El Economista incluía ayer otro curioso dato sobre las agencias tributarias que padecemos (los impuestos son pasión, ya dice el clásico que de seguro hay dos cosas ciertas, la muerte y los impuestos): esta vez se buscan los datos de viviendas que declarantes de territorio común disponen en territorio foral:
...se da el caso de que este año las haciendas vascas han pasado a la Agencia Tributaria todos los datos sobre referencias catastrales y propietarios de inmuebles en sus territorios que declaran en la Hacienda estatal. De esta manera, se podrá comprobar en la declaración de este año si hay alguien que lo oculta con un mero cruce de datos.Haciendo abstracción de razones, causas y peripecias de cómo se llega a esto o el por qué del fenómeno anterior de ocultamiento, viene al pelo para la argumentación que solemos dar en este escondite (Luis Amézaga tiene este concepto de estas páginas que hacemos y casi creo que es totalmente verdad): el grial de la cuestión de la estructura organizativa del estado (y el estado no es otra cosa que recaudar impuestos y gastarlos) es independiente de su articulación jurídica, es dependiente del compromiso y lealtad con el conjunto de la solución a la que se llegue. Compromiso y lealtad emocionales, probablemente.
Si las haciendas no comparten los datos para exigir el cumplimiento de la ley (otra de las razones de ser del estado) es que no compartimos la idea esencial de lo que es el estado. Si ahora lo compartimos, no parece ser que sea por más compromiso o más aceptación, pero vale el ejemplo. Creo.
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