viernes, junio 23, 2006

Un segundo de xenofobia (o de incorrección política)



Al igual que decimos que el ego es "ese argentinito que todos llevamos dentro", se supone igualmente que no estamos nunca libres de prejuicios.

Dice presuntamente el Rey que "nada de lo que ocurre en Argentina nos es ajeno". Es muy cierto, pues el mismo editorial de El País advierte que "Argentina es el primer deudor de España".

La Monarquía, es decir el Gobierno que escribe sus palabras, no ha dejado de decir lo que se debe decir y que resalta la opinión periodística: "el Rey, pese a su formalidad, ha pedido en uno de sus discursos más francos que el país hermano cumpla sus compromisos con las empresas españolas."

Por supuesto, lo cortés no quita lo valiente, o mejor dicho, la valentía no impide la cortesía: "La creación de un centro cultural argentino en Madrid, anunciado ayer por Kirchner, ha de enmarcarse en esta intimidad entre dos países que saben lo que son las dictaduras y lo importante que es la democracia." Entrañable.

Mucho se ha escrito sobre los posibles abusos de las empresas españolas durante las privatizaciones de Menem. No creo que lo que haya fuera cosa exclusiva de los carpetovetónicos, otros muchos han invertido y se han escaldado en ese país sometido a eterna decepción. Cabe preguntarse cuánto tiene el entorno de responsable. Fue justito anteayer cuando Valdano decía esto:
Maradona mostró las dos formas de ser del argentino. En el primer gol muestra la trampa, eso que en Argentina se conoce como picardía criolla o viveza. Argentina es un país donde el engaño tiene más prestigio que la honradez.
Qué quieren. Los ojos saltones de Kirchner y tanto grito albiceleste no me inspiran confianza. Discúlpenme en lo que tenga esto de prejuicio.


(Ah, Kirchner está en Madrid, y Marsans ha colgado dos inmensas pancartas en su edificio pegado a la M-40 con un bienvenido presidente de un aspecto bananero inconfundible. Vaya miedo que tienen a que le levanten Aerolíneas)


Actualización: cuando llega a mis manos el ejemplar de hoy de El Economista, tropiezo con un editorial que se intitula: ¿Por qué fiarse de Kirchner?. La respuesta es incontestable: "Es muy fácil, presidente: suba las tarifas de las concesiones y confiaremos otra vez en usted". Parece sencillo. Entre acusaciones del dinero que han ganado los extranjeros, qué pronto se olvidan de que han sido los brutos de los gallegos los que han hecho que sus teléfonos funcionen. Porque eso era el tercer mundo telecomunicativo. Entre otras cosas.