Era la portada de El Economista del martes pasado, y como uno va corriendo a todos lados no sabe o no recuerda si era comidilla del resto de la prensa, económica y de las otras.
El titular invitaba a la compra del diario, "Cataluña presenta en Madrid una agencia tributaria propia", y añadía un par de apostillas preparadas para la polémica: "Exige plenos poderes en contratación, recaudación, gestión e inspección" y "Da un año de vida al consorcio compartido con el Estado". Si toda esta rotundidad es cierta, puede que nos pase como la patena del Estatut, o puede que sea la contrapartida pactada con efecto retardado de lo que no era digerible del acuerdo alcanzado.
El periódico dedica espacio para lo que debiera ser el nudo gordiano de la cuestión: ¿inspeccionar desde más cerca ayuda a reducir el fraude?. Los inspectores de Hacienda, un cuerpo bastante serio, siempre han dicho, e insisten ahora, en que no: nada como el alejamiento para hacerlo mejor. Algo me recuerda el argumento a una política que al menos hace un tiempo aplicaba el Banco Popular a sus directores de oficina: cambiarlos cada equis años para evitar que el exceso de conocimiento del cliente -la confianza y la amistad - les conduzca a la relajación frente al riesgo.
El lado autonómico cree que su cercanía le puede llevar a peinar mejor determinados sectores - se deben referir a las "mafias" locales - que deben tener sus particularidades. El IRPF resulta más sencillo que el IVA y sociedades, pues estos no están territorializados.
Si en este país tuviésemos clara cuál es la estructura de organización territorial, es decir, si fuese aceptada plenamente por todas las fuerzas políticas, sería sencillo conducir el debate a los aspectos técnicos y al problema esencial de cuando de dinero hablamos: la confianza mutua. Existiendo como existen cinco haciendas reales (la común y las cuatro forales) resulta un tanto extraño decir que unos pueden y otros no. Diga lo que diga la Historia, que es muy conveniente utilizarla a veces y otras se revuelve como un boomerang: hay cadáveres en todos los armarios. Como hábilmente dice el Sr. Maragall resulta poco presentable al público, especialmente en términos de partidos de izquierda, que los recursos por habitante de que dispone el gobierno vasco sean superiores a los catalanes, especialmente si se tiene en cuanta que ambos cotizan en la liga de los "ricos".
Sigo pensando que antes de decidir si las haciendas pueden ser más de una (sospecho que para la inspección nada como un poder lejano, frío y sin sentimientos), aunque ya lo sean, hay que saber para qué. Rajoy tiene razón cuando dice que se produce una mutación constitucional encubierta con el modelo de estatuto de Cataluña. Pero creo que no la tiene, o no alcanza a resultar creíble, cuando elabora propuestas políticas para tratar el hecho real: parece imparable la sensación o la convicción de determinados territorios de que las cosas han de ser muy diferentes. Por mucho que queramos, el modelo del 78 está roto y muerto por la fuerza de los hechos. A encontrar el espacio, generar ilusión, atraer a sectores lejanos se le llama liderazgo y me da que a Mariano no le pusieron para eso.
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