Todo por una palabra. El partido que supuestamente representa el nada estrecho arco entre el conservadurismo, el tradicionalismo católico y el liberalismo, aceptaría la expresión uniones civiles pero no desea, y parece ser que por eso recurre la ley que lo permite, la expresión matrimonio para la forma jurídica que dos personas del mismo sexo empleen para dar vínculo legal a su organización de la vida.
Los dos sonrientes personajes de la foto son gays, militantes y cargos públicos del PP y, para terminar de hacer la historia mucho más morbosa, van a ser casados por Alberto Ruiz Gallardón. La mañana se presenta con verdaderos fuegos artificiales.
¿Es tanto una palabra? ¿No se ha resuelto el problema en el Reino Unido dando nombres diferentes y prácticamente mismos derechos y obligaciones? ¿No dejaríamos la cuestión resuelta sin tensiones sociales de esta forma y todos tan felices en esta democracia espléndida? Dicen que fue el malvado Zerolo el que convenció a Zapatero de que no llamar de la misma forma a distintas maneras de entender el amor seguiría perpetuando una forma de discriminación, no permitiendo una verdadera igualdad frene a las decisiones privadas de los individuos.
Mi alma practicista, la del gobernante prudente, me diría que probablemente la población hubiera encajado perfectamente la solución "dos palabras mismos, o cuasi-iguales, derechos". Es más, puede que a la población homosexual le hubiera bastado si nadie se lo recuerda. Y sin desgaste político: justo lo que Felipe González hizo con el aborto, llegar hasta donde la mayoría de la población puede soportar. Por otro lado, mi sentido de igualdad ante la ley y convicción de que la moral sexual y afectiva es un asunto privado, me dice que "una sola palabra, mismos derechos" es lo justo.
Pero la madre del cordero para el conservadurismo español es saber cómo conduce el Partido Popular este debate. Estos son aspectos de conciencia, en los que los partidos conservadores de los nacionalistas periféricos suelen dejar libertad de elección a sus cargos electos a la hora de votar. No creo recordar que fuera así en el PP: si lo fue me lo corrigen, se lo ruego. En todo caso, que el PP adopte como una posición fundamental su oposición a la denominación matrimonio de las uniones entre parejas del mismo sexo no parece producto de un debate ideológico intenso entre las bases del partido, no parece que los sectores partidarios de una visión liberal (yo creo que es así) de las relaciones personales estén dispuestos a dar una batalla ideológica en el seno de su partido. Como no veo otras batallas ideológicas que deberían plantearse con toda su crudeza por los sectores liberales: en eso consiste un partido y la democracia, no en un monolito donde no se discrepa.
La identificación "principios morales del catolicismo-partido popular" que quedaría perfectamente encarnada en las manifestaciones por la familia (o una versión de) y en las decisiones políticas que se toman en la forma de votar estas leyes o en la forma en que se deciden recurrir, dejan un partido con poco margen para sectores no identificados con la democracia cristiana. Que tras un debate el PP decidiera que es lo que es, no tiene nada de malo, a mí me gustaría claridad para saber si puede ser la casa adecuada para otros que no se sienten bien con los partidos de la llamada izquierda.
El temor de los católicos a que otros hagan vidas diferentes con denominaciones que ellos no desearían oculta, en mi opinión, una inseguridad extraña frente a sus propias convicciones y su capacidad para instruir a sus hijos en esas normas: si tanta fe tienen y tan cristianamente hacen su vida cotidiana ¿en dónde reside el miedo? ¿a la duda? ¿a la impregnación o al ejemplo indeseado? La convicción "mi moral ha de ser la moral de todos a la vez" y la reticencia a que cada une tome sus decisiones personales libre de condicionamientos me parece que es la verdadera asignatura pendiente de lo que podríamos denominar conservadurismo español.
Pequeño apunte: mientras, parece que estos aspectos de virilidad mal resuelta siguen dando que hablar: "Me llamaron maricón y me dieron un puñetazo en el ojo".
Actualización: Gallardón El Observado, da su punto de vista.
Los dos sonrientes personajes de la foto son gays, militantes y cargos públicos del PP y, para terminar de hacer la historia mucho más morbosa, van a ser casados por Alberto Ruiz Gallardón. La mañana se presenta con verdaderos fuegos artificiales.
¿Es tanto una palabra? ¿No se ha resuelto el problema en el Reino Unido dando nombres diferentes y prácticamente mismos derechos y obligaciones? ¿No dejaríamos la cuestión resuelta sin tensiones sociales de esta forma y todos tan felices en esta democracia espléndida? Dicen que fue el malvado Zerolo el que convenció a Zapatero de que no llamar de la misma forma a distintas maneras de entender el amor seguiría perpetuando una forma de discriminación, no permitiendo una verdadera igualdad frene a las decisiones privadas de los individuos.
Mi alma practicista, la del gobernante prudente, me diría que probablemente la población hubiera encajado perfectamente la solución "dos palabras mismos, o cuasi-iguales, derechos". Es más, puede que a la población homosexual le hubiera bastado si nadie se lo recuerda. Y sin desgaste político: justo lo que Felipe González hizo con el aborto, llegar hasta donde la mayoría de la población puede soportar. Por otro lado, mi sentido de igualdad ante la ley y convicción de que la moral sexual y afectiva es un asunto privado, me dice que "una sola palabra, mismos derechos" es lo justo.
Pero la madre del cordero para el conservadurismo español es saber cómo conduce el Partido Popular este debate. Estos son aspectos de conciencia, en los que los partidos conservadores de los nacionalistas periféricos suelen dejar libertad de elección a sus cargos electos a la hora de votar. No creo recordar que fuera así en el PP: si lo fue me lo corrigen, se lo ruego. En todo caso, que el PP adopte como una posición fundamental su oposición a la denominación matrimonio de las uniones entre parejas del mismo sexo no parece producto de un debate ideológico intenso entre las bases del partido, no parece que los sectores partidarios de una visión liberal (yo creo que es así) de las relaciones personales estén dispuestos a dar una batalla ideológica en el seno de su partido. Como no veo otras batallas ideológicas que deberían plantearse con toda su crudeza por los sectores liberales: en eso consiste un partido y la democracia, no en un monolito donde no se discrepa.
La identificación "principios morales del catolicismo-partido popular" que quedaría perfectamente encarnada en las manifestaciones por la familia (o una versión de) y en las decisiones políticas que se toman en la forma de votar estas leyes o en la forma en que se deciden recurrir, dejan un partido con poco margen para sectores no identificados con la democracia cristiana. Que tras un debate el PP decidiera que es lo que es, no tiene nada de malo, a mí me gustaría claridad para saber si puede ser la casa adecuada para otros que no se sienten bien con los partidos de la llamada izquierda.
El temor de los católicos a que otros hagan vidas diferentes con denominaciones que ellos no desearían oculta, en mi opinión, una inseguridad extraña frente a sus propias convicciones y su capacidad para instruir a sus hijos en esas normas: si tanta fe tienen y tan cristianamente hacen su vida cotidiana ¿en dónde reside el miedo? ¿a la duda? ¿a la impregnación o al ejemplo indeseado? La convicción "mi moral ha de ser la moral de todos a la vez" y la reticencia a que cada une tome sus decisiones personales libre de condicionamientos me parece que es la verdadera asignatura pendiente de lo que podríamos denominar conservadurismo español.
Pequeño apunte: mientras, parece que estos aspectos de virilidad mal resuelta siguen dando que hablar: "Me llamaron maricón y me dieron un puñetazo en el ojo".
Actualización: Gallardón El Observado, da su punto de vista.
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