viernes, abril 07, 2006

Exclusivas Ramonet: Fidel Castro cree que Iraq tenía armas de destrucción masiva


No parece o no he encontrado respuesta o comentario desde el diario El País a la extrañeza de que varios párrafos del enésimo libro que pretende biografíar a Fidel Castro contenga textos de una supuesta entrevista que no es entrevista: se trata, difícil que parezca de otra forma, de transcripciones de discursos del Comandante. No puede uno evitar su interés en el personaje y su destino, así que según pasaba por la librería habitual he tomado de los estantes Biografía a dos veces, un trabajo del archiconocido ídolo de PRISA y azote de neoliberales que es Ignacio Ramonet. Lean atentos porque me he encontrado una sorpresa.

Ramonet, que tiene una pluma excelente, efectúa un prólogo en el que, no por esperado no dejo de seguir asombrándome, se vuelve a caer en la misma trampa moral con la que se suele juzgar con complaciencia a Fidel Castro: una sucesión de reconocimientos y alabanzas a su memoria de elefante, su caballerosidad en el vis a vis, su altura intelectual, su energía inacabable, los médicos cubanos por el mundo, la resistencia al devastador embargo comercial, la alfabetización, los niños cuidaditos... y un párrafo a las cosas que no pueden ser, como las condenas a muerte, los presos políticos y esas cositas sin importancia, amén de la concesión a la comparación con esas supuestas democracias de Santo Domingo, Haití, etc. etc.

Es demasiado cansino recordar o llamar la atención que todos esos trabajos meritorios en alfabetización, escolarización y salud los han desarrollado muchos países, especialmente los europeos, con gobiernos socialdemócratas que pueden ser criticados por la forma de alcanzar objetivos compartidos por, generalmente, todo el espectro político, pero que es evidente que en esa crítica no cabe hablar de un abuso de los derechos humanos y una destrucción de la economía como la del Comandante y sus seguidores: no sé si me cogen la moraleja, lo que digo a Ramonet y a todos los izquierdistas complacientes es que hacer lo que un gobierno debe responsablemente hacer, es su obligación, y que no es un descargo decente decir que las élites latinoamericanas de alrededor se han dedicado al saqueo para justificar que las mismas políticas de partidos de izquierdas respetuosas con la democracia y los derechos humanos no son de aplicación por un movimiento (ni partido, ni ejército) que tomó el poder al asalto expulsando - y ejecutando - a todos sus rivales políticos con la bandera del marxismo leninismo en la mano: Castro ya tenía a Suecia en su tiempo o al Reino Unido como modelo inspirador de políticas sociales si hubiera querido, pero prefirió condenar a todo el mundo en nombre de su versión del paraíso. Cuba era un país con un nivel de renta más que decente en el triunfo de la revolución, y ya hubiera querido el Madrid del 59 ser como La Habana del 59.

No me desvío: la aclaración me parecía pertinente, pues en ese prólogo Ramonet insiste en su condición de periodista y de dedicarse a reflejar los hechos y a mirar con sosiego la obra del Tirano Banderas ilustrado que habita en la isla. Uno no entiende como un periodista de su talla no repara, no profundiza, no llama la atención por su potencial trascendente, en lo que dice en la página 500 que es la que casualmente abro al azar al quitar el celofán del libro:
La guerra de Irak, ¿a usted le parecía inevitable?

En febrero de 2003, unas semanas antes de la guerra, estuve en Malasia en la Cumbre de los No Alineados y allí, en Kuala Lumpur, conversé largamente con los miembros de la delegación iraquí, y con el entonces vicepresidente Taha Yassin Ramadan. Les dije que, si las poseían, debían destruir todas las armas para facilitar el trabajo de los inspectores de la ONU. Era para ellos la única posibilidad de evitar el ataque. Y creo que lo hicieron, destruyeron las armas, lo habían hecho ya antes, pero no sirvió para nada. La decisión del ataque ya estaba probablemente tomada
Y nada más. Quiero decir que ante las dos frases "si las poseían" y "creo que lo hicieron" existe una necesidad imperiosa de pedir aclaración a un personaje que no dispone de malos servicios secretos precisamente y que mantuvo su embajada en Bagdad hasta el final (el concepto de autoinmolación de los demás es algo que le apasiona). Si Fidel Castro dice "creo que lo hicieron" es porque debe creer que las tenían, pero Ramonet no le pregunta por qué lo cree.

No es que cambie esto ni la historia ni la legitimidad o carencia de ella de la guerra. No es que esto demuestre que había armas de destrucción masiva. De hecho, puede que sea una más del narcisismo y sabiduría manipulada de la innegable inteligencia del tipo. Pero a mí me sorprende que Ramonet no extraiga todo el partido de una cuestión tan controvertida dicha no precisamente por un cualquiera. Por honestidad intelectual debo decirles que a este quien les escribe no le hizo feliz esa guerra y que cree que el resultado es un fiasco muy serio, y que la incapacidad de encontrar el rastro de las armas que sirvieron de excusa es una mentira al mundo y a la ciudadanía de los Estados Unidos (que pone los soldados muertos) más grave que la mentira que desveló la falda con semen de Mónica Lewinsky, y nadie pide el impeachment de Bush. Pero siendo el autor de la entrevista - con las dudas acerca de algunas páginas que hemos advertido - un reconocido y beligerante autor en contra de la guerra, de la globalización neoliberal y de la vigente política exterior norteamericana, caben unas ciertas dosis de reflexión o de inquisición (del verbo inquirir) acerca de lo que Fidel Castro Ruz quiso afirmar acerca del núcleo esencial de la justificación, justa o no, de la guerra de Irak.

O eso creo yo. Díganmelo.