miércoles, octubre 11, 2006

Exterior


Le debía una, Don Güevos. Usted, siempre diligente, me proponía hacer en este también su blog una entradita para comentar la política exterior, como concepto y como desatino de ese gran Neptuno del poder que es José Luis.

Lo venía insinunado en alguna otra entrada, pero ayer una noticia daba la excusa perfecta para hacerlo. ¿Que el servicio mundial de la BBC, pagada por el Foreign Office, vaya a iniciar un canal de televisión en farsi es motivo de reflexión? A mí, sí me lo parece, porque es un detalle que deja traslucir un concepto.

Los británicos tienen claro que la influencia es un valor decisivo en el mundo. Nosotros, les hemos copiado como han hecho otros, del British Council se pasa al Instituto Göethe y nosotros tenemos el Cervantes: se supone que un arma de difusión de la cultura española y que debe servir al esfuerzo diplomático y, por ende, comercial. Asegurarte de que las élites de un país están familiarizados con tu lengua, costumbres y tradición cultural es una buena forma de conseguir que tus postulados sean entendidos y que tus empresarios vendan más. Si España tardó en entender esto (no estoy seguro de que lo haya entendido del todo, desde luego a nivel popular, no), no ha entendido, por ejemplo, qué debería hacer TVE para justificar, si es que es justificable, su papel público.

CNN en español (no confundir con CNN+) es el líder de influencia en América Latina. Los dirigentes latinoamericanos acuden allí y no al canal 24 horas de TVE para hacer sus anuncios. Es decir, que las élites latinoamericanas prefieren acudir a una empresa privada norteamericana como primera fuente de noticias "serias". Sumen dos y dos: los británicos han construido un canal para influir y no para rellenar. Influencia es distinto a propaganda, sólo se consigue con credibilidad informativa, es decir, buenos periodistas trabajando con independencia. Una empresa privada americana tiene claro cuál es su público. Vete y quítaselo ahora, que vas a sudar, aunque sería una obligación intentarlo. Mientras, tiramos millones en televisiones públicas que emiten lo mismo que Telecinco y/o hacen propaganda y adoctrinamiento de la población española para los intereses partidistas.

Uno no es tan ingenuo como parece y sabe que impedir que un político no pretenda adoctrinar es una quimera. Pero el astuto e incompetente leonés que dirige nuestros destinos no ha tenido una sola indicación ni referencia sobre el único papel que estoy dispuesto a aceptarle a una televisión pública pagada por el estado si es que no me queda otro remedio: dar una visión del mundo desde España dirigida a la élite internacional, especialmente a aquélla donde están nuestros mercados prioritarios. No es sólo el castellano, son las ideas y las imágenes: China popular mantiene un canal en inglés excelente (quiero decir que la manipulación de las noticias está muy bien hecha), Corea emite en castellano para América Latina, Rusia paga un canal en inglés 24 horas que cómo está hecho de bien... Mientras, nosotros tenemos el canal 24 horas que no se sabe para que está más TVE internacional, ese bodrio, a la altura de la programación internacional de la RAI, un raro récord latino de mediocridad.

Si José Luis no tiene en su mente esta preocupación, que no es baladí en su discurso de alianzas civilizadas, productividades y moderneces (debiera ser consciente de que su rara política internacional necesita, aunque sea, un defensor ante los ojos atónitos de los que saben), no cabe esperar mucho del grado de información, conocimiento y razonamiento con el que ha desarrollado estos dos años y medio de desastre internacional: a Aznar, Felipe le juzgaba por la influencia perdida en Europa. Luego fue mentira. Si España ha perdido influencia en el mundo ha sido con José Luis. Y les diré por qué: una política exterior debe ser coherente entre cambios de gobierno. Tiene sentido: los intereses de un país cambian poco, deben ser claros. Pueden variar las estrategias, pero las grandes metas deben ser nítidas para toda la sociedad: partidos, empresas, sindicatos... Mejor no les cuento cómo enfoca el MI5 los intereses de las empresas británicas. Aznar montó el Elcano, José Luis lo ha politizado.

Miren: el comercio español, si no ha cambiado mucho, está vinculado en un más o menos un 75% a la Unión Europea. Es decir, que España debe cuidar mucho sus intereses y sus relaciones con ese motor (Francia y Alemania son el grueso de ese 75%). Sin embargo, las posibilidades de crecimiento acelerado para las empresas españolas a nivel internacional se basan en la lengua castellana, su penetración en EEUU (tan pendiente de explotar, ¡qué política hay para esto!) y en tener presencia en Asia. Al mismo tiempo, a España le interesa una Europa muy abierta donde sus empresas puedan correr asumiendo su ventaja de costes y sus menores cargas sociales tomando posiciones en Europa del Este. Para eso hace falta una Europa más británica y menos franco-alemana.

Aznar llevó la primacía hacia el eje Atlántico de forma probablemente demasiado acusada. Se equivocó en las Azores y se equivocó en Iraq. Pero no andaba desencaminado en desarrollar alianzas nuevas. Zapatero ha querido cambiar el eje ejerciendo antiamericanismo: una cosa es el seguidismo y el entreguismo, y otra que nuestros intereses exigen una relación muy profunda con EEUU. Como ni los EEUU, ni los británicos, ni la UE regalan nada, nosotros tampoco. En definitiva se trata de seguir un camino de equilibrios, delicado, que debe jugarse con precaución y teniendo muy claras las metas. Gritar ¡paz! es muy bonito, pero suele ser más práctico callarse y hacerla donde se debe.

El problema de la forma de conducir la política exterior de Zapatero es que arruina la credibilidad del país. Las cancillerías extranjeras ya sabían, pero han confirmado, que la política exterior española está llena de vaivenes según el partido que gobierne, lo que nos hace poco fiable como socio de largo plazo. Ese es el mayor daño de la política de Zapatero, la falta de sutileza y la confusión de sus prioridades personales con los intereses del país: se podía haber ido igual de Iraq yendo primero a ver a Bush, haciéndose la foto, explicando que tiene un compromiso electoral y haberlo cumplido pactadamente de la forma más interesante para todos: sin hacer daño a las posiciones norteamericanas, cumpliendo con el país y preservando los intereses de largo plazo. Por no hablar de la forma de conducir la inmigración, la Constitución Europea y otras lindezas basadas en miradas brillantes hacia el mundo que no se corresponden con la de los profesionales en política exterior.

Es su turno, Don Güevos.