sábado, junio 10, 2006

Rendirse al despropósito


Ráfaga de Antena 3 sobre la manifestación. Uno ya ha dicho lo que piensa sobre la negociación por amor a los amigos, por activa y por pasiva. Espero que no me maten, pero lo que he visto ha resultado un despropósito que ni la serena imagen de Mayte Pagaza puede borrarme de la cabeza. El presidente de la AVT ha terminado (o creo que ha terminado, porque las noticias se editan como se quiere) exclamando: "España no se rinde".

Malo. Mala estrategia. Mala comunicación. Hay que saber qué significan las cosas, cómo es la comunicación. Dice Ricardo Royo de los antecedentes:
Subo de pasear al can por Valle Suchil y me cruzo con al menos tres rebaños de quince o veinte falangistas cada uno, con sus camisas azules y todo, y sus cabezas rapadas, que si les viera el pobre José Antonio se quedaría espantado. Es España, que pasa camino de La Castellana
Si España no se rinde y camina hacia la Castellana, es que se ha conseguido lo peor: sólo han de ser españoles, pues, los que allí estaban y, evidentemente, no resultan serlo los que no estaban. Así bandera, derecha matona, identidad y obstáculo al llamado proceso de paz quedan identificados. El saleroso Zapatero, Salvater dixit, responde con una bella trampa dialéctica:
la gran mayoría de ciudadanos de este país está empeñada en ver el fin de la violencia, de ver la paz en Euskadi y en toda España"
Yo diría que es algo más que la gran mayoría. Son probablemente todos. La mentira reside en que querer paz no es lo mismo que la paz a toda costa y volviendo al Fernando Savater de hoy, "los que hemos vivido décadas bajo la paz franquista y hemos padecido su propaganda ya sabemos algo de las ambigüedades de la palabreja... Aprendimos, por ejemplo, que la mayoría no quiere la paz (que si es verdadera se basa en la libertad), sino sólo que les dejen en paz, aunque sea encerrados en un corral".

Mientras, Federico el inefable, hace de las suyas:
Zapatero está contra la pared y Polanco al descubierto. Las vacilaciones de Rajoy han permitido a Gallardón acariciar la idea de un partido maduro para caer en sus garras. Eso no sucederá. Pero no es hoy el día de demostrárselo. Tampoco de facilitar la enésima operación de desprestigio contra la AVT, el PP o la COPE. Al paso de Gallardón, ni un insulto, ni una injuria, sólo un silencio sepulcral y despectivo. Ya tendremos días para hablar largo y tendido de ese sujeto, de ese cáncer de la derecha española, de ese agente doble, de ese hijo político de Vellido Dolfos. El lunes, sin ir más lejos, desde las seis de la mañana. Pero hoy, no; hoy, el peor desprecio es no hacer aprecio. Gallardón no existe. Sólo existen las víctimas del terrorismo, España y nuestra libertad. A Gallardón ni caso.
Observo que el caballero Losantos no ha olvido los manuales de guerra revolucionaria. Doña Esperanza, huyendo de la etimología de su bautizo, ha asegurado con la certeza de quien se siente segura, nos dice Antena 3, que nada menos que un millón de personas estaban allí. Ya estamos con el lío de las cifras: es el último despropósito, si ya es un éxito la abundancia de los que acuden, se convierte en la ruina de credibilidad la exageración de la propaganda.

En resumen, el desastre comunicativo se perpetúa: España, banderas al viento, camisa azul, partido popular y la defensa heroica del Alcázar reeditada perfectamente unidos en un único mensaje de fondo para las psiques de los espectadores de televisión, carne de cañón para Iñaki, alimento de la carcajada segura de Arzalluz y Otegi, tranquilidad para el sueño de Zapatero.