Gregorio Marañón y Bertán de Lis, junto con Antonio López Vega publican hoy en El País un serenísimo artículo - en mi opinión, esclarecedor - sobre este enredo de la llamada memoria histórica. Complementa muy bien el debate que les recomendaba esta mañana y resulta de interesantísima lectura. Les dejo los párrafos finales de aperitivo:
La situación llevó a que Marañón y otros prestigiosos intelectuales basculasen desde su inicial apoyo a la República hacia una postura que acabó siendo proclive a la causa "nacional", que contemplaron como un mal menor. Marañón, como tantos otros, consideró que la República había dejado de ser un régimen liberal y democrático y que sobre el Gobierno de Madrid se cernía el peligro de sovietización. Sin embargo, erró al minusvalorar el peligro fascista durante la guerra y las consecuencias que traería la Dictadura franquista, que entonces consideró como transitoria hacia una nueva era liberal depurada de errores pasados.Enfermos de odio. ¿Es todo esto recuperar la enfermedad del odio? ¿Los nietos recordando el discurso de odio aprendido en casa? Mi postura personal es hacer un esfuerzo por no incurrir en los odios aprendidos, por justos que aparenten ser.
El drama de la Guerra Civil sólo pudo sellarse cuarenta años más tarde, cuando quienes hicieron la Transición lograron la reconciliación nacional y recuperaron las libertades. Aquellos hombres no acordaron ningún pacto del olvido; por el contrario, recordaron bien y por ello tuvieron la convicción de que un pasado en el que, como escribió Azaña, "todo el pueblo español estaba enfermo de odio", no podía fundamentar un futuro de paz para todos. Siendo necesaria y justa la reparación moral y material a las víctimas de la Dictadura hoy, al contemplar aquel 18 de julio, debemos tener la mirada limpia y evocar lo sucedido con el único propósito de aprender para evitar los errores que entonces decidieron nuestro destino.
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