martes, octubre 10, 2006

Razonamientos invertidos


Dice Federico en su columna de hoy ($) en El Mundo:
La selección política de cualquier nacionalismo privilegia los sentimientos frente a la razón, la fuerza frente a las leyes, la tribu frente al individuo, el pasado inventado frente al presente real. Por eso el fútbol, escuela de forofismo y de incondicionalidades, es la universidad del nacionalismo. En rigor, nunca pasan de ahí: del forofismo político, pero tampoco salen de él.
¿Puede entonces decirse que la selección española - porque Federico habla de la vasca y la catalana - peca de lo mismo: forofismo, tribu e inventos? Si no es así, quizá entonces habría que pensar que es bueno que la selección española sea poco interesante. Vamos, que ni gane ni entusiasme. Así nos resguardamos de la aldea irreductible, los forofos y las leyendas: el gol de Marcelino, a la porra. El de Zarra, un vasco en la corte del rey Francisco, enterrado. Y el gol que falló Cardeñosa y que Pujol nos contó que padeció ante la realidad entrañable que era España, olvidado de puro fracaso.

Pregunta para amantes de la competencia: supuesta la lealtad al entramado estatal/constitucional ¿tiene sentido que los ciudadanos puedan adscribirse a la identidad que más les plazca para saciar su necesidad interna de pequeños mitos, leyendas y gritos en el sofá? Estarán de acuerdo conmigo en que el fútbol sin sofá, gritos y sin alguien a quien abrazarse (o llorar) es bien poca cosa. Segunda pregunta - completamente teórica, ya saben como soy - para amantes de lo competitivo: si se demostrase que España como conjunto maximiza el número de victorias internacionales dejando libertad para que las federaciones elijan su forma de representación, ¿tendría sentido?


P.D.: Las crónicas antiguas dicen que Pujol se puso muy nervioso al ver que el Camp Nou gritaba España, España cuando en los Juegos Olímpicos de Barcelona, la selección española sí hizo algo.