país confunda ese tono cuartelario con el ejercicio de la libertad. No todos los cómicos son malhablados, los hay incluso a los que les molesta que se pueda entender la chabacanería como algo consustancial al oficio. No hay mucha gente que pida disculpas en este país. De modo que si alguien las pide, como las pidió el cómico Rubianes, hay que aceptarlas; se entiende que en la disculpa hay incluido un propósito de enmienda. No todos los centros públicos han de estar sometidos a la intromisión política y menos a la presión popular. Los teatros tienen un director, al que ha de concedérsele toda la confianza. No todos los teatros públicos tienen un director tan competente como Mario Gas. Sería un mal precedente que asuntos como estos minaran su energía. No todos los políticos nombran a profesionales de otro sesgo político al suyo para puestos culturales. Eso es habitual en cualquier democracia pero no en la nuestra. Nuestra idea de la política es que llegas y colocas a tu colega, aunque sea un zoquete. Por tanto, el hecho simple de que Gallardón tenga a alguien como Alicia Moreno se convierte aquí en algo extraordinario, que hay que aplaudir. Y no entiendo por qué "la memoria histórica" está sirviendo, sobre todo, para trufar cualquier debate de expresiones guerracivilescas: fosa, revancha, poeta asesinado, paseo, 36, dos Españas. Aunque sintamos la tentación de acicalarnos con los méritos de los muertos deberíamos ir abandonando esa costumbre tan inquietante. Se está empezando a popularizar y nuestra convivencia puede acabar resintiéndose: ¿a nadie le importa?