martes, mayo 09, 2006

El Club de la Comedia



Otegi organiza un acto de contrición. Elige las palabras con cuidado: los tipos desprenden humanidad, ahora han descubierto que no tienen toda la razón y que el resto del mundo también sufre. Yo no sé si se han dado cuenta, pero es como admitir que son cortos de entendederas porque el asesinado no sufre, no se ha enterado, pero las viudas sufren un rato largo. Los secuestrados, de por vida. Los chantajeados, cada hora. Y forma parte del acervo común saber que cuando la gente muere (especialmente a tiros o reventados por bombas), la roban, la amenazan, le queman la casa, la tienda y los bienes, cuando caminas escoltado vayas por donde vayas sin poder bajar a jugar con tus hijos al parque... pues se sufre. Malo en los dos casos: si no lo sabías eres tonto, si lo sabías tu sitio es Alcalá Meco. Perdón, Martutene, que en la cárcel lejos de casa (unas horitas de tren) se sufre una barbaridad. Y tus primos, ni te cuento lo horrorosa que es la excursión a Guadalajara.

El primer monologuista se ha retirado del escenario. Sube el segundo.

El señor Blanco dice, automáticamente, que es un acto de eso mismo, de contrición. Ha elegido, en cambio, mal el momento. Tiene tanta prisa que denota que sabía que Otegi iba a aparecer por ahí en cualquier momento con su pena y su comprensión y se siente que el monólogo no es espontáneo, sino que tiene guión. Por supuesto, hombre, nadie improvisa, pero la gracia está en que te crees que improvisa.

Bueno, todo esto es porque se supone que fabricando salchichas se termina uno tapando la nariz. Por el bien del banquete. Cocina vasca, hayla, y esa suele defraudar poco al comensal. La Guía Michelin está expectante.


P.D.: el guión de la función lo cuentan en El Confidencial de hoy, no se lo pierdan.