Clausius, el autor de Curiosidades de nuestro curioso mundo, publicó el otro día el post que les reproduzco gráficamente ahí a la izquierda titulado, como pueden ver, ¿Y la bandera?.
La incógnita tiene que ver con esa marea humana que asiste a uno de los baños de masas de nuestro gobernante, ese señor que sale de espaldas en la foto.
Clausius se hace la pregunta - nos recuerda la E final del partido que le sustenta, ya saben el PSOE - y se lamenta del hecho constatable de que por mucho que se mire ese símbolo rojigualda que suelen portar las fuerzas armadas y del orden público en sus uniformes no es frecuente que se encuentre en los actos de este partido. Aduce, con razón, que en los grandes partidos de otros países esto no ocurre.
Muchas veces bajamos a la realidad y cuando nos encontramos con debates de símbolos terminamos aburridos y nos acordamos de que una bandera no es más que un trozo de tela de colores. Un trapo. Pero no es cierto. Las banderas no son tejidos por mucho que queramos, tienen un significado y su traducción a la mente es un misterio no completamente resuelto. Lo que sí sabemos es que los símbolos tienen eso que llamamos connotaciones, esas cosas que dicen pero que parece que no dicen. Repasaremos las obras completas de Umberto Eco.
Ustedes son brillantes. Todos saben que el sambenito de la bandera española de acuerdo con la legislación vigente y aunque se le cambiara el escudo asociado al régimen del extinto general gallego, no puede evitar su consideración de símbolo facha. Luego la hipótesis es sencilla: la gente y los miembros del PSOE no la llevan porque no acaban de sentirse cómodos con ella.
Pero profundicemos más: en las memorias de Julio Feo, ex jefe de gabinete de Felipe González, se cuenta como en las primeras elecciones y tras los correspondientes estudios de imagen, se sustituyó el fondo rojo de los emblemas tradicionales del PSOE por el blanco. Los estrategas de comunicación encontraron que el rojo generaba rechazo en la población y ya saben como es la técnica electoral... lo divertido era que había algún que otro destacado socialista que quería sacar las banderas rojas y lo hacía de estrangis. En la foto, como ven, predomina el rojo. No sé si les da que pensar dada la orientación y las declaraciones más famosas de nuestro Gobernante, pero eso lo dejamos para otro día.
La cuestión es si el PSOE no aparece con banderas españolas precisamente por algo que digan sus estudios de imagen. Como declaración de intenciones, la administración Zapatero aparece siempre con una bandera europea tras de sí. ¿Suavizará el rechazo de la bandera española? En todo caso, para quienes se sienten entristecidos por la irrefrenable pérdida de glamour, chic, coolness o lo que quieran de la bandera española, es probable que llegue el momento de hacerse preguntas. Si no se consigue que la bandera española sea percibida amablemente y con entusiasmo por gran parte de la población española, ¿qué se puede hacer?.
Posibles respuestas: ¿sacarla hasta en la sopa? ¿hacerla obligatoria? ¿cambiarla por otra? ¿una campaña de cuñas de radio? ¿una campaña televisiva explicando que no es la bandera de los centralistas, derechones, fascistas, peperos, defensores de Bush y de Iraq, de los franquistas, de los represores, de los homófobos, de los curas y que es una bandera integradora de todos los pueblos, la de los demócratas, la de la tradición liberal - con perdón - y la modernidad española?
Sugiero solicitarle a Lluis Bassats, catalán, uno de los mejores publicistas del mundo, que nos explique qué hace una marca desprestigiada para volver a recuperar su querencia. Y que esa querencia la tengan, precisamente, allá donde hay más querencia evidente por otras composiciones textiles, como es la senyera - que significa bandera - y la ikurriña, que también significa bandera, no se trata de nombres mágicos. Duro problema. Quizá porque si un producto no tiene condiciones para ser vendido, no hay quien lo venda. Pero puede que las tenga. Algunas tiene, estoy seguro. ¿Conocidas? ¿Aceptadas? Luego ¿cómo y quien lo vende? Yo algo le decía hoy a Mariano del problema...
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