miércoles, abril 05, 2006

Identidad, bandera, religión


Al menos dos de los diarios que leo según salgo de la ducha se refieren al informe sobre la juventud española de la Fundación Santa María. La lectura de la fuente original no está a mi alcance en este momento, pero la mera contemplación de los diferentes puntos de vista que adoptan el diario El Mundo y el diario El País confirman lo necesario para la higiene intelectual de cualquiera: nunca lea un solo periódico. O escuche una sola radio. En definitiva, y no por menos sabido no está de más decírselo a uno mismo, no cabe conformarse con una única fuente.

No voy a decir que la visión de un diario es verdad y la otra la mentira, porque parece probable que las dos sean partes de la verdad y de la mentira, dichas sean estas dos grandes palabras con la suficiente distancia para no hacernos trascendentes con ellas. En definitiva, lo interesante es lo que la diferente manera de ver el mundo provoca en el sesgo aplicado a la noticia. Así, mientras El País está mucho más preocupado (o alborazado) por el deterioro de la fe religiosa y, en particular, del credo católico, El Mundo, sin que desaparezcan estas referencias pues no en vano este estudio se ha centrado tradicionalmente en el análisis de los valores de la juventud, está más centrado en la visión de las instituciones. Por efectuar una simplificación.

Supongo que fruto de ello debe ser que el diario de la calle Pradillo contenga un parrafito de lo más interesante que El País no tiene y que creo, ustedes me dirán, que tiene sus consecuencias prácticas para la orientación táctica, política y estratégica de los partidos españoles, especialmente los conservadores:
Uno de cada cuatro [jóvenes] se siente más autonómico que español, aunque aún son mayoría los que se apuntan a las dos banderas. El nacionalismo con o sin partido gana en Canarias (62%) y País Vasco (60%), y el españolismo en Castilla y León (66%) y Castilla-La Mancha (49%). «Los que más se identifican con su comunidad son los menos religiosos. Según aumenta el nivel de religiosidad, crece su identidad española».
Me pregunto si la mayor proporción de religiosidad entre jóvenes catalanes y vascos presupone también más identidad española. Pregunta pertinente no sólo por el momento político que se vive sino también, y no es poco, porque el catolicismo y su vinculación ideológica y programática con el nacionalismo vasco especialmente y con el catalán más moderadamente, tienen que ver desde un punto de vista histórico.

¿Hablamos del choque de tres nacionalismos - que nos diría Maragall -, el español, el catalán y el vasco sostenido por la tradición o el tradicionalismo religioso? En cualquier caso la preferencia por lo local frente a lo estatal, la asociación de lo español con valores morales conservadores, el refugio del mayor sentimiento "español" en las viejas tierras de Castilla con centro en Madrid, de ser cierta, arroja un problema estratégico importante para la causa "España, una única nación". No parece sencillo para el Partido Popular crecer en expectativa de voto para obtener mayorías verdaderamente claras si no puede obtener adeptos o, dicho de otra manera, si tales proporciones de población, más aún las nuevas generaciones, tienen estas percepciones.

Por eso creo pertinente para lo que se suele llamar derecha liberal, democristiana o, simplemente, conservadora española efectuar un análisis profundo de sus posiciones ideológicas no para abjurar de sus fundamentos, que no tiene por qué si cree en ello, sino para saber cómo se ponen al día y cómo se explican para convencer. Convencer, demostrar, seducir con las ideas. Me parece que esto es, en general, un déficit de la política española, más dada a la adhesión, la imposición y la marginación del rival. La izquierda conserva ese glamour heroico de la revolución y la causa de los débiles y los perseguidos y, por lo que se ve, las tendencias sociológicas se lo ponen fácil. Las identidades "no españolas" tienen, a la vista está, más atractivo estético y ético que la tradicional española: quizá no se quita el sambenito de olor a sacristía, chapuza y atraso, siendo la realidad otra. ¿Quien cambia eso de ser así?

Quizá el resumen sea preguntarle a Rajoy qué respondería si le preguntasen, por ejemplo, por qué es mejor ser español que sólo vasco. Puede que la palabra mejor no sea la buena, y la correcta sea más conveniente, más beneficioso, más... O por qué España ha de ser autonómica y no federal o confederal o chapuceramente estatutaria como está pasando ahora. Y, claro, cuán convincente es la respuesta para ese joven dividido entre banderas y que abraza valores morales diferentes a los más tradicionales.