Route 101. El sentido métrico intrínseco a la mente norteamericana (¿protestante? ¿sajona? ¿judía? ¿científica?) lleva a que se busquen indicadores de todo lo que verdaderamente importa. Nada de opiniones sin fundamentar, busquemos hechos. Is the bubble back? La Web 2.0 está ahí y el capitalismo en acción, con su posible reinvención del efecto fiebre del oro que ya se vivió en la gran explosión de internet, parece que regresa a toque de corneta.
La distancia entre Berkeley y la sede central de Oracle se recorría en los años de la burbuja en 100 (cien) minutos. Tras su estallido, el trayecto se realizaba en 50 (cincuenta). En este momento, los sabios dicen que en 70 (setenta). Se contaba en The Economist el pasado 13 de mayo (fíjense como me pongo al día).
Pero lo grande es que chavales con talento y buenas ideas encuentran un torrente de capital a su servicio. Los mejores pueden ser ricos antes de los cuarenta (aviso a mis lectores socialdemócratas: hacerse rico no es malo, sino todo lo contrario) y lo estupendo visto desde este extremo del Mediterráneo, es que no lo hacen recalificando suelo y poniendo ladrillos, no se hace poniendo buenas mentes al servicio del mejor método para colocar la coima al alcalde o al concejal.
He visto en mis manos fracasar buenos y excelentes proyectos. ¿Razones? Siempre hay más de una, pero en nuestro capitalismo raquítico de innovación encuentro algunas muy presentes: la falta de espíritu verdaderamente inversor, absolutamente ligada a la desconfianza - el temor al robo - y la ignorancia, más una tendencia desproporcionada al ego, a la renuncia a los equipos de trabajo y el gusto por el poder y la figuración tanto del innovador como del capitalista. Los muchachos de Silicon Valley triunfan en un entorno completamente inverso: para conseguir el dinero saben que tienen que construir equipos con las capacidades y los talentos correctos y que frente al dinero de riesgo se está desnudo: sólo el mérito se impone. Aquí pensamos en los colegas.
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