viernes, marzo 31, 2006

¿Dónde empieza el sapo?


Ya nos dicen que esto de la denominada paz va a ser difícil. Pasando clicks leo que los señores de Batasuna consideran gravísimo el encarcelamiento del líder de su partido (el subcomandante guerrillero a cargo de la propaganda) y dicen que puede (si el periódico ha hecho bien su trabajo, el condicional, obsérvese que es condicional, debe ser cierto) tener consecuencias negativas para el proceso de paz. Bueno. Y qué. El sapo sería que termináramos con la independencia de los jueces sean estos o no, que no lo sé y no juzgo, los mejores jueces. Una jueza también ha puesto mil millones de euros de aval a unos señores para prevenir las consecuencias de negativas de una decisión contraria al demandante (¿o es querellante? disculpen mi falta de seguridad en términos procesales) en una oferta pública de adquisición de acciones y nadie dice que se ponga en peligro nada. Más si tenemos en cuenta de que la decisión sí que es un mal trago para un operativo avalado y amparado, como este proceso pacificador, por el Gobierno de lo que antes diríamos nación. Todos tienen el detalle de no insinuar que la jueza cambie de opinión por lo conveniente de la cuestión aunque sea, lo que se pide, incumplir las leyes. Menudo sapo.

Otros clicks más allá leo algo más curioso: parece que el Gobierno, igualmente en el pasado de la nación, pretende solicitar a la Unión Europea fondos especiales para financiar la paz. Hay antecedente, como cabe esperar, irlandés. Lo que dice el texto, les digo sinceramente, me parece terrorífico: "El objetivo es invertir para eliminar bolsas de marginación que puedan ser cantera de terrorismo". Me gustaría interrogar a los orgullosos habitantes de esa parcela singular en el mundo denominada Euskal Herria qué quieren decir cuando te cuentan, que te lo cuentan, y con qué frecuencia te lo cuentan, que qué nivel de vida tienen allá, que no se puede ni comparar con España. Otro ejercicio de antropología en plan Los Hijos de Sánchez, sería pedirle a cada uno de los convictos de asesinato, secuestro, chantaje y robo, también denominados "presos vascos", que nos hicieran un relato de sus duras infancias para ver si encontramos rastros de marginación y hambre lo suficientemente graves como para, después de haber visto a Marlon Brando en ¡Viva Zapata!, subirse al caballo y trabuco en mano, cual cura Santa Cruz, echarse al monte a buscar justicia social.

En honor a la verdad, debemos decirles que ese hombre injustamente tratado por el destino que es Joaquín Almunia, comisario europeo de Asuntos Económicos, de Bilbao, aunque sea socialista y de apellido un tanto morisco, ya ha dicho que no lo ve. El párrafo, del diario El Mundo, que ya saben que siempre miente, es sugestivo para la reflexión:
«Será difícil encontrar en Europa, quizás en algún país escandinavo, una comparación de unos presupuestos públicos y unas administraciones públicas tan potentes como las que tiene el País Vasco, tanto en el Gobierno autonómico como en las instituciones forales y en los ayuntamientos que se benefician de ese régimen foral», resaltó. Almunia comparte la visión de algunos dirigentes del PSOE y del equipo económico del Gobierno de que el concierto vasco y el sistema de cupo proporcionan unos ingresos a las instituciones vascas -también a Navarra- que suponen una discriminación para el resto de comunidades autónomas de España. De hecho, esta desigualdad es uno de los motores que ha llevado al presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, a reclamar un nuevo Estatuto para Cataluña.

Menudo sapo.