Un nuevo periódico económico (se llama El Economista, no cabe duda de qué va) me invitaba a desayunar ayer con la portada más imposible del periodismo español: se metía con El Corte Inglés. La caña sigue hoy: de nuevo en primera, se dice que la Generalitat de Catalunya "se lanza en contra de El Corte Inglés". Ambas noticias tienen fuentes bien documentadas: actuaciones de la inspección de trabajo.
La leyenda, cierta o falsa, de las prácticas laborales de El Corte Inglés es sólo menor a la otra leyenda, cierta o falsa, del oscurantismo de la Institución: el Corte Inglés es algo más que una empresa en este país. Y esas dos leyendas no son menores que una tercera leyenda, cierta o falsa, sobre el uso de la inversión publicitaria - enorme - de la Institución como comprador de imagen y silenciador de noticias.
Todos tenemos nuestro Jeckyl y Hyde. Nuestra doble alma. Desde 1992 existre un libro que se titula Biografía de El Corte Inglés, un libro magnífico, extraordinario, publicado por un periodista asturiano, Javier Cuartas. También tiene su leyenda: el libro desapareció de las estanterías y la leyenda, cierta o falsa, dice que la Institución se encargó de comprar toda la edición.
Un servidor sabe de primera mano que una conocida cadena de librerías española propiedad de una empresa que tiene periódicos y de todo retiró los ejemplares y los almacenó en el despacho de los directores del comercio. Astucia de uno, o velocidad certera hicieron que Berlin Smith, que entonces no se llamaba Berlin Smith, consiguiera uno. No entiendo por qué El Corte Inglés quiere ocultar a la sociedad un libro tan positivo y tan interesante sobre el origen de la Institución, el inmenso esfuerzo e inteligencia de Ramón Areces y la capacidad de una compañía para innovar y ganarse un mercado. La historia del Sr. Areces haría las delicias de Francis Ford Coppola para hacer una saga de la emigración española y la reconstrucción del país tras la guerra.
Años antes, Berlin Smith, que tiene un pasado oscuro, trabajó para un periódico y allí circulaba una vieja historia de cómo el Corte Inglés llamó a las redacciones para tratar de impedir que el nombre Hipercor se escribiera o se pronunciara tras el atentado de, claro, Hipercor. Demasiado clamor, demasiada trascendencia como para que se obviara algo que dispara demasiado contra la esencia del periodismo: qué, cuándo, dónde, cómo, quién y por qué.
El Economista es un buen periódico. Como buen periódico nuevo, no tiene apenas publicidad así que no corre peligro al hablar de algo que nadie habla. Me imagino que los miles de empleados de la Institución habrán acudido masivamente hoy a comprar un diario de un segmento minoritario y habrán favorecido las ventas en kiosco de los nuevos.
¿Será un punto de inflexión? ¿La sociedad se pone definitivamente por delante? ¿Ganará la libertad de expresión? ¿se modernizará El Corte Inglés en su relación con la sociedad? Que la inspección de trabajo levante actas contra El Corte Inglés, es noticia, aunque no sé si es mucha, poca o exagerada. Los sindicatos llevan mucho tiempo dándole duro sin resultado. Recuerden donde estában los piquetes (poco presentables por otro lado) en la última huelga general. Y una última pregunta: ¿podrá este periódico heroico seguir siendo tan independiente cuando la publicidad haga posible la cuenta de resultados y hayan quemado el dinero del lanzamiento?
Actualización: Como el conejito de Duracell. Y siguen, siguen, siguen... esta es de hoy (diez de marzo):
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