sábado, junio 17, 2006

Televisiones de políticos (¿del estado?)



Hugo Chávez amenaza a las televisiones privadas con retirar sus concesiones. Tiene razones poderosas: no le gusta lo que dicen. Y tiene un arma: sólo el Estado decide quien puede emitir y quién no. Es mucho menos grotesco en las formas, pero España no es diferente. Las primeras concesiones se renovaron no ha mucho, y algún político soltó la frasecita de la posibilidad de no renovación como quien no quiere la cosa.

Más grave es cuando no se renuevan licencias de radio de emisoras que el poder designa como no veraces. Eso ha ocurrido. Peores son las atribuciones que se otorgan a los llamados Consejos Audiovisuales, que con la bendición de propaganda ideológica que supone decir que los tienen en toda Europa quieren decidir como si fuéramos tontos de qué se debe informar, cómo no hacerlo, qué lenguaje emplear, qué idioma usar y quien puede emplearlo o no. La censura nunca ha tenido mecanismos tan sutilmente amables.

Amanezco hoy con esa federación forzada que es CiU que pide que TV3 no pierda los derechos del Barça a manos de una empresa privada que paga más. Me regodearía con este aspecto como prueba de la maldad del intervencionismo, pero no sería honesto intelectualmente: no existe el mercado televisivo y sus usurpadores son políticos antilibertad y empresarios que sacan ventaja de los pasillos. Me regodearé en lo verdaderamente evidente. Este párrafo casi lo cuenta sólo:
En la práctica, Pujol reclama que el club catalán fortalezca sus finanzas a través de una aportación extra procedente de los fondos públicos. TV-3 se financia en buena medida mediante subvenciones de la Generalitat y arrastra una deuda acumulada cercana a los 1.000 millones de euros.
El fútbol, bien público. La televisión, bien público que desvía recursos de donde hacen falta para reclamar después una imposición intolerable. ¿No es una tropelía humillante contra los ciudadanos? ¿No es un secuestro de su libertad y su dinero? Es tan grave cómo la población acepta con naturalidad que el gobierno decida quien puede emitir y quien no, bajo qué condiciones, y que emplee dinero público en cantidades desproporcionadas para ofrecer lo mismo que el sector privado ofrece gratis, que nadie acepta mis palabras gruesas. Timo. Estafa. Robo. Secuestro de la libertad. Nadie lo aceptaría para un periódico. O un libro.

Si el espectro es escaso, que se subaste. Si se subasta, que haya igualdad de oportunidades de conseguir un espacio. Si el espectro es insuficiente para todos los que quieren emitir, que se subasten los espacios horarios y sus tiempos de uso. Ah, ya hoy no se puede hacer. Pero la tecnología terminará con esta mentira. Por eso quieren el control de internet. Si me pongo en plan ciencia ficción, si me pongo en plan Asimov, diría que la lucha de nuestro tiempo es la lucha por la libertad de emitir imagenes en movimiento. Vivan los cientos de You Tube que brotan por el mundo.