domingo, octubre 01, 2006

Momentos estelares de Ibarra: parte segunda



El misterio de la negociación del Estatuto Catalán, al fin resuelto:
Zapatero no ha explicitado la visión que pueda tener respecto del modelo de Estado...Es que ése es el problema. Pero me temo que Zapatero se haya planteado el debate territorial a partir de una regla de tres muy sencilla pero demasiado simple y equívoca: ...oiga, la descentralización ¿ha ido bien para España?: sí; ¿ha ido bien para los territorios?, sí. El traspaso de competencias ¿ha ido bien para los territorios y para España?, sí. Ergo, cuanto más descentralización y más traspaso de competencias, mejor para España. Esa es una conclusión fácil pero equivocada, muy equivocada.
¿Se refiere, como en la primera parte, a transacciones sin compromiso por el proyecto? El que me siga con frecuencia conoce mi opinión: no es un problema de modelo de estado, sino de compromiso con el modelo de estado, es decir, el respeto al statu quo. El Gobierno de Navarra es inequívocamente leal al estado, el Gobierno Vasco es inequívocamente contrario a la mera presencia del estado. Y ambos tienen estructuras jurídico-políticas similares. Si se acepta que el estado (central, se entiende) debe existir, ¿es la transacción de una cosa por otra la política lógica o corresponde pedir adhesión leal a una idea antes de discutir la transacción? Quizá a eso se refiere Ibarra con lo que sigue:
P. A lo mejor sería bueno que Zapatero definiera claramente su proyecto de país...

R. Sí que sería bueno, y muy necesario, que el presidente definiera su proyecto de país; sin duda. ¡Pero Zapatero y todos los demás! Todos los partidos renunciamos un día a nuestros programas máximos. Todos, menos los nacionalistas, que nunca han renunciado a nada... Él dice que la diversidad hay que reconocerla y que está muy bien que seamos un país plural...Pero yo creo que él no utiliza bien la palabra plural, plurales somos en este país desde que se hizo la Constitución... Lo que nos distancia es que él ha nacido en una España descentralizada y cree que teniendo menos competencias el Estado sigue igual de fuerte.

P. Entonces ¿en qué se está equivocando?

R. Pues en que todavía no hemos sido capaces de definir, con claridad y sin complejos, cuáles son las competencias, las responsabilidades, que un Gobierno central jamás, jamás, puede ceder. En este proceso de clarificación de la naturaleza del Estado el PP no ayuda nada. Se pasan la vida anunciando catástrofes que nunca suceden y provocan el recelo de la gente sensata... Además no tienen vergüenza, porque cuando alguien sale, como yo, defendiendo ideas como las que yo defiendo, enseguida salen diciendo: "Ibarra es de los nuestros". Pero...¡antes de que me confundan a mí con Acebes estoy dispuesto a callarme mil veces!
La ventaja de este planteamiento, para mí es evidente: no es una formulación nacionalista, no se basa en la identidad ni en una idea de país basada en la raza o la lengua, en ninguna esencia. Luego, a Ibarra se le puede ver envuelto en una bandera española, pero eso es igual de moral que envolverse en una bandera vasca. Pero la pregunta es dónde reside la delgada línea entre identidad privada y nacionalismo público: la ventaja o el inconveniente del nacionalismo vasco y catalán es que es rotundamente obvia, pero que en el nacionalismo español sólo puede ser sutil por pura desactivación del discurso. ¿Qué hay de nacionalista en esto que dice Ibarra?:
... Es que si soy un patriota español es porque en la dictadura me negaban ese derecho porque yo era un rojo, y ahora que puedo serlo algunos me tachan de talibán. Mire, la cosa es mucho más sencilla: yo quiero un Estado fuerte porque mi región, que es Extremadura, necesita un Estado fuerte. Y, sí, soy un patriota. Porque a mí, si me quitan la patria, me dejan sin nada.
Sin nada: eso es melancolía nacionalista. Que puede ser inofensiva. Estado fuerte: una opción. Región: un territorio que no aspira a ser su propio centro, otra opción. Tiene la virtud de que hay que enfocar el problema por las decisiones básicas: ¿ a qué están ustedes, caballeros de la nación vasca y catalana a renunciar por permanecer en España? ¿Desean hacerlo? ¿A que están ustedes, caballeros de España, a renunciar porque España sea la España que tan familiar resulta al ver el mapa y considerar el bacalao al pil pil una cosa inevitablemente de casa?

Es bien cierto que si alguien ha renunciado profundamente a creencias arraigadas, sería lo que puede llamarse nacionalismo español. Pero el problema de la renuncia no reside en lo renunciado, sino en el desconocimiento del destino, de ignorar sí lo que les proponen es la saciedad de un sentimiento arrugado, la incertidumbre de desconocer cuál es el límite del hogar. La pregunta incorrecta para la política diaria sería, y no la hace Rajoy, ni la hace José Luis, ni siquiera la hacen los periódicos, tampoco Ibarra, es algo como pudiera ser esto:
Llámeme nacionalista español si quiere, pero en treinta años he tenido que ver derrumbar mis mitos, aceptar otras creencias, otras lenguas; a hacerlo con afecto, incluso, a pesar del desconocimiento inicial. Me gustaría saber a qué parte de sus mitos, de sus creencias y sus afectos están dispuestos a renunciar si es que es verdad lo que ustedes dicen de que su propósito no es desmembrarse de España. Porque si es éste, no merece mucho la pena hablar de competencias y estatutos, merece la pena discutir la adhesión sin paños calientes, sin miedo a las consecuencias pero conscientes de la trascendencia que supone: es un juego de dos lados.
Alguien dirá desde los comúnmente llamados nacionalistas que la renuncia ya se ha hecho y que no han sido las concesiones españolas, como digo, con afecto, sino producto de una presión ante una fuerza avasalladora. Y es otro ángulo de la verdad. Pero España ya no es una fuerza avasalladora, es una fuerza a la defensiva, para bien o para mal y pendiente de definición. Mi reiterado interés en la claridad canadiense, que tanto se me reprocha, viene por ello: permite discutir la identidad, la pertenencia y la nación centrándose en sus elementos jurídicos y no en la nación cultural, linguística, tradicional y legendaria. Y es biunívoca: vale para el que se cree patriota español, como Ibarra, como para el que se cree abertzale de corazón, como Ibarreche.