domingo, mayo 21, 2006

Un país de dibujos animados


País: "nación, región, provincia o territorio". Quizá nos hubiéramos ahorrado mucha polémica si el Estatuto hubiera definido a Cataluña como "país", pues cada uno hubiera interpretado en correcto castellano que puede tratarse de una nación o de una región y todos tan panchos. Sobre todo porque en catalán admite los mismos términos y, mirando el diccionario, se encuentran acepciones diferentes a las castellanas que, sin duda, están repletas de respetabilidad:
2 Territori propi d'una ètnia determinada. El País Basc, el País de Gal·les, els Països Catalans.

3 Territori i població d'un estat independent.
Como pueden ver, se comprueba que el Gobernante buenísimo no es tan buen negociador como dicen sus hagiógrafos, porque habérsele escapado esta solución tan poco chinchosa no demuestra la creatividad poderosa que se requiere para ser un negociador ilustre. Por cierto, tampoco se le ocurrió a Maragall que es todo un creador de ilusiones.

Pero de ahora en adelante, en esta página, que es bien plural y abierta de mente denominaremos a Cataluña "país" porque así está garantizado que se conjugan todas las sensibilidades. No me negarán que me está quedando un prodigio de lenguaje de lo más correcto políticamente hablando. Dejo para otro día la carga ideológica del diccionario: territorio, etnia, población e independencia sutilmente identificados. No sé qué hubiera dicho Pla, quien gustaba de ver el país con ojos de pagès.

Y ya que me pongo filológico es entrañable comprobar una definición que encuentro de dibujos animados:
Los que se fotografían en una película sucesivamente y que al ir recogiendo los sucesivos cambios de posición imitan el movimiento de seres vivos.
Así, un país de película de dibujos animados es uno en el que sus personajes imitan a los seres vivos, que si se trata de personas y no de animales se supone que imitan los actos de seres racionales, pero al imitarlo se deforma la realidad de una forma generalmente cómica. Vamos, como Shrek. O como un político, cuyo trabajo es cambiar de posición haciendo que parezca verdad.

La película de anteayer, me pareció fascinante. Maragall, que haría muy bien de rey de cuento, se enfrentó al respetable y entregado público en defensa del nuevo milagro estatutario:
Maragall defendió el Estatuto porque, fruto de las nuevas competencias que otorga, se pondrá coto al victimismo."Se habrá acabado utilizar la coartada de que Madrid no nos deja hacer esto o lo otro".
Esto, señores, lo dice el mismo caballero (dicen que andante, porque se va) que sugiere que debe reeditarse el tripartito con Esquerra Republicana, un partido que se presenta como víctima del Estatuto y que presenta a Cataluña como la víctima de un estado que no le deja tener el suyo. O no sabemos si habla en nombre de CiU, que ya ha dicho que está bien, pero que no es bastante.

Lo críptico y lo encantador se mezclan a partes iguales:
Y, olvidándose de las críticas que él mismo ha hecho alguna vez al redactado estatutario, calificó el texto de "ambicioso" porque "otorga 50 nuevas competencias a Cataluña, el 50% más de inversiones del Estado y porque somos una nación". Ante las exclamaciones en clave de duda que levantó esta última afirmación aclaró: "Aunque no una nación cualquiera, sino una nación que pone por delante a las personas"
Me corroe la duda por saber qué ha querido decir el reportero con eso de las exclamaciones en clave de duda del distinguido público. Lo digo porque es de El País, que se supone que entienden de todo esto. Y me pregunto cómo son las naciones cualquiera y qué personas va a poner por delante. Lo digo porque el Zapatero vengador afirmó con rotundidad en el mismo espectáculo que este Estatuto "por primera vez equipara el catalán con el castellano". Ah. Como resulta que la única lengua propia es el catalán, pues no me parece a mí que sea lo mismo. Como se dice que las personas están por delante de la nación, uno se pregunta qué pasa con las personas que tienen de lengua materna el castellano y resulta que no son inmigrantes ni nada de eso, sino ciudadanos con DNI y pasaporte de ese país (lo ven: país es perfecto, nadie puede decir que no digo lo que le interesa).

Verán ahora que el reportero es un tipo con gracia, porque remata la jugada con cosas como ésta:
Tampoco hubo referencias a lo dicho por Maragall el pasado jueves en el sentido de que si Zapatero pactó el Estatuto con el líder de CiU, Artur Mas, fue porque "confunde Cataluña con el nacionalismo"
El otro día me di una vuelta por los artículos que el señor Maragall ha publicado en los últimos veinte años o así en El País, algunos muy sonados y hasta ilusionantes, se lo juro. Una observación que sólo puede demostrarse con un estudio detenido que no voy a hacer y espero que me crean, es la de que a medida que nos acercamos en el tiempo (es decir, desde los ochenta hasta los dos miles) se produce una mutación en el lenguaje: donde antes escribía Cataluña, después escribe Catalunya. Esa manía que tienen los periódicos de Barcelona escritos en castellano de referirse a Cataluña como Catalunya cuando el término castellano es perfectamente claro, evidente y, sobre todo, existente: espero que nadie venga a afirmar que tal producto no es propio de una firmación étnico-cultural: creo que ningún periódico catalán escribe United Kingdom cuando se refiere al Reino Unido, un país con castillos, reyes y princesas que no parece ser de cuento.

Y no podía faltar Montilla, la herencia charnega del surrealismo catalán, que proporcionó una memorable faena, de esas de dos orejas y rabo:
Montilla se dirigíó a los electores de ERC, para muchos los auténticos destinatarios del polémico eslogan socialista. "Cualquier independentista catalán debería votar sí para no parecerse al PP"
No sé qué les parece, pero un independentista lo que tiene que hacer es votar por la independencia y no por un estatuto. "Para no parecerse al PP". Esperpento ideológico e intelectual: una opción personal del votante convertida en un parecido poco respetable. O eso o que Montilla prefiere la independencia de Cataluña a que gobierne el PP. Sólo nos falta Pujol paseado encima de un escudo por la tribu.