Dice el ministro (más de un medio coincide, se lo juro):
"Se acabó lo de tener un puesto de trabajo para toda la vida, se desempeñe como se desempeñe"Estas son cosas que ningún ministro del ramo ni político alguno en este país ha dicho, si mi memoria débil e interesada como todas no falla. Ustedes que ven y escuchan las radios y los telediarios sabrán de quien hablo: Jordi Sevilla, ministro de Administraciones Públicas.
Pero hay más, en el texto periodístico que empleo como referencia (de la web de El País, un diario que nunca miente) se dice:
A partir de ahora, los funcionarios podrán ser cesados de su puesto y derivados a otro si no hacen bien su trabajo. La continuidad se vinculará a los resultados.No está nada mal para estos socialdemócratas, que ahora nos dirán que vincular desempeño y puesto de trabajo es progresista. Me va a venir bien, porque se lo pienso enseñar a mis subordinados en la próxima y segura visita de revisión de sueldos basada en el coste del sofá en Ikea.
De todas formas, un servidor, que cree en las buenas intenciones de este gobierno pero no demasiado en su competencia técnica para buscar soluciones a los problemas, no se hace ilusiones. No encuentro (y pido disculpas de antemano si fuera de otra forma) que en ningún sitio se diga que puedan ser despedidos. Los funcionarios, digo. Oigan, no me llamen cruel explotador ni nada por el estilo: en la empresa privada no estamos del todo desprotegidos (excesivamente protegidos, como saben) pero cuando vienen mal dadas el empresario puede reducir un coste de extraordinaria proporción como son los costes laborales (a un precio, alto, pero uno) y tiene una buena opción de reconstruir su compañía y seguir en el mercado.
Con el estado no nos pasa eso: siempre tiene la misma dimensión o crece. Nunca se reduce. Nunca sabemos si los funcionarios que tenemos son los que son o podrían ser menos. No porque sí o por mala leche, sino porque es una obligación del estado no gastar de más y, si puede, reducirnos los impuestos. Es típico del mismo diario que empleo bombardearnos con artículos sobre la tasa de empleados públicos en España con respecto a los acaudalados miembros de la Unión Europea dura, la de antes de la ampliación al este, para decirnos que esto es una deficiencia notable, que cuando estás desarrollado, tienes que tener más. Nunca he entendido la ecuación. Menos hoy que el presidente del gobierno, aunque ya se ha olvidado porque entre opas y treguas anda muy ocupado, aprendió la palabra productividad.
Ustedes sospechan que yo, idealmente, creo que el estado no debería tener ningún empleado. Esto no es realista, así que me conformaría, idealmente, con que el número de empleados públicos fuera una función con tendencia a cero: sólo los imprescindibles durante el tiempo que fueran necesarios. Es obvio que para el empleado público estar sometido a presiones y reglas similares a las que tenemos el resto de los mortales, debe tener otras compensaciones: el salario no puede estar congelado en año malo ni deben de conformarse con el IPC. Deben poder reclamar el salario en función de su productividad, una cosa muy friedmaniana ésta. Yo sólo pediría a los representantes de los empleados públicos que no nos lloren cuando no tienen subidas, a ellos no los pueden despedir, así que el ajuste de su sueldo en tiempos de crisis se realice por pérdida de poder adquisitivo no es ningún escándalo.
Pero en fin, desde filas liberales debemos felicitar al gobierno, aunque sea socialdemócrata, por abrazar políticas liberales aunque, de seguro, no será suficiente. Debemos además felicitarnos porque si algunos deberes de la perorata de la productividad que se manejaba en la oposición se debe al estado, es la de sus propios empleados, lo que no puede por menos que congratular.
¿Qué se conseguirá? ¿Será coherente? ¿O será una parida que traerá problemas, como las cuotas? Yo me conformaría a corto con no tener que escuchar esas cosas que se oían antes de los ganadores de las oposiciones: que "toman posesión" de sus puestos y que tienen "la plaza en propiedad". O ver que esas excedencias privilegiadas propias de opositores ilustres que consisten en "ahora me voy a ganar dinero al sector privado y, si me va mal, me vuelvo", se terminan. Pero recuerden lo importante: a partir de ya vincular desempeño y pervivencia en el puesto de trabajo es progresista y avanzado. El mérito, lo es. De ahí a ser liberales no hay, literalmente, distancia: tengo curiosidad por ver los argumentos de los sindicatos para no responder a esta obviedad con su negación, sino con un circunloquio para seguir preservando privilegios y pesebres.
Tags:
|