lunes, octubre 09, 2006

España 2.0


El fútbol es probablemente el último reducto de la mediocridad y el complejo de inferioridad español. Es intrascendente que otros, baloncestitas, corredores de coches y motos, zaras y mangos, santanderes y ferroviales, sacyres intrépidos al amanecer y otras singulares experiencias, como la calidad de los trasplantes, hagan un país del que se puede uno sentir razonablemente satisfecho: el fútbol, por sentimientos, gritos y colorido, es lo que más se parece a la patria.

Mientras, no los resultados, sino las sensaciones, deprimen al españolito medio. Las otras patrias y equipos que creen que lo pueden hacer mejor (de lo que cabe una duda más que razonable) se aferran a su esperanza e ilusión: ah, estos hombres modernos de la España de hoy, por mucha derrota intelectual de los nacionalismos que podamos contemplar, el folclore tira mucho más: es como jugar al fútbol y ganar.

La culpa no es, como dice El Mundo de José Luis y los ánimos que da o ha supuestamente dado a la euforia independentista: esa está ahí, no se sabe cuántos son ni los que podrían ser, lo que se sabe es que son. Y los que son, tienen poder. El error de José Luis ha sido no enfrentar este problema para enfocar a el(los) país(es) a una verdadera decisión: no hay más remedio que elegir cuál es el destino final de este viaje y, sin elegir el billete, ¿qué sentido tiene seguir discutiendo quien gestiona los aeropuertos?.

Mariano y José Luis tienen los dos un serio problema. Más grave será si CiU gobierna con ERC. Se tienen que inventar España 2.0 en pocos meses: la que merezca el respeto y el interés de los que votan, especialmente de aquellos que votan que tienen el equipo indefinido. La de interesar a los que no votan, que son un puñado. Se sabe que pasión por España no tienen (resulta tan cansina), pero se piensan si apuntarse al equipo colorao. Berengario nos decía por aquí que en el primer minuto que deje de ser obligatorio pertenecer a España, la independencia se desinflaría como concepto. Por ahí hay que explorar. Si se quiere, no vaya a ser que España unida no sea verdaderamente importante.