miércoles, julio 05, 2006

Ley vieja (sin dios)



Gibraltar español es ese antiguo lema casi folclórico que un servidor de ustedes está convencido de que, en el fondo, nadie se toma en serio. Leo:
El Gobierno británico reiteró ayer su posición de que la nueva Constitución de Gibraltar abre las puertas al derecho de autodeterminación del Peñón, pero lo condiciona al previo visto bueno de España en virtud del artículo 10 del Tratado de Utrecht. Esa Constitución, cuya aprobación depende de que sea ratificada en referéndum por los gibraltareños, fue acordada en marzo por el Gobierno británico y las fuerzas políticas gibraltareñas. España expresó entonces su satisfacción porque el texto pactado no menoscaba los intereses españoles.
La sensación de que el visto bueno previo de España para que los gibraltareños decidan su futuro es algo poco edificante, inviable y ridículo me parece inevitable. La restricción procede de una vieja ley, el tratado de Utrech, que es verdad que atribuye determinados derechos al Reino de España. Entre ellos, y si no estoy equivocado, el que si el Reino Unido abandona la "colonia", el territorio revierte a España. En litigio está el espacio correspondiente al aeropuerto, ocupado incorrectamente según España, abandonado según los británicos. Bien es cierto que una eventual independencia gibraltareña es justo que cuente con alguna adecuación jurídica con España (no es honesto pretender tener la frontera abierta y ser el refugio de la evasión fiscal española completamente de rositas), pero lo que tampoco parece normal es que la opinión de la población que claramente no desea un pasaporte español no se tenga en cuenta.

Algunas cosistas sirven para tirar paralelismos:
  • ¿No parece lógico adecuar las viejas leyes a los vivos? No sólo por el tratado de Utrech, sino por los dichosos fueros y conciertos, derechos históricos y otras leyendas que algunos invocan como fuente de toda legitimidad: si el Peñón no es el del siglo XVIII, tampoco Cataluña y País Vasco son esas tierras legendarias donde hubo un tiempo de pureza: resulta que hoy, otras lenguas son naturales de sus habitantes, otros cuerpos doctrinales y están ahí, vivitos y coleando.

  • ¿Tiene sentido decir que la voluntad de los habitantes es argumento para la defensa de Ceuta y Melilla y no para Gibraltar? Para marroquíes y españoles el caso gibraltareño es algo verdaderamente incómodo: significa contradicciones intrínsecas a los planteamientos de fondo de cada parte. Me temo que nunca se moverá nada.

  • Eventualmente, ¿tiene sentido esgrimir la voluntad de los habitantes de Ceuta y Melilla y no la de los del Condado de Treviño?
La cuestión es que ninguna democracia puede dejar de escuchar la voluntad claramente expresada y sin violencia de un segmento suficientemente amplio de población si desea modificar su "filiación administrativa". Otra cosa es como se articula el derecho relacionado con ello y sus consecuencias. Las leyes viejas son normalmente una mordaza, quizá necesarias como fuente de derecho, pero que no pueden constreñir la realidad. Liberados de las leyes viejas, todos los nacionalismos quedan al aire y se vuelven probablemente inútiles: en vez de centrarse en cómo las leyes tratan de reinventar lejanos pasados que narramos a los hijos sin haberlos vivido y contaminados de intereses falsos y datos erróneos, puede que nos centráramos en decidir cómo es la convivencia efectiva, es decir, la vida cotidiana, esa que por ejemplo hace que la gente hable el idioma que le es natural y que entiende su vecino sin que nadie esté preocupado por lo que eso signifique.

Pero la mente humana es proclive a los grandes nombres y a satisfacer su ego con linajes y presuntas hazañas que le hacen creer que pertenece a una cultura superior hasta el punto de que la pérdida psicológica de territorios en los que no vive ni vivirá nunca les supone un desgarro interior. Ah, las llanuras de Kosovo.


P.D.: El dios del título tiene que ver, algunos lo habrán imaginado, por esos partidos que se crearon como defensores de los dioses - uno en concreto - y las tradiciones (más o menos presuntas).