José Luis bien puede sumarlos todos.
Íntegro: no es creyente, defiende el laicismo a ultranza, no siente ni piensa nada trascendente ante el espectáculo de una misa. Por tanto, ¿no es más honesto no ir? ¿no es de hombres honestos ser coherente con sus ideas y no mostrar lo contrario de lo que se piensa?
Radical: ¿puede un gobernante ignorar las creencias de la mitad de su población? Ojo, no asumir ni despreciar, simplemente ignorar. ¿No es señal de respeto a quienes representas tratar de que los gestos sean interpretados correctamente?
Valiente: mostrar el valor de decir no y ofender a la primera potencia del mundo, a la primera fuerza religiosa del mundo y no inmutarse implica un carácter y una determinación ante el riesgo. Terroristas, independentistas, no hay tabú frente al que no se siente a intentar cosas, a cambiar el paso.
Irresponsable: los experimentos con gaseosa. Al final, has de convivir en un juego de intercambio de favores, mercancías, gestos, palabras, hechos con los mismos con los que has sido valiente. Si no has medido las consecuencias, te puedes encontrar con que las ganancias aparentes del corto plazo han roto los platos del largo. El gobierno siempre era cosa de los ancianos, el senex que lleva al Senado, los que tienen la experiencia para evitar la imprudencia.
Astuto: con el juego de palabras conduce a unos y a otros a un redil diferente del que aparenta en sus intenciones, logrando en el final que sus propuestas reales y no las figuradas sean las aceptadas.
Mentiroso: cuenta a unos y a otros lo que quieren oir y después, en silencio, cambia el sentido de lo que escucharon a unos y a otros.
Utópico: cree que el mundo puede ser hermoso y transformarse. Mira al pasado y entiende o cree entender que lo que hoy se da por normal en el pasado fue mal visto y que los hombres que produjeron esos cambios fueron denostados y criticados pero que, hoy, en cambio, son alabados y respetados.
Él persevera en su creencia.
Incompetente: pretender resolver problemas antiguos en pocos días es muy osado. Pensar que se tiene la varita mágica para que el mundo cambie a mi paso, implica un desconocimiento real de los problemas. Obligar a que todos se comporten como tú quieres que se comporten sin esperar a que ellos lo decidan, elaborar normas bienintencionadas pero que no tienen en cuenta la voluntad real de las personas, sólo puede ocasionar desperfectos, desajustes, incomodidad y pérdida de legitimidad.
Justo: devolver la esperanza a los desarraigados, abandonados, perdidos, olvidados, a los que sufren... y creérselo, es de hombres justos, sobre todo cuando haces algo por ellos.
Totalitario: pensar que mi paraíso, un sitio donde todas las injusticias están resueltas de la manera en que pienso, un lugar donde las personas se comportan como yo creo que deben comportarse, es el paraíso de todos.
Universalista: el mundo debe ser un lugar pleno de paz, de armonía entre los hombres, de respeto a las culturas...
Cateto: no salir de casa, no tomarse la molestia de viajar, de aprender idiomas, de conocer las culturas, de distinguir exotismo de abuso... así durante toda tu vida.
Si pudiéramos trazar una escala de puntuación con las dosis correctas de cada punto, puede que tengamos al personaje. A lo mejor son las mismas palabras para todos los hombres, solo varían las proporciones. Las varas de medir no terminan de encontrar sus métricas con los seres humanos, por eso tenemos la literatura.
Foto de Blosky
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