El disidente es, generalmente, alguien un tanto heroico. El disidente se opone sin beneficio alguno a la corriente mayoritaria. En realidad, su disidencia sólo tiene costes. La dignidad de la palabra se mantiene mientras que el disidente no incurra en el delito para su oposición.
Rosa Díez es una disidente. Como tal, brotan con intensidad los rumores de expulsión del partido, el poder busca la forma de estrangular al diferente. Mala práctica socialista. No son los únicos, no son los últimos, no son los primeros. After all, we're only human.
El disidente es minoritario por definición. Rosa Díez es minoritaria. Tan minoritaria que pierde las elecciones internas sin que parezca que existan apoyos más allá de los testimoniales.
En esas condiciones, ¿debe el disidente tirar la toalla de las prebendas del partido (un puesto de diputado europeo es una prebenda) y seguir su combate a solas? ¿Debe seguir dentro? ¿Debe marcharse a defender lo que piensa en otro sitio ya que su partido, sin que sus militantes parezca que han sido coaccionados, no parecen pensar las mismas cosas? ¿Es legítimo deshacer la disciplina de partido para disentir en esas condiciones?
Duras alternativas las de Rosa Díez.
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