Lo más idiota que recuerdo de la política española es a Joaquín Leguina estrenando el himno de Madrid. Leguina se aprendió de memoria unos versos ridículos que le pasó Agustín García Calvo, que cobró la honorífica cantidad de una peseta por la magna obra, y los cantuvo con la composición musical que hizo alguien. Imagínense un chunda, chunda, teniendo que entonar algo como esto:
No voy a ser menos
¡Madrid, uno, libre, redondo
Autónomo, entero!
El desconcierto intelectual que produce el nacionalismo tiene un gran provocador en la izquierda oficial española. Puede que por esa tradición del anticolonialismo, de la liberación de los pueblos, tengan esa querencia a la prevalencia de los derechos indígenas, tantas veces contrarios a los derechos de los individuos: PSOE y PCE se lanzaron en una espiral en contra del poder ¿de la derecha? durante y tras la transición para inventar pueblos donde no los había, emular los mismos cuentos de los nacionalistas y copiar sus entidades: himnos, banderas (¿nadie cayó en la bandera de Extremadura es como la de la OLP para Palestina?).
Es decir, se olvidaron de la patria de los ciudadanos por aquello de que la descentralización como concepto era una idea presuntamente más justa que la centralización. Eso es porque no eran franceses: se puede ser tan demócrata con una cosa o con la otra, es un problema de eficiencia y cada momento histórico, por las condiciones tecnológicas y sociales, pueden hacer una cosa u otra más eficaz.
Al final, el 2 de mayo se recuerda como rebelión de los madrileños por la independencia de España. Debe ser el único sitio de este país donde una fiesta local está referida a un hecho de la identidad general. Probablemente el único donde la ofrenda floral de rigor incluye una bandera española con la local. Y los madrileños, mientras, de vacaciones. Sus políticos, jodidos por tener que ponerse la corbata y quedarse al canapé en pleno puente.
Como ven, todo lo que tiene que ver con la identidad en España es un absoluto fracaso. Y un absurdo.
Tags:
|