viernes, junio 02, 2006

Y así que pasen quince años...


Ese periódico que tantas veces les referencio (El Economista), que es tan minoritario y que a mi me entreteiene tanto en el metro, suele sacar cositas muy interesantes. Memorable fue la osadía contra El Corte Inglés. El otro día apareció la entrevista sorpresa con Sala i Martí.

Hoy hay otra, que no por sabida, sí es mucho más rotunda que lo visto hasta ahora. Dice textualmente Artur Mas, en una larga entrevista, lo siguiente:
"El Estatut que salió del Parlament de Cataluña valía para 25 años, éste no aguantará tanto. En 10 o 15 años deberemos actulizar nuestro nivel de autogobierno, cuando este Estatut esté aplicado totalmente."
Democráticamente, no hay nada malo en ello. Políticamente, creo que señala varios serios problemas. A saber:
  • Se confirmaría que se ha puesto un parche. No les dice uno que las leyes sean inmutables, pero lo que creo que no es normal en ningún sitio es hacer leyes a las que se le pone fecha de caducidad de antemano. Lo esperable es que los acuerdos que significan las leyes se hagan con vocación de estabilidad y ya veremos si el tiempo dic lo que tenga que decir.

  • Favorecería, también, el lado malo de la inestabilidad (que caigan gobiernos, eso es cosa de la democracia parlamentaria, no es a eso a lo que me refiero). La incomprensión por parte de los no catalanes de nuevas presiones y cambios en el camino de los quince años sólo va a generar radicalización, discusión y pérdida de tiempo.

  • Se confirma, también, que no hay pacto a la inversa, es decir, se trata de un estatuto arrancado con malestar de fondo por los partidos catalanistas, que tienen una agenda más amplia y que, es evidente, es radicalmente incompatible con la visión de una parte excesivamente grande del electorado del estado. Cuando los primeros estatutos y la Constitución, el rechazo era minoritario al extremo. Si digo que no hay pacto a la inversa, es que de nuevo no sabemos qué se exige de compromiso con el conjunto: la dificultad para optar a puestos públicos de los no catalanoparlantes (diferencia que no se produce al revés, un catalán que quiera opositar, pongamos por caso, en Canarias) y el que probablemente se siga discriminando o rechazando los símbolos comunes, algo importante para la cohesión y la tranquilidad de espíritu de, por ejemplo, los riojanos.
La conclusión es que es un fracaso político y que no sirve para "arreglar" otros problemas, como el vasco. Saben lo que pienso: alguien debe coger el toro por los cuernos y plantear cómodecidir qué estructura ha de tener España, si es que la España actual tiene que existir: federación, confederación, centralismo, todo es democrático si se respetan los derechos de los individuos. Pero los individuos tenemos derecho a que el statu quo no se cuestione permanentemente sin saber el destino final. Y a no aburrirnos tanto con esto. Lo de la España plural es una milonga, lo único que puede existir son votos y propuestas.