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O es lo que me ha parecido. Excelente explicación de su posición política en El País de hoy. Lo que dice Rajoy tiene coherencia y tiene sentido democrático: ...aquí estamos hablando de que se crea una nueva nación y se establece un modelo de relación bilateral que es el clásico de un modelo confederal. Además, es una relación bilateral donde no hay reciprocidad, porque las Cortes no pueden intervenir en las competencias de la Generalitat. Se blindan las competencias de la Generalitat y se le quitan competencias al Estado. Se aumenta la participación de Cataluña en el impuesto de la renta, en el IVA y en los impuestos especiales, pero eso se fija en un estatuto cuando esas decisiones se deben tomar en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. La principal crítica que hay que hacerle a este estatuto es que se nos está organizando el Estado desde una parte del Estado. Se están haciendo leyes ininteligibles, anticonstitucionales, incumplibles. Se está engañando a la gente.
Puede que no se esté de acuerdo, pero no se le puede negar pedigrí democrático ni altura conceptual a lo que se plantea. Incluso para votantes socialistas. ¿Por qué el resto de la comunicación del PP resulta tan contaminada por ruido y sensaciones imposibles de acercar a quienes no le votan y Mariano resulta tan presidenciable en una entrevista en un periódico?
Leo que las Juventudes de Esquerra Republicana de Catalunya (ay, las juventudes, todos los partidos tienen sus jóvenes cachorros, y yo no puedo dejar que me recuerden, todos ellos, a la OJE) deciden solicitar a la población que vote no al estatuto. Al nuevo.
A diferencia de los mayores, que ya juegan en otra liga siempre más influida por la tendencia al conservadurismo que otorga la edad - y el poder - estos son verdaderamente honestos: un sector social o un partido cuya aspiración es la indepedencia tiene que votar no necesariamente a este Estatuto o cualquier otro pues no es eso a lo que se aspira, se aspira a la secesión.
Viva la coherencia. Lo que no entiendo son las lágrimas de cocodrilo de CiU, Maragall y el PSC por la actitud de los dirigentes de Esquerra con su divertido voto nulo negativo (uno se imagina papeletas con frases jocosas o fotos de gente en calzoncillos para forzar la nulidad): qué esperan. Uno cree que en este país - como se llame - a todos los nacionalistas de todos los sectores lo que les gusta es jugar al monopoly y nunca a la realidad. Debe ser algo de nuestro background católico, esa dificultad que no tiene el protestante para situar la raya del bien y el mal en algún sitio, porque la racionalidad dice que tiene que existir un criterio, una definición and stick to it.
Dos sentencias de Carlos Fuentes: “No se puede ser moderno sin ser protestante, aunque se sea católico", de Cristobal Nonato, o la recriminación que el narrador de La Muerte de Artemio Cruz le hace en su lecho agonizante mientras desmenuza su relación espúrea con los norteamericanos (Artemio Cruz es el prototipo del político mexicano): "¿tu visión de las cosas, en tus peores o en tus mejores momentos, ha sido tan simplista como la de ellos? Nunca. Nunca has podido pensar en blanco y negro, en buenos y malos, en Dios y el Diablo".
Pero probablemente en política, cuando te enfrentas a situaciones decisivas, no hay más remedio que ser así de simple. ¿Es esto lo que quiero? ¿Es esto lo que no quiero? Si Margaret Thatcher fuera catalana y la viéramos lidiando con ERC, sólo cabe pensar en una exigencia de claridad desbordante para los grandes temas, y este lo es, en el que les obligara a hacer pública una postura coherente si quieren formar parte de su Gobierno. A riesgo de tener que convocar elecciones, que para esto son. Al final, los políticos catalanes resultan de lo más españoles en su afición por la componenda, el buen rollito y el que no se quede nadie fuera aunque tengamos que hacer un camello donde queríamos un caballo. Make your choice, Maragall. Make your choice, Zapatero. Haced el Estatuto en el que creais - y que os aprueben los ciudadanos - pero en el afán de sumar voluntades las cosas no se pueden forzar, necesita que la gente tome decisiones y se comporten como adultos.
Es El País de hoy el que dice que es ERC la inmadura e irresponsable (cuando algo no nos gusta en El País, ya se sabe que la gente es irreponsable). Pero es al revés: los más irresponsables e inmaduros son CiU, PSOE y PSC que no quieren que los demás tomen decisiones. Los más coherentes, los jovencitos de ERC.
David Bowie cantaba eso de Young Americans y soltaba una estrofa que decía Where have all Papa's heroes gone?
La imagen es una reproducción de la página 118 del tomo 6 de la colección La Mirada del Tiempo que el diario El País comercializa cada domingo a todo aquél que quiera pagar los nueve eurillos que le piden. El trato es bueno: la colección es interesante, el papel supera lo decente y la serie de fotografías no tiene desperdicio.
Para muestra, un botón. Lo que tienen a la izquierda es el discurso que dirige un caballero al que se atribuye el nombre de Seida Uld Abeida Uld Si Ahmed, a la sazón Presidente del Cabildo Provincial del Sáhara en el que "defiende el dictamen sobre el ordenamiento de la función pública en las provincias de Ifni y Sáhara".
La sede no la indica el ejemplar, pero tiene aspecto de parecerse al Senado, que en tiempos de la oprobiosa, ahí en la Plaza de la Marina Española de Madrid, cobijaba la sede del Consejo Nacional del Movimiento. Sólo es un supuesto.
La curiosidad, más allá de este rescate de la memoria, reside en el segundo caballero con túnica y, en este caso, turbante, pues es nada menos que el traductor del árabe que el tal Seida necesita para que los presentes le comprendan. El resto de la historia ya se sabe, Ifni debió ser pronto abandonada. El heroico ejército español no era tan heroico y poderoso como haber defendido militarmente la plaza hasta el último hombre y la última bala, algo que sí cabe esperar de las ordenes que hubiera dado Fidel Castro aunque sabemos por la invasión de Granada que sus soldados seguramente no le hubieran hecho caso. Digresiones aparte, también más adelante el conocido como Sáhara Occidental o Sáhara Español se evanesció liquidando lo poco glorioso de los últimos vestigios de construir un imperio colonial español.
La reflexión malvada por mi parte, con riesgo de inexactitud histórica es cierto, viene por el uso de las lenguas. Si lo más extremado de una cierta visión de España que con toda seguridad representan las instituciones establecidas por el general gallego pudieron soportar que los dirigentes de un ente colonial al que quisieron españolizar convirtiendo en provincia hablaran en árabe un acto público, será que es posible conciliar lo español con las lenguas y su uso administrativo (y político). Ya, ya, sé que me van a dar tortas por decir esto. Y que me dirán que en la España de hoy en la que no se puede emplear el catalán en el Parlamento español no tiene que ver y que, a diferencia del saharaui, los diputados catalanes sí hablan castellano, y que en el día a día de las calles el castellano es dominado por toda la población y todo eso... Pero no importa, es un símbolo.
Estamos hechos de símbolos y elementos afectivos. A mí me parece un fastidio. Pero no por ello dejamos de estar sometidos a su fuerza. Yo, que me he reconciliado con España y que la veo como un país normal, es decir, imperfecto, con pasado oscuro y brillante simultáneamente, con cosas interesantes y cosas despreciables, en definitiva como cualquier otro país, no he podido evitar al escribirme estas líneas de hoy dejar que mis imágenes mentales se fueran solas y he asociado al ejército español a una causa propia del franquismo o el nacionalismo español más rancio. No me ha salido el ejército de Franco, o el de los ganadores de la guerra civil, sino el español. Prejuicio maldito. Lenguaje malvado. Como si estuviera en la genética, como si la identificación de una ensoñación de imperio castellano con Isabel la Católica al frente fuera lo único que verdaderamente podemos asociar como imagen de España antes de apelar a la razón, y fuera la respuesta directa y bárbara de los sentimientos en crudo.
Adolfo Suárez fue el que dejó para la historia aquello de elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es normal y sacó adelante la reforma política. Terminar con la angustia permanente sobre la organización de España tiene que ver con el derecho sí, pero con un uso del ordenamiento jurídico que sea capaz de volver normal lo que parece que es verdaderamente más normal en las calles de todos. Cuando no pensamos en ello, la vida de castellanos, catalanes, vascos y todos los otros nacionales habidos y por haber transcurre mucho más plácidamente y menos angustiadamente de lo que la lectura de los periódicos y la escucha de soflamas de todas las vertientes parecen hacer creer. Es una materia sentimental, muy simbólica, muy sensible por tanto. La palabra España tiende a caer como una losa. La bandera española no deja de agredirte cuando la ves en el salpicadero de un taxista antipático. Lo catalán, lo vasco, suele ser hermoso: no hablo de estética, hablo de recreaciones mentales. Para otros, será seguramente a la inversa. Pues eso es lo que no está resuelto, la marea de náuseas y sueños que generan los símbolos que hacen posible aglutinar el ordenamiento jurídico. Supongo que es tarea de Rajoy, de Zapatero, de Piqué y de Patxi López. Vamos, si quieren. O si saben o si merece la pena, que es lo que decidimos nosotros con nuestro voto.
«Después de todo, cuando Dios creó a Adan y Eva, estaban en cueros, y en el jardín del Edén, probablemente Dios también estaba sin ropa».
Bettie Page, hoy, en El Mundo.
Incómodos hasta la extenuación y muy seguramente con razón, el Opus Dei y la Iglesia Católica se hacen cruces ante el estreno cercano de la versión cinematográfica de ese entretenimiento conocido como El Código Da Vinci, una probable versión de ciertos elementos históricos parecidos al rigor de Astérix sobre la guerra de las Galias.
Tomo esta inquietante frase del diario El Mundo, que ya se sabe que por el mero hecho de estar consituido por periodistas es una fuente de mentira potencial, así que puede estar descontextualizado (o puede que no, de ahí que merezca resaltarlo):«Si estas mentiras y errores hubieran sido dirigidos al Corán o al Holocausto, habrían provocado un levantamiento mundial. Al contrario, si se lanza esto contra la Iglesia y los cristianos, quienes lo causan permanecen sin castigo».
Amato sugirió también que los cristianos debían montar contra el filme El código Da Vinci una campaña parecida a la que se realizó contra la película La última tentación de Cristo, de Scorsese, en 1988.
Es muy cierto que la Iglesia Católica dejó de quemar disidentes hace mucho tiempo, fenómeno contrario a lo que sucede con las iras de los musulmanes aparentemente más legitimidos en la actualidad para conducir a sus fieles. También dice este periódico que la obra de Monseñor Escrivá de Balaguer ha tratado por medios muy educados de sugerir cambios en la trama y sus valoraciones.
Me preocupa, en cambio, la palabra castigo. Porque no sé si se refiere al castigo de los tribunales ante la difamación o cualquier otro delito real o a una persecución basada en la opinión que puede merecerle a terceros las opiniones, fundamentos y principios del cristianismo en su variante católica. El lamento del Sr. Amato, sucesor de Ratzinger en lo que en un tiempo se llamó Inquisición, pudiera entonces recordar nuestras quejas ante la actitud de muchos frente a las caricaturas de Mahoma. Ya Santiago Navajas efectuó algunos análisis ante lo que viene siendo un tema viejo (tres meses, es que ahora el tiempo es otra cosa) más una cierta premonición ante la incitación a la recuperación de la campaña contra Scorsese.
Por si acaso, y vean que pongo bien "por si acaso", ya me pongo la venda antes de la herida y rememoro la esencia de lo que fue pegarnos por las caricaturas de Mahoma, no vaya a ser que tengamos que pegarnos por las de Cristo y defendernos, Savater diría, de los sacerdotes (de todas las religiones, se entiende):
El Economista incluía ayer otro curioso dato sobre las agencias tributarias que padecemos (los impuestos son pasión, ya dice el clásico que de seguro hay dos cosas ciertas, la muerte y los impuestos): esta vez se buscan los datos de viviendas que declarantes de territorio común disponen en territorio foral: ...se da el caso de que este año las haciendas vascas han pasado a la Agencia Tributaria todos los datos sobre referencias catastrales y propietarios de inmuebles en sus territorios que declaran en la Hacienda estatal. De esta manera, se podrá comprobar en la declaración de este año si hay alguien que lo oculta con un mero cruce de datos.
Haciendo abstracción de razones, causas y peripecias de cómo se llega a esto o el por qué del fenómeno anterior de ocultamiento, viene al pelo para la argumentación que solemos dar en este escondite (Luis Amézaga tiene este concepto de estas páginas que hacemos y casi creo que es totalmente verdad): el grial de la cuestión de la estructura organizativa del estado (y el estado no es otra cosa que recaudar impuestos y gastarlos) es independiente de su articulación jurídica, es dependiente del compromiso y lealtad con el conjunto de la solución a la que se llegue. Compromiso y lealtad emocionales, probablemente.
Si las haciendas no comparten los datos para exigir el cumplimiento de la ley (otra de las razones de ser del estado) es que no compartimos la idea esencial de lo que es el estado. Si ahora lo compartimos, no parece ser que sea por más compromiso o más aceptación, pero vale el ejemplo. Creo.
Yo soy de los que piensa, cree y está convencido de que ser indepedentista es legítimo. Tan legítimo como no serlo, e incluso ser jacobino y no federalista o cosa que se le parezca, es cosa de cada uno y allá con su voto. Eso sí, se ha de ser coherente y, en política, por encima de todo están los valores. Ya se sabe que lo malo es que pueden ser incompatibles con los del otro.
Por eso la pregunta que debe uno responderse es ¿se puede pactar una norma con quien no tiene intención de cumplirla? El error de pactar con un partido independentista un esquema legal (mejor, constitucional) es no exigirle de antemano su renuncia a otros objetivos, pues es evidente que apaciguar una demanda independentista se hace sobre la base de concesiones que, sólo aparentemente, se hacen sobre concesiones de la otra parte: un partido independentista tensa la cuerda y piensa en aplazar el siguiente paso, no en renunciar a él. Y hace bien, no engaña a nadie con ello y este quien les escribe piensa que si se mira bien, no lo han hecho. Aunque hayan disimulado. Quien es torpe es el partido que defiende lo contrario. Vale para ERC, vale para el PNV y, de forma similar, sirve para CiU: diré por qué.
La tendencia de todos estos años ha sido, implícitamente, pactar con los partidos nacionalistas en la esperanza de que el pacto, la concesión y la integración en el sistema produciría el abandono de los objetivos últimos del partido nacional: es absurdo llamarse nacionalista y no pensar en creer una forma nacional, una forma de patria. Pero en cada reforma nadie ha pedido de antemano la aceptación de los principios del sistema: es probable que, con su buena imagen política, las ideas secesionistas o de un regionalismo exarcebado (sé lo poco que gusta la palabra regionalista en el entorno nacional), puedan o hayan podido presentar la alternativa como fascista, pasada de moda y terriblemente conservadora. Era, es, fácil: la memoria colectiva no es amable con los recuerdos del centralismo.
Los principios del sistema se basan, de modo resumido, en la lealtad al Estado. Y pueden decir lo que quieran los partidos o votantes nacionalistas: no hay país en el mundo por muy federal que sea que no tenga atribuidas al estado cosas esenciales, como son la moneda, la defensa o la política exterior. También lealtad a los símbolos. Especialmente si lo firmas: ¿es de buen pactador darse la mano el día del acuerdo para el gran texto legal del salto adelante para tu pueblo y al día siguiente retirar la bandera de lo que has pactado (una forma de España)? Los partidos denominados nacionalistas dirán, con cierta base, que tampoco el estado ha sido del todo justo en el cumplimiento del pacto, y que un día firman y al siguiente te sacan una ley para reducir lo firmado. Uno casi piensa que estaban deseando que eso ocurriera. Sobre la verdad o las causas de esto no me extiendo porque es indiferente para la conclusión.
Y la conclusión no puede ser otra que el defecto de todo lo que ha ocurrido y ocurre en el llamado nivel territorial, en el desarrollo y puesta en práctica del título VIII de la Constitución de 1978, se basa en que ese mismo título o su desarrollo no consistió en dejar explícitamente claro de qué país se trataba. El acceso a la autonomía era, en la Constitución, una posibilidad con mecanismos definidos y competencias algo vagas y abiertas a negociación y cesión(a pesar de que se defininen las exclusivas del estado). En la práctica, todo ha sido autonómico hasta convertirse en semifederal sin serlo. Todos pensamos que con ello todo el mundo estaría de acuerdo y que se aceptaba el principio esencial - un modelo constitucional - pero es ya evidente que no era así.
Suelo poner el ejemplo de Navarra y País Vasco para ejemplificar mi visión del permanente e interminable problema existencial de la para unos nación llamada España, para otros simplemente Estado: si ambos tienen similares competencias y estatutos o mejoras del fuero y con unos hay problemas y con los otros no, la cuestión no debe ser la articulación jurídica del territorio en el Estado, debe ser otra cosa. Es decir, es pactable casi cualquier cosa, incluso (llámenme de todo) ese texto tan artificial del nuevo estatuto de Cataluña pero siempre y cuando... siempre y cuando suponga una forma de lealtad o involucración con el conjunto. Porque si no es juego limpio con el conjunto (y no serlo, por ejemplo, es decir que sigue sin ser bastante) es mejor no pactarlo porque el problema persiste.
Así, si la cuestión irresoluble de casi treinta años de espíritu del 78 es que no hay forma de que los ciudadanos se pongan de acuerdo en que país quieren, ya va siendo hora. Los partidarios de España como estado unitario deberían definir cuáles son los mínimos de pertenencia a ese estado, tanto en términos legales como emocionales (aunque sea un fastidio, los países, las naciones, son realidades emocionales) a los que no están dispuestos a renunciar. Por ejemplo, puede ser que las lenguas locales no sean causa de discriminación (o reducción de oportunidades) para los que no las hablan o decidar moverse dentro de los diferentes territorios. O que no tienen sentido determinadas competencias de política exterior para las comunidades autónomas. Viceversa, a lo mejor los partidarios de España deben aceptar mejor determinadas cuestiones emocionales para los actuales no partidarios de España o de otra España. Y más viceversa: cabe exigir a los partidos nacionalistas que digan claramente si pertenecer a España tiene sentido y, si es así y si quieren gobernar, sumarse al compromiso con el conjunto. Pero no de esa forma tan pujoliana de explicar todo lo que han contribuido a la estabilidad - que es cierto - pero que rezuma táctica de aplazamiento por todos lados.
Lo que no tiene sentido, y en eso el PSOE es más culpable que el PP (que es culpable de otras cosas), es no exigir compromiso con el gobierno a quienes quieres que gobiernen contigo. Porque pasan estas cosas: te sacan el voto nulo político, extraordinaria creación para la historia de la democracia, y te quedas con cara de gilipollas. ERC sigue ganando sin engañar a nadie. A partir del día siguiente del resultado del referéndum volverán a sacar el memorial de injusticias, agravios y lloreras, y el español de la meseta seguirá diciéndose ¿pero no lo hemos arreglado ya?. Lo peor de todo para Zapatero y su mala conducción política del proceso, es que CiU hará lo mismo, con otros modales eso sí. Sucede, también, que como el lío ha sido tan grande, la parte en que CiU (o la representación del catalanismo como un ente con vida propia) se involucra, se dice que comprometidamente, con el Gobierno de España forma parte de las sombras, del secretismo para que todo salga adelante y sea tragable: mientras, los ciudadanos, usted y yo, estamos fuera, solos, sin saber qué acuerdan estos señores con un café en la mano y que están elegidos para administrar un marco legal, pero no para cambiarlo.
Este es el nudo de la argumentación de Mariano y que se explica tan mal, se vende peor y se debate rodeado de nausas intragables. Quizá es un problema estético, pero también de oportunidades perdidas en el pasado, falta de análisis político, de defectos siderales de estrategia, de ambición y de altura intelectual para su desarrollo. A mí me lo parece. A la izquierda no nacionalista le pasa, en el fondo, lo mismo.
Era la portada de El Economista del martes pasado, y como uno va corriendo a todos lados no sabe o no recuerda si era comidilla del resto de la prensa, económica y de las otras.
El titular invitaba a la compra del diario, "Cataluña presenta en Madrid una agencia tributaria propia", y añadía un par de apostillas preparadas para la polémica: "Exige plenos poderes en contratación, recaudación, gestión e inspección" y "Da un año de vida al consorcio compartido con el Estado". Si toda esta rotundidad es cierta, puede que nos pase como la patena del Estatut, o puede que sea la contrapartida pactada con efecto retardado de lo que no era digerible del acuerdo alcanzado.
El periódico dedica espacio para lo que debiera ser el nudo gordiano de la cuestión: ¿inspeccionar desde más cerca ayuda a reducir el fraude?. Los inspectores de Hacienda, un cuerpo bastante serio, siempre han dicho, e insisten ahora, en que no: nada como el alejamiento para hacerlo mejor. Algo me recuerda el argumento a una política que al menos hace un tiempo aplicaba el Banco Popular a sus directores de oficina: cambiarlos cada equis años para evitar que el exceso de conocimiento del cliente -la confianza y la amistad - les conduzca a la relajación frente al riesgo.
El lado autonómico cree que su cercanía le puede llevar a peinar mejor determinados sectores - se deben referir a las "mafias" locales - que deben tener sus particularidades. El IRPF resulta más sencillo que el IVA y sociedades, pues estos no están territorializados.
Si en este país tuviésemos clara cuál es la estructura de organización territorial, es decir, si fuese aceptada plenamente por todas las fuerzas políticas, sería sencillo conducir el debate a los aspectos técnicos y al problema esencial de cuando de dinero hablamos: la confianza mutua. Existiendo como existen cinco haciendas reales (la común y las cuatro forales) resulta un tanto extraño decir que unos pueden y otros no. Diga lo que diga la Historia, que es muy conveniente utilizarla a veces y otras se revuelve como un boomerang: hay cadáveres en todos los armarios. Como hábilmente dice el Sr. Maragall resulta poco presentable al público, especialmente en términos de partidos de izquierda, que los recursos por habitante de que dispone el gobierno vasco sean superiores a los catalanes, especialmente si se tiene en cuanta que ambos cotizan en la liga de los "ricos".
Sigo pensando que antes de decidir si las haciendas pueden ser más de una (sospecho que para la inspección nada como un poder lejano, frío y sin sentimientos), aunque ya lo sean, hay que saber para qué. Rajoy tiene razón cuando dice que se produce una mutación constitucional encubierta con el modelo de estatuto de Cataluña. Pero creo que no la tiene, o no alcanza a resultar creíble, cuando elabora propuestas políticas para tratar el hecho real: parece imparable la sensación o la convicción de determinados territorios de que las cosas han de ser muy diferentes. Por mucho que queramos, el modelo del 78 está roto y muerto por la fuerza de los hechos. A encontrar el espacio, generar ilusión, atraer a sectores lejanos se le llama liderazgo y me da que a Mariano no le pusieron para eso.
Clausius, el autor de Curiosidades de nuestro curioso mundo, publicó el otro día el post que les reproduzco gráficamente ahí a la izquierda titulado, como pueden ver, ¿Y la bandera?.
La incógnita tiene que ver con esa marea humana que asiste a uno de los baños de masas de nuestro gobernante, ese señor que sale de espaldas en la foto.
Clausius se hace la pregunta - nos recuerda la E final del partido que le sustenta, ya saben el PSOE - y se lamenta del hecho constatable de que por mucho que se mire ese símbolo rojigualda que suelen portar las fuerzas armadas y del orden público en sus uniformes no es frecuente que se encuentre en los actos de este partido. Aduce, con razón, que en los grandes partidos de otros países esto no ocurre.
Muchas veces bajamos a la realidad y cuando nos encontramos con debates de símbolos terminamos aburridos y nos acordamos de que una bandera no es más que un trozo de tela de colores. Un trapo. Pero no es cierto. Las banderas no son tejidos por mucho que queramos, tienen un significado y su traducción a la mente es un misterio no completamente resuelto. Lo que sí sabemos es que los símbolos tienen eso que llamamos connotaciones, esas cosas que dicen pero que parece que no dicen. Repasaremos las obras completas de Umberto Eco.
Ustedes son brillantes. Todos saben que el sambenito de la bandera española de acuerdo con la legislación vigente y aunque se le cambiara el escudo asociado al régimen del extinto general gallego, no puede evitar su consideración de símbolo facha. Luego la hipótesis es sencilla: la gente y los miembros del PSOE no la llevan porque no acaban de sentirse cómodos con ella.
Pero profundicemos más: en las memorias de Julio Feo, ex jefe de gabinete de Felipe González, se cuenta como en las primeras elecciones y tras los correspondientes estudios de imagen, se sustituyó el fondo rojo de los emblemas tradicionales del PSOE por el blanco. Los estrategas de comunicación encontraron que el rojo generaba rechazo en la población y ya saben como es la técnica electoral... lo divertido era que había algún que otro destacado socialista que quería sacar las banderas rojas y lo hacía de estrangis. En la foto, como ven, predomina el rojo. No sé si les da que pensar dada la orientación y las declaraciones más famosas de nuestro Gobernante, pero eso lo dejamos para otro día.
La cuestión es si el PSOE no aparece con banderas españolas precisamente por algo que digan sus estudios de imagen. Como declaración de intenciones, la administración Zapatero aparece siempre con una bandera europea tras de sí. ¿Suavizará el rechazo de la bandera española? En todo caso, para quienes se sienten entristecidos por la irrefrenable pérdida de glamour, chic, coolness o lo que quieran de la bandera española, es probable que llegue el momento de hacerse preguntas. Si no se consigue que la bandera española sea percibida amablemente y con entusiasmo por gran parte de la población española, ¿qué se puede hacer?.
Posibles respuestas: ¿sacarla hasta en la sopa? ¿hacerla obligatoria? ¿cambiarla por otra? ¿una campaña de cuñas de radio? ¿una campaña televisiva explicando que no es la bandera de los centralistas, derechones, fascistas, peperos, defensores de Bush y de Iraq, de los franquistas, de los represores, de los homófobos, de los curas y que es una bandera integradora de todos los pueblos, la de los demócratas, la de la tradición liberal - con perdón - y la modernidad española?
Sugiero solicitarle a Lluis Bassats, catalán, uno de los mejores publicistas del mundo, que nos explique qué hace una marca desprestigiada para volver a recuperar su querencia. Y que esa querencia la tengan, precisamente, allá donde hay más querencia evidente por otras composiciones textiles, como es la senyera - que significa bandera - y la ikurriña, que también significa bandera, no se trata de nombres mágicos. Duro problema. Quizá porque si un producto no tiene condiciones para ser vendido, no hay quien lo venda. Pero puede que las tenga. Algunas tiene, estoy seguro. ¿Conocidas? ¿Aceptadas? Luego ¿cómo y quien lo vende? Yo algo le decía hoy a Mariano del problema...
Relaciones públicas y matemáticas. Relaciones públicas es ese tipo de estrategias de marketing que se destinan a forzar la aparición en los medios de comunicación. Las matemáticas permiten obtener cálculos con tanta precisión que, a menudo, eliminan prácticamene la información: un uno a secas, es un uno, y nada más.
Una cantidad apabullante de pallets envueltos de azul y trazas naranjas puestos delante del congreso con Rajoy y su séquito sonrientes es una estrategia de relaciones públicas: allá va la prensa a saco para no perderse la ocasión (tenemos que llenar cincuenta páginas al día, tres telediarios y un boletín de noticias cada hora, muchachos): eso son relaciones públicas. Las matemáticas son cuatro millones y no sé cuantas más firmas escondidas en el plástico azul relajante: ¿qué información contienen?
En mis tiempos de pequeño ejecutivo debía lidiar con el desarrollo y venta interna (qué pedazo de concepto) de las llamadas encuestas de clima laboral: oigan, soy capitalista acérrimo pero no por ello imbécil como para creerme que es un paraíso y no saber que la humanidad tiene el fuste torcido y las entendederas cortas. Las encuestas de clima laboral son un intento, no oficialmente reconocido, de tratar de saber cuánto de jodido está el personal de mi compañía, que por lo general, está bien jodido. Y que suele decir lo que la gente ya sabe de modo abstracto. Lo que pasa es que, como cabe esperar, oficialmente ni se llama así ni se reconoce. Haciendo el cuento breve, lo interesante para mí de estas encuestas era comprobar cómo serenos y experimentados personajes educados en las mejores universidades siempre interpretaban mal los datos. Las matemáticas, y eso que eran ingenieros.
Una pregunta típica de esas encuentas es, por ejemplo, si usted se siente orgulloso de su empresa. Les digo por experiencia que la mayoría de la gente tiene tendencia a decir que sí. Es un rasgo humano, todo el mundo quisiera que el sitio donde trabaja fuera el mejor y reconocerse a sí mismo que no está en algo potencialmente bueno no acaba de cuajar. Es como decir que tus compañeros no te caen bien y eso es lo que más quiere la gente: a sus compis. O se pregunta si se cree que el ambiente es bueno. O si se cambiaría de empresa por el mismo sueldo (la prueba del algodón): a esta última siempre hay más gente que dice que sí que a la del orgullo. Vaya.
Pero el que, siempre en mi pobre juicio por supuesto, era el error de análisis era el de interpretar la mayoría como verdad, el cincuenta más uno como regla y pensar que los sentimientos de tu plantilla son como ganar las elecciones. Así, si al tipo de preguntas que les he puesto como ejemplo los que dicen "siempre" o "casi siempre", ganan a los de "nunca" o "casi nunca", el intrépido ejecutivo comprobaba que su suma era superior al cincuenta por ciento o más (un sesenta, un setenta y cinco...) mostraba su mejor sonrisa diciendo algo así como "hemos ganado". No sé si ustedes me captan el matiz: si fueran los dueños de una empresa de dos mil trabajadores y quinientos le dijeran que no están orgullosos de su empresa (es decir, el 25%) ¿Cuál es el problema, los que sí lo están o los que no lo están?
Personalmente, saber que quinientos tíos están bajo mínimos y no hablan bien de mi, no me pone mucho: es un problema práctico, demasiada gente que no quiere contribuir, que no va a poner todo lo que tiene para sacar el proyecto adelante y no lo siente como propio, aunque haya mil quinientos que sí. Así que las relaciones públicas internas de la compañía resaltarán que el índice de satisfacción es muy elevado (el índice de no satisfacción, también, pero ese no se publica) y hasta el año que viene.
Mariano: las cajas azules salen por doquier para regocijo del consumo de tus propios electores, pero no te van a traer más electores. El problema para la derecha conservadora española es que existe demasiada gente con carné de identidad español que no se identifica con el proyecto de "lo español" que defiende el Partido Popular. Y esto no es debatir sobre la una ley para residuos urbanos que se gana por un voto más. Tiene que ver con la convivencia. Los que dicen que son catalanes y no españoles, o más catalanes que españoles, pueden ser potencialmente menos de la mayoría de cincuenta más uno, pero no sé si tiene sentido vivir en un país donde tanta gente no comparte el concepto que uno defiende y que, en cada votación, acude corriendo hacia aquéllos que presentan cualquier hipótesis con tal de que no salga la tuya.
Las cajas azules no están hechas para convencer a los que no las han firmado y el problema son los que no las firmarían nunca. No es que falten razones o argumentos, que se tienen, el problema es si no se comparten o no se entienden. Las relaciones públicas fallan: hay que salir para convencer a los que no están convencidos. Las matemáticas también fallan: no se cuenta en el lado preciso, un lado que no ha dejado de crecer a pesar de casi treinta años de "espíritu del 78". Algo que puede ser culpa de un nacionalismo perverso en muchas ocasiones, pero seguramente también de la alternativa, que o no ha sabido o no ha podido presentar las cosas de otra manera.
Uno quiere pensar que Mariano está en política porque cree en algo. Ya saben que de Zaplana hay más dudas. Si Mariano cree lo que dice creer - es decir, que cree en la democracia - tendrá claro que no hay idea de España que resista un resultado electoral adverso: fíjense lo que fue de Alfonso XIII (he dicho adverso, no que fuera mayoría el voto republicano como Ricardo de la Cierva se encargaba de recordar, como si las consecuencias pudieran cambiar). Si Mariano cree en estas cosas, sabrá que la decisión de voto, esa cosa tan íntima y tan secreta, es privada y movida por la conciencia y los intereses del votante: sólo puede intentar convencerles, no puede llevarlos a punta de pistola o a fuerza de multas. Así que la reflexión debería ser qué propuesta se hace a la población para que el grado de aceptación del proyecto conjunto suba, especialmente si la anterior puede darse casi por terminada.
Eso: el ojo, la bala...
P.D.: propuesta de reportaje periodístico para un dominical: ¿qué sucede con los pallets una vez entregados? ¿dónde se almacenan? ¿alguien los abre? ¿alguien los cuenta? ¿dónde están esos papeles dentro de un año?
Tirios y troyanos advierten de que en la negociación para la solución de conflictos como el que nos ocupa (para el MLNV ya saben que la muerte y los incendios se denominan conflicto) la parte más difícil suele ser la negociación con la propia parte. Es decir, ese clásico del que ya ignoro la fuente original (que la busqué con denuedo para quedar aquí siempre bien y asombrarles con el conocimiento enciclopédico y erudito que pone al alcance de las manos todo acceso a internet que se precie) y que suele resumirse en lo que sigue: al suelo, que vienen los nuestros.
En lo mejor de la tradición batasuna, esos tipos de ruedas de prensa tétricas, con caras serias, serias de verdad, y pinta de no perdonarte la vida (si no fuera porque es verdad que no te la perdonan, pues darían mucha sensación de ridículo), Permach y el otro que puso al lado (Pernando Barrena, habría que bucearle el arbol genealógico a ver qué tal cumple los requisitos de raza) salieron a la palestra a jugar a las palabras. Todo esto del proceso de paz podría reducirse a un juego linguístico.
Premisa: los actores (gobierno, MLNV, el cura Reid) han invertido mucho tiempo en saber cómo se sale de ésta sin que salga mal (vamos a asumir que han estudiado muy bien a Nelson Mandela y a Gerry Adams) y están preparados para todos los obstáculos que puedan surgir. El obstáculo reside precisamente en que los interlocutores, de quienes nos dirán que ya se han dado la mano y tomado unos vinos, puede que hasta enseñado en un receso las fotos de los críos y tal, han generado confianza, quieren un acuerdo pero se lo tienen que vender a los suyos. Ambos temen como al cólera ser tachados de traidores por los de casa y, posiblemente, ser retirados del camino al premio Nobel.
Análisis: lo normal es que un gobierno que trata con una mafia, una guerrilla o con José María el Tempranillo imponga a su interlocutor el control de sus bases. Especialmente porque si no, no tiene interlocutor. No obstante, ambos saben (porque Reid les ha leído el manual) que el riesgo son los elementos no controlados: si hay un tiro (no están mal las noches de Zapatero sabiendo que las elecciones se pierden o se ganan por la escasa distancia de un gatillo a una nuca) la cosa no puede seguir, porque las bases se retiran. Para la banda de pistoleros el problema es parecido: si le meten en la cárcel a la gente, no pueden justificarse ante los de a pie.
Hechos: ni unos ni otros están seguros ni pueden garantizar que controlan a todos los suyos, luego lo mejor es tener los mecanismos que sirvan para apalancar las cosas.
Traducciones: Frase de Permach: son "hechos muy graves". Asumen el comunicado de los batasunos de Barañáin. Frases de Rubalcaba: nunca dice kale borroka ni terrorismo. Los negociadores del gobierno necesitan para volver a casa que no haya violencia y que sea "condenada". Pero Permach no puede condenar, eso es terminar con años de fachada. Otegi y él le tienen que dar algo a Rubalcaba, decimos que son graves, decimos que nos solidarizamos (la mujer de Ortega Lara debe estar recuperando el habla), pero no podemos ir más lejos. Los de aquí nos matan y es hacer una concesión demasiado fuerte sin contrapestación (en el manual de todo buen negociador: nunca hagas concesiones sin contrapartidas). Así que tenemos que soltar toda esa verborrea que cada vez suena más increíble de la violencia estructural del Estado (qué bueno es el lenguaje para encontrar algo que pacifique las almas atormentadas de los asesinos) y las torturas y todo eso: en los caseríos del Goierri no nos soltarán los perros. Los negociadores, en el próximo receso para tomar café, puede que hasta se guiñen los ojos justificándose unos a otros con un "¿pero qué quieres que les diga?".
Resultado: por ahora, fríos y serenos, con la satisfacción de mantener las cosas controladas, los negociadores y los curas que les acompañan, continúan la senda de acallar las pistolas. Ahora se mueven en el espacio de la ruleta rusa, el de quién se está suicidando políticamente, en el de saber quién es el que al final se come el peor sapo, el sapo que no tiene príncipe dentro.
El juego de los espejos: en la sombras de la granja del Loira o del sótano de Ginebra en el que se esconde Josu Ternera puede que se haya gestado un doble juego. Preocupados por las detenciones, las fianzas y el riesgo de que las bases no sigan, se ha dado una orden a un comando organizado (y no a los chiquitines, los que respiran gasolina) y han montado un par de numeritos con pinta de incontrolados. Para evitar problemas, Ternera no le dice nada a Otegi. Así ponen cara de sorpresa (Marlon Brando decía que para poner cara de aturdimiento cuando tenía que interpretar cierto asombro tras abrir una puerta tras la que no sabe lo que hay no se aprendía el diálogo, hacía que le pusieran un cartel con el texto, de forma que se viera obligado a tener pinta de no saber nada). En las ordenes remitidas al comando se especifica claramente que no puede haber muertos. Ojito, eso termina con la fiesta. Después le explica, y por el conducto silencioso se le dice a Rubalcaba que le cuente a Zapatero que tienen la organización engrasada y que él también controle a los suyos: no más detenciones y pronto lo de la legalización, macho, que los míos se desmelenan.
Soledad: la de unos padres que han visto como el humo intoxicaba a un bebé. La de un comerciante que ve su negocio incendiado. La de gente que teme por su trabajo.
Es tiempo de salchichas. Es tiempo de pensar como piensan los ancianos, o como se cree que piensan los ancianos por haber vivido tanto y se supone que conscientes de la simultaneidad del sarcasmo y la necesidad de lo práctico. Seguro que hay maneras más cercanas a la justicia de hacer todo esto, pero seguramente hay pocas formas más realistas de hacerlo. Volvamos - siempre hay que volver- a la literatura, allí se comprende mejor lo humano que en los manuales de ciencia política. El ser contra el deber ser.
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Yo creía a Joaquín Díaz sumido en el olvido: veo en los periódicos que lee un manifiesto en Villalar de los Comuneros, ese pueblo que el imaginario de la liberación de los pueblos y en contra de la(s) dictadura(s) recuperó en la transición para intentar asentar lo legendario en nuestras mentes y justificar las urgencias políticas. ¿Quién se acordaba de Villalar? Bueno, sí. Tenemos calles a Padilla, Juan Bravo y Maldonado.
La historia es tan entretenida: no hay pueblito, comunidad, realidad nacional o patria española que no reclame, cuando decide modernizarse, una vieja historia de héroes legendarios contra el poder opresor del Rey, de Madrid, de... ¿de ese viejo centralismo? Si Francia es democrática - ¿alguien lo duda? - y es bien jacobina (por algo lo jacobino es francés) es que la centralización administrativa en sí misma no es antidemocrática. ¿Por qué para los españoles lo es? Algo debe tener con el abuso de poder y la falta de legimitación (¿histórica?) que a ojos del pueblo - ¿soberano? - ha tenido Madrid, también llamado crisol de las Españas. Manuel Delgado decía algo breve que, como todo lo breve y sugestivo, decía - dice - mucho: "porque no te puedes sentir orgulloso de Madrid y sí de París".
Algo falla en la cosmovisión del mundo de los portadores de carné de identidad español para que el o los proyectos de "una sola nación" (fíjense que recuerda a una, grande... tiene muy díficil, como verán las mentes más lucidas, crear un lenguaje que dignifique esta opción) sean bien asimilados y queridos especialmente por las capas presuntamente más dinámicas o más favorables a los cambios no diré del progreso, pero sí del correr de los tiempos.
Si Castilla y León, con presidente del Partido Popular al frente, pide la revisión de su estatuto para tener más autogobierno (nunca he entendido que es eso de más autogobierno, suena a más independencia de las injerencias de Madrid y sus ministerios, pero a nada más), para tener cotas como otros (hay, ese constante qué dirán español, ese constante recurso a la pataleta frente al acierto del vecino) es que algo no está cerrado. O no funciona. O está pendiente. Siempre recuerdan los catalanes nacionalistas cuando se les recrimina por sus peticiones que es gracias a ellos, que las piden, que los demás las tienen. Y que no se oponen a los demás: que las pidan. Pedir, pedir. Un juego constante de toma y daca.
En este país de portadores de DNI de un estado que parece sólo existir en el BOE y en los edificios oficiales, no hay director de personal que no sepa lo que cuesta mover un trabajdor de su familia y amigos: la movilidad geográfica voluntaria en busca de un puesto mejor apenas existe (la emigración, drama social, familiar... tragedia, no inversión). Puede que sea así. Español es una denominación que pusieron los no españoles a los que vivían en España, nos decía Américo Castro, no creada por los propios habitantes.
Quizá se debería mirar los hechos y la realidad. Quizá lo foral, lo comunero, lo cantonal es lo único que verdaderamente acepta la psicología los habitantes de este trozo de tierra. Los liberales dirán, diremos, que se debe abolir el privilegio, esa cosa medieval, como los fueros de Vizcaya. Seguramente, el reto político no resuelto por, llamémosle la derecha moderna, liberal y conservadora, es una propuesta de modelo de estado en la que se sientan bien todos: conviene observar que cuando la gente va de fiesta, al menos hay media España que prefiere sacar una bandera distinta a la española. Asturias es España y el resto es tierra conquistada, pero a Fernando Alonso se le saluda con banderas azules, la rojigualda es subsidiaria, casi para la foto oficial. ¿Dónde está el ingeniero político que suma voluntades en pro de España-nación? ¿En qué consiste la España plural? ¿Quién define el compromiso de las partes con el todo, eso que realmente se echa de menos?
Alguien debería tener el coraje de plantear a la población qué país quiere: confederal, federal, jacobino con tintes locales, autónomico y calendario o lo que sea. Pero la realidad falsa todos los días la idea de que España, única nación, sea compartida por el suficiente número de personas. Navarra, después de todo, tiene prácticamente la misma concepción jurídica que el País Vasco, pero nadie cuestiona su lealtad. No debe ser, por tanto, cuestión de estatutos, conciertos o florituras jurídicas. Algo tiene que ver con la legitimidad íntima que le conceden los ciudadanos.
Vean qué foto:
y qué texto:
Don Javier de Borbón jura los fueros de Vizcaya, bajo el Árbol de Guernica. Diciembre de 1937
Me he topado con una bitácora carlista capaz de dejar más en ridículo al nacionalismo vasco que casi cualquier otra cosa que haya leído. Toma ya derechos históricos. Yo les diría que fueran y leyeran, que tiene un verbo finísimo. Lo único que lamento, de cara al autor, es que uno no puede compartir el carlismo. Pero es tan literario.
Montejurra.blogspot.com
La lección es bien clara: para que la democracia triunfe a sus enemigos no hay que darles ni agua. Y menos a cambio de nada.Y el que les sirva champaña y bocaditos de roquefort debe recibir una monumental pitada sobre el césped del estadio
Aquí, que no sé si se ve por quien no pague.
"Journalism won't be a sermon any more, it will be a conversation"
Sabeer Bathia. En The Economist. Seguid escribiendo. Seguid comentando.
San Jorge. Sant Jordi. Libros y rosas. No me digan que no es el símbolo más hermoso que puede tener un país. Salgan a la calle y cómprenle un libro y una flor a su hombre, a su mujer, reinventen las tradiciones y háganlas más interesantes. Si no son sus tradiciones, pues haga que lo sean aunque sea mentira. Hagan la vida más inesperada. No he comprado rosas, he comprado calas, y le he llevado Reading Lolita in Teheran.
Abril, el mes más cruel. No, no lo es tanto, tenemos libros y rosas.
Hola, lehendakari. Acabo de terminar de comerme una receta estupenda de pollo con vino y un majadito de ajos y orégano. En la sobremesa me encuentro con una película publicitaria conmovedora, preciosa, con una canción en un euskera (¿euskara?) hermosa y emocionante como casi todas las que conozco. Por sus sonidos, porque apenas paso de cien palabras y dos declinaciones de la lengua de Sabino, ese vuestro padre. Me hace gracia: no hace mucho de la tregua y empiezan las invitaciones al turismo. Puede que ya estuviera contratado.
Me hace gracia, lehendakari, me hace gracia. Os pasáis la vida contándonos que no sois españoles, pero nos ponéis los anuncios en Madrid muy amables pero muy sutiles, ignorando que aquí siempre se llamó Vascongadas y País Vasco a lo que Sabino, mal filólogo, se inventó. Ese Euskadi o Euzkadi. Sois amables, porque siempre veremos las campas verdes, los valles, esos platos de bacalao y los chuletones, las caras sonrosadas de los caseros, esa gente que de tan natural parece que llegaron aquí desde el cuaternario con su txapela puesta.
Te diré por qué me hace gracia: mi madre era de esa gente que veraneaba en San Sebastián. Cuando veranear en San Sebastián era veranear en San Sebastián. O sea, cuando Fuenterrabía era Fuenterrabía y no Hondarribia. Veranabea en Donostia no porque fuera señorita, sino porque su madre, mi abuela, trabajaba para la gente de bien. No, no sea crea que eran unos pobres criados, eran empleados de confianza, pero empleados al fin y al cabo, y que no hubieran podido permitirse bañarse en la Concha si no fuera porque se acompañaba a D. Gonzalo, el dueño. De aquellos tiempos, siempre quedó en mi casa que mi madre a mi abuela no la llamaba madre, sino ama. No me preguntes por qué. Es un misterio, porque ella era de Vallecas. Tan misterioso como que la prima de mi madre, llama hoy todavía a su madre, la tía de la mía, ama. Y nunca mamá. Será porque se casó con uno que tenía un Mercedes de Bilbao. De segunda mano.
Como el destino es así, la mujer con la que vivo nació en Aramaio. Aramaio (Aramaiona, pone en el carné de identidad, expedido en Madrid), fue el primer pueblo de Álava donde se abrió un batzoki. Tú, que eres alavés, de Llodio, que seguro que te sabes de carrerilla la historia del PNV en tu pueblo, te sabrás esto. A un lado el Amboto y al otro el Udalatx. Así cuando veo en la televisión las bellas estampas de la tierra de mi mujer, pues todas las referencias me resultan cercanas. Los valles, los ríos, los mercados de Santo Tomás, mi zurito y mis sentimientos: ella, que sólo habla un euskara infantil - es decir, no lo habla - se pone tímida y colorada cuando le digo que me quiera en vascuence. Y le digo musu bat y se pone más roja y nos abrazamos y nos quedamos dormidos.
Pero a los dos nos sorprende. Nos sorprende que cada día tengamos que ver que no somos gente demasiado grata porque mi mujer prefiere ser española que vasca. No es que no lo sea, es que no le importa mucho. No tiene muchas ganas de volver por Arrasate, el pueblo donde fue al colegio, casi ni siquiera por Navidad, porque le resulta pequeño, provinciano y aburrido. Pero sobre todo sabe que en el pueblo hay mal ambiente. Hay demasiados silencios y todos sabemos por qué, y sabemos qué gente nos vamos a encontrar en según que bares. Y sabemos quién tiene el bar a nombre de otro para no tener que pagar compensaciones a las víctimas (los asesinados, los heridos de bala y de fuego).
Y ahora nos dices que vayamos, que nos dejemos el dinero. Después del discurso diario de falsa opresión, de no contar para nada, de ignorar todo, de decirnos a gente como nosotros que no tenemos nada que decir en el futuro de una gente y una tierra que nos ha visto crecer y formarnos nuestros sentimientos, nos quieres poner un caramelo. Hace unos años, tan preocupados estábais por la imagen de Euskadi (en fin, nos acostumbraremos a la invención, pues al fin y al cabo todos los nombres de las tierras son invenciones consuetudinarias) que hicisteis aquella campaña de Ven y cuéntalo. Que contáramos que las cosas no eran como el telediario, que la gente era amable y cariñosa y que no te rallaban la chapa del auto si tenías matrícula del otro lado del Ebro. O francesa. O tu coche era un Renault. Nada de eso, ven y cuéntalo.
No os preocupasteis, aunque decís que sí, de lo evidente. Para cambiar de idea, bastaba con meter en la cárcel a los que incendiaban autobuses y bancos: teníais una policía para hacerlo que, te recuerdo, se paga como diríais vosotros, desde Madrid. Desde la Hacienda de todos, podríamos aclarar. Bastaba con decir que no eran unos "chicos" de la gasolina los que abrasaban la piel de los ertzainas, y bastaba con pensar y decir que los que mataban en nombre de ese pueblo vasco que nos mira mal si no hacemos acto de fe, no son héroes de ninguna clase. Que no sólo no lo son, sino que son criminales: es un sarcasmo de decir que han crecido oprimidos por España y ese Franco los niños nacidos después del 75 y que por extrañas motivaciones les da por destruir lo ajeno, romper escaparates de los apestados como los nazis rompían vidrios de judíos. Esa comparación os jode, yo lo sé, pero jode porque en tu fuero interno, lehendakari, sabes que es cierta.
Pues fuimos y lo contamos. Mingote publicó una viñeta donde alguien, un alguien, le pegaba un tiro en la nuca a otro alguien. Y vosotros escandalizados quisisteis demandar al anciano dibujante diciendo que os había arruinado una campaña, que queríais cambiar la imagen distorsionada de los vascos (y las vascas, dirías tú, lehendakari). Ya hubiera sido un detalle que gastarais la mitad de la energía que empleasteis en la queja para decirles a esas masas de cada Aberri Eguna, con todos esos estandartes, esas banderas al viento (mirad las fotos: igual que Hitler, igual que la plaza de Oriente) lo poco heroico de matar por la patria. Eso que llamáis violencia. No, nunca hay tanto escándalo en vuestras filas cuando a un señor de toda la vida del pueblo, como al de hoy en Navarra, le queman la tienda. Si Mingote dice que a la gente la matan por la espalda por trabajar pacíficamente por lo que piensa no ponemos anuncios en la televisión de Madrid para decir que no pensamos lo mismo.
Y ahora tecleo por internet para encontrar la información de la campaña. La página me aparece en inglés. Dice Euskadi, with pleasure. Para el castellano, tengo que pulsar un botón. No, no es por el inglés, que a uno le alcanza. Es por aquello de hacer amigos. No importa, nosotros quremos seguir jubilándonos en San Sebastián.
Como suele decirse: con euforia contenida. Con prudencia, precisión y astucia El Economista publicó ayer el desenlace del fenómeno periodístico más curioso de los últimos tiempos, perfectamente ignorado por el resto de la prensa económica y general. Como no oigo la radio, pues no sé si las radios se pusieron a ello, pero lo que es cierto es que nadie parecía publicar nada que pudiera ser mínimamente incómodo para el templo nacional de las compras, los señores del triángulo verde y apelación británica.
Bien, lo hicieron. Yo les decía que con güevos y con esa libertad que da no tener casi ni una paginita de publicidad y la necesidad de hacerse un nombre prestigioso, el síndrome de un periódico recién estrenado en la calle. Pero miren, nadie ha ido a los juzgados para decir que lo anteriormente publicado no fuera verdad. Difícilmente, pues la inspección de trabajo en Cataluña tenía expedientes abiertos.
El término que se suele utilizar últimamente es el de responsable. Quizá se utiliza responsable como equivalente a profesional. Díganselo ustedes mismos. Lo cierto es que desde que se publicó la portada de la osadía el diario nuevecito ha ido dando de cal y de arena: en vez de publicar sólo calamidades ha ido incorporando noticias las positivas que el gigante ha generado. La línea editorial, en mi opinión acertadamente, se centra en que una empresa de este prestigio no puede tener una laguna de este sentido. Las grandes empresas son como viejos elefantes repletos de memoria: cuesta mucho cambiarles el paso, enseñarles a bailar decía una reputada académica de la dirección de empresas. Que El Corte Inglés siga ejerciendo de ser opaco y que supuestamente actúe - es la leyenda del pasado - como un matón publicitario sobre la prensa no parece muy ejemplar.
Pero el razonamiento para los que creemos en sociedades abiertas es el siguiente:
- Aceptando que el final es bueno y, cómo dice el periódico, las prácticas laborales de El Corte Inglés se ajustan a la igualdad de oportunidades o, por si acaso no fuera esa la buena intención, a cumplir con la ley, cabe presumir que la presión de la llamada opinión pública ha colaborado.
- Que el sistema puede tener defectos. De hecho, los tiene. Si asumimos también como cierta la leyenda del poder coaccionador de El Corte Inglés sobre los medios de comunicación que dependen de su publicidad (el defecto del sistema), gracias a que se puede publicar libremente un periódico y en un escenario competitivo ha de buscar su hueco se ha dado la oportunidad de ejercer eso que dicen es la función del cuarto poder. Uno se imagina la mente de Pedro J. Ramírez carcomida por el conflicto de no haber sido él el osado y la preservación de su cuenta de resultados.
- Constatar que un mercado regulado de la forma en que lo está como es el de las televisiones y las radios, es imposible encontrar el mismo espacio de oportunidad (y no digo libertad, porque uno no es un ingenuo) que en los medios escritos (¡en los blogs!) donde nadie puede coartar el que se inicie una aventura publicadora. Es decir, que el egoísmo, el buen interés del cervecero de nuestro amigo Adam Smith, sólo puede producir efectos beneficiosos si existe la libertad de emprender. Se convirtirá mucho más fácil en coalición de comerciantes en contra del público cuando el gobierno decide quién juega y quien no o pone reglas injustas: v.g. esa dolorosa OPA que tiene que digerir el buen Zapatero y su amigo Montilla.
La relación entre libertad de opinión, de empresa y prosperidad deja rastro por todos lados. Ayer viernes se publicaba en El Mundo un nuevo análisis sobre la Cuba de hoy. Centrado en las posiciones de la juventud cubana, Richard Gott incluye la siguiente afirmación sobre las rectificaciones de Castro (yo diría que la vergüenza de la calamidad de un incompetente tomando decisiones ruinosas, pero eso es asunto de otro día) acerca de la catástrofe de la producción de azúcar: «Ninguno de nuestros economistas -continuó Castro- parecía haberse dado cuenta de nada de esto y prácticamente tuvimos que ordenarles que dejaran de seguir por esa vía». En realidad, eran muchos los economistas que sabían lo que estaba ocurriendo. Lo que no había era una prensa libre en la que pudieran exponer sus argumentos acerca de lo que sabían. Aunque las discusiones en privado suelen basarse en informaciones veraces y resultan a veces explosivas, prácticamente brilla por su ausencia el debate público sobre las estrategias económicas.
A Gott le diría algo más: de modo semiclandestino los economistas cubanos hace tiempo que publicaban en internet la desgracia que suponía para la isla la producción de azúcar. Fidel es grande: él condujo al desastre a la economía del país concentrándola en el azúcar más de lo que ya era y lo agravó con decisiones estúpidas como la famosa zafra de los diez millones (que no se consiguieron): fue tan ridículo que movilizó a todo el país para cortar caña con lo que el resto de la producción se paralizó. Un genio de la economía que ahora le atribuye la culpa "a los economistas". Es peor todavía. Castro admite que conocen al dedillo los estados de opinión de la isla. Incluso afirma (¿cómo puede estar seguro de que no le mienten?) que la mayoría les son favorables. La pregunta es por qué sólo él puede conducir los estudios de opinión. Por qué sólo él los puede realizar. Por qué sólo él y los suyos los conocen, no sólo sus conclusiones sino su metodología.
La libertad de empresa y lo que conlleva, debe ser el menos malo de todos los sistemas. O el único posible: Cafarelles y Zapateros no se cansan de repetir que quieren medios plurales. Que nos dejen solitos jugándonos nuestro dinero y nuestro tiempo y verán lo plurales que somos. Basta con que no se inventen leyes para sacrificar la libertad de creación de medios, se cercene la capacidad de competir en televisión y en radio, que se guarden los consejos audiovisuales donde les quepan. Es tan divertido que hasta hay más justicia social y más progreso económico.
Miren por donde la edición de The Economist recién calentita publica un reportaje sobre quebequeses que no parecen serlo tanto. Coming Out Canadians ($) (por el tono, salir del armario en plan canadiense) se refiere a las manifestaciones públicas de algunos artistas quebequeses que han tornado, más o menos seriamente, su soberanismo si no a un federalismo sí a una duda sobre los métodos o la finalidad de ser soberano:Michel Tremblay has been a pillar of the province's cultural establishment since the 1960s. In a casual interview after a literary event, Mr Tremblay berated separatist leaders for putting economic issues above cultural ones. “As long as the economy is put ahead of everything else, sovereignty will never happen,” he argued. The next day, Robert Lepage, a dramatist and filmmaker, admitted to similar misgivings. “I still have a sliver of sovereignist sentiment within me but I clearly need to be re-convinced,” he said.
Como bien sabemos por aquí, al final los santones de las patrias reparten las licencias de traición y fidelidad, entre ellos el líder del partido qubeçois, Gilles Duceppe:Mr Tremblay duly assured Mr Duceppe—and later the province—that he still thinks Quebec should be independent. But he asked of the lynch mob: “What are they going to do? Burn my books in the public square because I dare to say something different?”
The brouhaha reflects a genuine quandary for the separatist movement. Its leaders have downplayed culture to broaden their appeal to include immigrant groups and not just native French-speakers. But the spat also underlined that, despite receiving pots of federal money, it is much easier for Quebec's artists to come out as gay (as both playwrights did years ago) than to reveal the merest suspicion of closet federalism.
Tiempos modernos estos, más fácil ser marica (un avance, no lo duden) que pasar de la patria. Ya les cansé bastante con la cosa canadiense, recuerda mucho a la piel de toro.
No sólo de una bitácora vive el bitacorero. Tiempo ha, y ya ha pasado el bastante como para cumplir la promesa, topé en mis viajes digitales con una experiencia seguramente inédita: escritora casi novel promueve su libro recurriendo a su blog, al buzz (perdonen el palabro moscón y anglosajón, pero son los tiempos que vivimos y la lengua se la hace uno) y a la sencilla propuesta del toma y daca: yo te regalo mi libro a cambio de un comentario en tu página una vez leído. Diez éramos diez los elegidos y nadie sabe como ha sido, pero prácticamente soy el último.
Hace cosa de dos veranos me dió por pasar las vacaciones en Irán: se lo recomiendo vivamente, gran experiencia, algo que no tiene aparentemente nada que ver con un Un Hombre de Pago, que así se llama el relato de la promesa, si no fuera por un recuerdo de ese tiempo que, entiendo que ustedes así lo esperan, sí tiene que ver. Seguro que para Neus Arqués, la escribidora, lo tiene: espero que me lo diga aquí, en estos comentarios que me dejan y que me sigue sorprendiendo que haya gente que quiera hacer.
Todos ustedes, que leen los periódicos y han vivido en el intermedio del siglo XX y el XXI saben de un país como Irán, la legendaria Persia de Ciro, Darío, el culto a Zorastro y las uvas de Shiraz. Un país donde, para horror de nuestras costumbres, las mujeres deben obligatoriamente cubrirse el pelo y el cuerpo en cumplimiento de una dura interpretación de la tradición musulmana. Ese interesante país en absoluto bárbaro (créanme, una tierra sofisticada en sus tradiciones) lo es por algo más: la tensión entre el orden constituido por los clérigos religiosos y el cuestionamiento de las reglas por la mutación sutil de sus principios: de la negrura del atuendo exterior que cubre a casi todas las mujeres de más edad, o menos educación o menos renta, y la recuperación del color de las más jovenes, el pelo que asoma hasta la mitad más o menos justa de la cabeza, una declaración de principios sorda y palpable.
La tolerancia en el vestir se vuelve, les decía, un tanto flexible, más para las pocas occidentales que se atreven a recorrer un país semiproscrito. Por supuesto, siempre y cuando no se produzca la ruptura del código: el cabello debe cubrirse, el cuerpo no debe mostrarse. En algún lugar leí acerca de una mujer occidental de cierta edad que comentaba el mayor o menor grado de tolerancia hacia el código de vestimenta del visitante, al que quitaba importancia en su caso. Seguramente con sabiduría, indicaba: "a cierta edad, las mujeres nos volvemos invisibles". El rígido código de vestuario musulmán pretende alejar a los hombres de cualquier tentación carnal y, dicen ellos, dar más libertad a las mujeres al no ser objeto de deseo. A cierta edad, entonces, y se supone que la biología lo ha hecho así, los hombres siguen menos con la mirada a las mujeres y se espera que las deseen menos, destino ingrato el de la humanidad.
Traigo esta excesivamente larga introducción a colación porque cuando leí acerca de las intenciones de Neus en lo primero que pensé fue en ese razonamiento de mi viaje iraní. Quizá porque me quedé pensando sobre ello un poco aturdido por la obviedad de lo masculino. Neus dice preocuparse de la invisibilidad de la mujer madura en lo que se refiere a su vida afectiva (afectiva: la suma del amor y el sexo, juntos o separados). Y dice también en alguna solapa o en algún resumen que no recuerdo ahora que le gusta atender y fijarse en las conversaciones de hombres y mujeres: entonces me sobrevino otro recuerdo, el de los guiones de Norah Ephron, la guionista de When Harry Met Sally (y de otros pasteles y otros aciertos) quien suele dialogar estupendamente las conversaciones sobre relaciones entre hombres y mujeres, las que tienen entre sí, con y de los otros.
Un hombre de Pago es casi una larguísima conversación de unos pocos personajes que buscan el amor - el tema eterno - y como en toda trama dedican su tiempo a superar los obstáculos que tienen para alcanzarlo. Unos lo encuentran, otros no. Como en la vida. La novedad que evidentemente resalta en las reseñas y en la historia - que no hacen tan evidente o puede que encubran la intención real, la invisibilidad de las mujeres al llegar determinado tiempo - es que el viaje de dificultades lo marca el recurso a un gigoló (¿se puede decir prostituto? ¿puto es una palabra sólo para chaperos, un término que se ha tenido que crear ante la inexistencia en el diccionario de un equivalente castellano al de ramera?), crisol de la historia, personaje capturado por su propia capacidad de seducción y que sostiene dos relaciones con dos mujeres de diferente circunstancia.
Repetiré una constante de todos los lectores que hemos sido premiados: la sencillez de lectura. Añadiré una cosa que ya le he contado a Neus: qué buena historia tiene para convertir en guión de cine o hasta de serie de televisión. Neus describe conductas y diálogos, poca introspección de los personajes. Sant Jordi ya está aquí. Vayan si pueden a ver a Neus, sean curiosos y cómprenle el libro para juzgar ustedes mismos que siempre es lo mejor y cuando se lo firme díganle que Berlin Smith les mandó. Ahora, que todavía no nos conocemos de nada.
Sube Mariano al viejo reino de Navarra: no puede ser moneda de cambio en una negociación política ¿con ETA? ¿con el MLNV? ¿con el nacionalismo vasco?. ¿Y por qué no? Haciendo política para los vivos y no para los muertos (es decir, no hacer política en nombre de la historia, sus mitos y sus personajes) a lo mejor se pueden romper moldes e inventarse soluciones para todos los gustos.
Ejercicio sobre el papel: a) los vascos nacionalistas, sea cuál sea su condición, reclaman la soberanía del pueblo vasco para decidir su futuro. Es decir, una hipotética independencia que esperan sea en el seno de la Unión Europea; b) esos mismos vascos nacionalistas desean hacerlo asegurando una supuesta y mentirosa integridad territorial que incluye a ese viejo reino de Navarra sin rey alguno y esa otra entelequia de Lapurdi, Zuberoa y Behenafarroa; c) los vascos no nacionalistas desean conservar su nacionalidad española y que no haya bromas sobre el futuro; d) los navarros normalmente sólo quieren ser navarros y son casi los más españoles del mundo. Vamos, como un vizcaíno quijotesco.
Así, si nos centramos en los intereses reales de la gente parece que todo reside en, por un lado, la posibilidad de irse (los cuadros nacionalistas saben de la complejidad social, jurídica y la incertidumbre del invento de la independencia, por lo que como depende de las circnunstancias, lo que quieren es un derecho a ejercerla) y, por el otro, evitar que eso ocurra. Añadiríamos que el otro elemento residente es, para unos, la vasquización de la sociedad (euskera y txalaparta obligatorios) y, para otros, más bien ser muy navarros o muy alaveses siendo bien españoles.
Hipótesis: Navarra acepta integrarse, referéndum mediante, en un ente denominado como se quiera (¿Euskal Herria?, los políticos buscarían un nuevo nombre ficción: por ejemplo que todo se llame Navarra, hala) en el que se dan las siguientes circunstancias:
- la capital del nuevo gobierno vasco se traslada a la vieja Iruña
- los territorios históricos son los depositarios de los derechos históricos, siendo estos los que cuentan con la capacidad para autodeterminarse y no el ente global. Una buena regulación a la canadiense sobre la manera de hacerlo y una modificación constitucional que aclare en qué consisten y, para que todos los españoles estén de acuerdo, el reconocimiento de que se ha producido la actualización de los fueros en el ámbito de la constitución: muerte a las guerras carlistas.
- los territorios históricos adquieren determinadas potestades para regular la lengua y la educación, además de sus haciendas al usual modo actual. Se evitan riesgos de vasquización obligatoria y, por necesidad electoral de cada territorio, ya se encargarían los políticos de dar a cada uno lo que es lo suyo.
Resultado: la soberanía queda reflejada en las provincias y no en el Euskal Herria inventado. El nacionalismo tiene una llave parcial para la independencia, pero sólo parcial. En segundo lugar, el nuevo parlamento vasco tendría seguramente mayoría no nacionalista por el efecto demográfico navarro, con lo que no se puede esperar políticas radicales de vasquización y la necesidad de pacto con garantías para los que se sienten españoles y no únicamente vascos. Los navarros de Etxarri-Aranaz se podrán sentir vascos sin que se puedan poner argumentos tontos sobre lo contrario. Los navarros bien navarristas pueden estar tranquilos, que sus cadenas, sus fueros, sus misioneros y su España permanecen cerca. El resto de los españoles están tranquilos: es difícil que los vascos se marchen o que, al menos, todos los vascos lo hagan.
Esto no es ficción: recuerdo a Arzalluz diciendo un día que el problema de la independencia los españoles lo arreglaban integrando Navarra en Euskadi.
Y el papel lo aguanta todo: ¿es una propuesta suficientemente creativa para que los populares se movieran y tomaran la iniciativa política? Si fuera rechazada nadie diría que no contribuyen. Bueno, échenme los perros si quieren. Luis Amézaga volverá a divertirse con mis buenas intenciones.