Aquella rueda de prensa en la que Felipe daba cuenta de su ignorancia de los GAL mostró un individuo nervioso, tenso, sujeto a un pitillo en un acto insual: Felipe no quería que nunca se le retratase fumando. Esas cosas de la responsabilidad de los miembros del Gobierno, que no quieren transmitir malos ejemplos. El nerviosismo, la inseguridad eran el escenario verdadero. Al final, el último hombre al otro lado del teléfono a solas consigo mismo, sus dudas, sus actos, su propia memoria.
Nuestro arrojado Gobernante cruzó su Rubicón. Ausente de sonrisa, gestos tensos, frases llenas de rodeos, un argumentario preparado pero no sé si ensayado más allá del espejo del cuarto de baño, esas idas y venidas del atril, la sensación de una garganta tomada por un puño invisible: él sabe que no está seguro del todo, pero tiene decidido que es su batalla. Como Napoleón en Waterloo, no puede estar seguro de que sea la última, pero presiente que es la decisiva.
Él sabe que lo que nos ha dicho y les ha dicho a los señores del MLNV es que ha pagado el precio político y que acepta negociar un gran acuerdo de convivencia respetando la voluntad de los vascos (ya saben, como si ahora no se respetara) para que callen las armas... de momento: nos ha recordado que hace tres años que no hay muertos.
Puede ser un gambito de dama: cedo un peón para aparentemente dar una posición privilegiada y luego dar duro. Es ingenuo pensar que tomar el problema vasco por los cuernos no entrañe una renegociación del entramado institucional. La cuestión es que no sabemos lo que la cocina tiene humeando en su interior. Puede corresponder también a las concesiones a la otra parte destinadas a que las bases no se distancien y mantener "el proceso" en marcha. Puede que luego les diga, ahora te toca a ti: dame algo.
Quizá José Luis debiera cuidar algo si es que tiene su artillería bien montada: la sensación de que vamos perdiendo. De que la reclamación histórica del nacionalismo vasco - tan falsa - de que la voluntad exclusiva de los vascos es lo único que cuenta, en una ceremonia de la confusión en la que voluntad de los vascos significa voluntad del nacionalismo vasco, se ha cumplido a cambio de no ver el humo de los revólveres. Debiera cuidar que seguir proclamando que quiero al PP dentro, pero sin que parezca que existe voluntad real de hacerlo y, por supuesto, sin conseguirlo significa también que todos vamos perdiendo. Es difícil saber si es o hubiera sido posible que la misma discreción, secreto, cocina, organización que ha mantenido el PSE con Batasuna no pudiera hacerse con el PP: Mariano sabría a qué atenerse. A priori, el aislamiento en el que se encuentra no parece dar más rédito electoral. Y así es difícil.
En esta fase del partido, sólo siento la sensación de que ves que el equipo de tu casa no puede ganar por mucho que corra o tenga buena voluntad. La defensa del de enfrente es ordenada y lanza sus contraataques con acierto. La estrella local, aparece sola y confusa, incapaz de mover la pelota. Zapatero parece jugar siempre en campo contrario. Pero los partidos duran noventa minutos.
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