sábado, abril 22, 2006

Euskadi, con mucho gusto


Hola, lehendakari. Acabo de terminar de comerme una receta estupenda de pollo con vino y un majadito de ajos y orégano. En la sobremesa me encuentro con una película publicitaria conmovedora, preciosa, con una canción en un euskera (¿euskara?) hermosa y emocionante como casi todas las que conozco. Por sus sonidos, porque apenas paso de cien palabras y dos declinaciones de la lengua de Sabino, ese vuestro padre. Me hace gracia: no hace mucho de la tregua y empiezan las invitaciones al turismo. Puede que ya estuviera contratado.

Me hace gracia, lehendakari, me hace gracia. Os pasáis la vida contándonos que no sois españoles, pero nos ponéis los anuncios en Madrid muy amables pero muy sutiles, ignorando que aquí siempre se llamó Vascongadas y País Vasco a lo que Sabino, mal filólogo, se inventó. Ese Euskadi o Euzkadi. Sois amables, porque siempre veremos las campas verdes, los valles, esos platos de bacalao y los chuletones, las caras sonrosadas de los caseros, esa gente que de tan natural parece que llegaron aquí desde el cuaternario con su txapela puesta.

Te diré por qué me hace gracia: mi madre era de esa gente que veraneaba en San Sebastián. Cuando veranear en San Sebastián era veranear en San Sebastián. O sea, cuando Fuenterrabía era Fuenterrabía y no Hondarribia. Veranabea en Donostia no porque fuera señorita, sino porque su madre, mi abuela, trabajaba para la gente de bien. No, no sea crea que eran unos pobres criados, eran empleados de confianza, pero empleados al fin y al cabo, y que no hubieran podido permitirse bañarse en la Concha si no fuera porque se acompañaba a D. Gonzalo, el dueño. De aquellos tiempos, siempre quedó en mi casa que mi madre a mi abuela no la llamaba madre, sino ama. No me preguntes por qué. Es un misterio, porque ella era de Vallecas. Tan misterioso como que la prima de mi madre, llama hoy todavía a su madre, la tía de la mía, ama. Y nunca mamá. Será porque se casó con uno que tenía un Mercedes de Bilbao. De segunda mano.

Como el destino es así, la mujer con la que vivo nació en Aramaio. Aramaio (Aramaiona, pone en el carné de identidad, expedido en Madrid), fue el primer pueblo de Álava donde se abrió un batzoki. Tú, que eres alavés, de Llodio, que seguro que te sabes de carrerilla la historia del PNV en tu pueblo, te sabrás esto. A un lado el Amboto y al otro el Udalatx. Así cuando veo en la televisión las bellas estampas de la tierra de mi mujer, pues todas las referencias me resultan cercanas. Los valles, los ríos, los mercados de Santo Tomás, mi zurito y mis sentimientos: ella, que sólo habla un euskara infantil - es decir, no lo habla - se pone tímida y colorada cuando le digo que me quiera en vascuence. Y le digo musu bat y se pone más roja y nos abrazamos y nos quedamos dormidos.

Pero a los dos nos sorprende. Nos sorprende que cada día tengamos que ver que no somos gente demasiado grata porque mi mujer prefiere ser española que vasca. No es que no lo sea, es que no le importa mucho. No tiene muchas ganas de volver por Arrasate, el pueblo donde fue al colegio, casi ni siquiera por Navidad, porque le resulta pequeño, provinciano y aburrido. Pero sobre todo sabe que en el pueblo hay mal ambiente. Hay demasiados silencios y todos sabemos por qué, y sabemos qué gente nos vamos a encontrar en según que bares. Y sabemos quién tiene el bar a nombre de otro para no tener que pagar compensaciones a las víctimas (los asesinados, los heridos de bala y de fuego).

Y ahora nos dices que vayamos, que nos dejemos el dinero. Después del discurso diario de falsa opresión, de no contar para nada, de ignorar todo, de decirnos a gente como nosotros que no tenemos nada que decir en el futuro de una gente y una tierra que nos ha visto crecer y formarnos nuestros sentimientos, nos quieres poner un caramelo. Hace unos años, tan preocupados estábais por la imagen de Euskadi (en fin, nos acostumbraremos a la invención, pues al fin y al cabo todos los nombres de las tierras son invenciones consuetudinarias) que hicisteis aquella campaña de Ven y cuéntalo. Que contáramos que las cosas no eran como el telediario, que la gente era amable y cariñosa y que no te rallaban la chapa del auto si tenías matrícula del otro lado del Ebro. O francesa. O tu coche era un Renault. Nada de eso, ven y cuéntalo.

No os preocupasteis, aunque decís que sí, de lo evidente. Para cambiar de idea, bastaba con meter en la cárcel a los que incendiaban autobuses y bancos: teníais una policía para hacerlo que, te recuerdo, se paga como diríais vosotros, desde Madrid. Desde la Hacienda de todos, podríamos aclarar. Bastaba con decir que no eran unos "chicos" de la gasolina los que abrasaban la piel de los ertzainas, y bastaba con pensar y decir que los que mataban en nombre de ese pueblo vasco que nos mira mal si no hacemos acto de fe, no son héroes de ninguna clase. Que no sólo no lo son, sino que son criminales: es un sarcasmo de decir que han crecido oprimidos por España y ese Franco los niños nacidos después del 75 y que por extrañas motivaciones les da por destruir lo ajeno, romper escaparates de los apestados como los nazis rompían vidrios de judíos. Esa comparación os jode, yo lo sé, pero jode porque en tu fuero interno, lehendakari, sabes que es cierta.

Pues fuimos y lo contamos. Mingote publicó una viñeta donde alguien, un alguien, le pegaba un tiro en la nuca a otro alguien. Y vosotros escandalizados quisisteis demandar al anciano dibujante diciendo que os había arruinado una campaña, que queríais cambiar la imagen distorsionada de los vascos (y las vascas, dirías tú, lehendakari). Ya hubiera sido un detalle que gastarais la mitad de la energía que empleasteis en la queja para decirles a esas masas de cada Aberri Eguna, con todos esos estandartes, esas banderas al viento (mirad las fotos: igual que Hitler, igual que la plaza de Oriente) lo poco heroico de matar por la patria. Eso que llamáis violencia. No, nunca hay tanto escándalo en vuestras filas cuando a un señor de toda la vida del pueblo, como al de hoy en Navarra, le queman la tienda. Si Mingote dice que a la gente la matan por la espalda por trabajar pacíficamente por lo que piensa no ponemos anuncios en la televisión de Madrid para decir que no pensamos lo mismo.

Y ahora tecleo por internet para encontrar la información de la campaña. La página me aparece en inglés. Dice Euskadi, with pleasure. Para el castellano, tengo que pulsar un botón. No, no es por el inglés, que a uno le alcanza. Es por aquello de hacer amigos. No importa, nosotros quremos seguir jubilándonos en San Sebastián.