sábado, julio 29, 2006

Revueltas populares


Quejándome, entre comillas, como me he quejado estos días de que no hubiera o pareciera haber en el Partido Popular gente que mostrara su oposición a la línea más conservadora del partido, un comentarista de esta página decía con tino: "...tal vez se equivoque. Sólo el hecho de casarse públicamente dos gays peperos ya me parece una forma de presionar al partido."

El País, donde les gustan estas cosas de ver cómo su enemigo favorito se desangra interiormente, publica hoy su forma de ver el incidente Gallardón sacando unos trapos sucios que podrían mover a cierta esperanza (no Aguirre, seguramente) de ver una catarsis ideológica y de contenidos en ese partido que todavía no ha hecho su limpieza ni su crítica interna a sus años de bastante buen gobierno y muy poca astucia de futuro.

Cosas que servidor ignoraba:
Durante la tramitación de esta ley en el Congreso se produjo una agria discusión en una reunión interna del Grupo Parlamentario Popular. Rajoy, de forma implícita, no había puesto objeción a que algunos de sus parlamentarios se ausentaran, sin hacer de ello bandera, en la primera votación que tuvo esta ley en el Congreso. Tenían que pagar la multa habitual en caso de ausencia injustificada, pero nada más. Ahora bien, tras la disputa que se produjo en una reunión del Grupo Parlamentario después de que, entre otros, el jefe de gabinete de Rajoy, a título personal, mostrara su rechazo a la posición oficial del partido, el líder popular hizo una llamada al orden y sólo hubo un voto popular discrepante en la última votación de esa norma: el de la diputada Celia Villalobos. El resto acudió y votó en contra.
El síndrome de prietas las filas, el miedo a que la afloración de la discrepancia presente división interna y, por tanto, esa especie de regla mágica por la cual un partido dividido no gana las elecciones, no deja de ser comprensible. Pero el posicionamiento del Partido Popular en estas cuestiones es lo que definen su ser o su querer ser, por lo que esta deriva a veces vitriólica y semihistérica en pos de los sectores de catolicismo militante de la derecha no es mera discrepancia: es el todo o nada.

Por mucho que sea el éxito y la presencia multitudinaria de personas y personas en las celebraciones del papa de Roma, no hay retorno posible al gobierno si no se acentúa una agenda mínimamente liberal, una agenda que, dicho con todo respeto, deje a las sacristías a lo suyo. Astucia y tolerancia en el tratamiento territorial, libertad de conciencia, liberalización económica y religión para la vida privada.