miércoles, abril 26, 2006

Oiga, Rajoy: ponga el ojo donde hay que poner la bala



Relaciones públicas y matemáticas. Relaciones públicas es ese tipo de estrategias de marketing que se destinan a forzar la aparición en los medios de comunicación. Las matemáticas permiten obtener cálculos con tanta precisión que, a menudo, eliminan prácticamene la información: un uno a secas, es un uno, y nada más.

Una cantidad apabullante de pallets envueltos de azul y trazas naranjas puestos delante del congreso con Rajoy y su séquito sonrientes es una estrategia de relaciones públicas: allá va la prensa a saco para no perderse la ocasión (tenemos que llenar cincuenta páginas al día, tres telediarios y un boletín de noticias cada hora, muchachos): eso son relaciones públicas. Las matemáticas son cuatro millones y no sé cuantas más firmas escondidas en el plástico azul relajante: ¿qué información contienen?

En mis tiempos de pequeño ejecutivo debía lidiar con el desarrollo y venta interna (qué pedazo de concepto) de las llamadas encuestas de clima laboral: oigan, soy capitalista acérrimo pero no por ello imbécil como para creerme que es un paraíso y no saber que la humanidad tiene el fuste torcido y las entendederas cortas. Las encuestas de clima laboral son un intento, no oficialmente reconocido, de tratar de saber cuánto de jodido está el personal de mi compañía, que por lo general, está bien jodido. Y que suele decir lo que la gente ya sabe de modo abstracto. Lo que pasa es que, como cabe esperar, oficialmente ni se llama así ni se reconoce. Haciendo el cuento breve, lo interesante para mí de estas encuestas era comprobar cómo serenos y experimentados personajes educados en las mejores universidades siempre interpretaban mal los datos. Las matemáticas, y eso que eran ingenieros.

Una pregunta típica de esas encuentas es, por ejemplo, si usted se siente orgulloso de su empresa. Les digo por experiencia que la mayoría de la gente tiene tendencia a decir que sí. Es un rasgo humano, todo el mundo quisiera que el sitio donde trabaja fuera el mejor y reconocerse a sí mismo que no está en algo potencialmente bueno no acaba de cuajar. Es como decir que tus compañeros no te caen bien y eso es lo que más quiere la gente: a sus compis. O se pregunta si se cree que el ambiente es bueno. O si se cambiaría de empresa por el mismo sueldo (la prueba del algodón): a esta última siempre hay más gente que dice que sí que a la del orgullo. Vaya.

Pero el que, siempre en mi pobre juicio por supuesto, era el error de análisis era el de interpretar la mayoría como verdad, el cincuenta más uno como regla y pensar que los sentimientos de tu plantilla son como ganar las elecciones. Así, si al tipo de preguntas que les he puesto como ejemplo los que dicen "siempre" o "casi siempre", ganan a los de "nunca" o "casi nunca", el intrépido ejecutivo comprobaba que su suma era superior al cincuenta por ciento o más (un sesenta, un setenta y cinco...) mostraba su mejor sonrisa diciendo algo así como "hemos ganado". No sé si ustedes me captan el matiz: si fueran los dueños de una empresa de dos mil trabajadores y quinientos le dijeran que no están orgullosos de su empresa (es decir, el 25%) ¿Cuál es el problema, los que sí lo están o los que no lo están?

Personalmente, saber que quinientos tíos están bajo mínimos y no hablan bien de mi, no me pone mucho: es un problema práctico, demasiada gente que no quiere contribuir, que no va a poner todo lo que tiene para sacar el proyecto adelante y no lo siente como propio, aunque haya mil quinientos que sí. Así que las relaciones públicas internas de la compañía resaltarán que el índice de satisfacción es muy elevado (el índice de no satisfacción, también, pero ese no se publica) y hasta el año que viene.

Mariano: las cajas azules salen por doquier para regocijo del consumo de tus propios electores, pero no te van a traer más electores. El problema para la derecha conservadora española es que existe demasiada gente con carné de identidad español que no se identifica con el proyecto de "lo español" que defiende el Partido Popular. Y esto no es debatir sobre la una ley para residuos urbanos que se gana por un voto más. Tiene que ver con la convivencia. Los que dicen que son catalanes y no españoles, o más catalanes que españoles, pueden ser potencialmente menos de la mayoría de cincuenta más uno, pero no sé si tiene sentido vivir en un país donde tanta gente no comparte el concepto que uno defiende y que, en cada votación, acude corriendo hacia aquéllos que presentan cualquier hipótesis con tal de que no salga la tuya.

Las cajas azules no están hechas para convencer a los que no las han firmado y el problema son los que no las firmarían nunca. No es que falten razones o argumentos, que se tienen, el problema es si no se comparten o no se entienden. Las relaciones públicas fallan: hay que salir para convencer a los que no están convencidos. Las matemáticas también fallan: no se cuenta en el lado preciso, un lado que no ha dejado de crecer a pesar de casi treinta años de "espíritu del 78". Algo que puede ser culpa de un nacionalismo perverso en muchas ocasiones, pero seguramente también de la alternativa, que o no ha sabido o no ha podido presentar las cosas de otra manera.

Uno quiere pensar que Mariano está en política porque cree en algo. Ya saben que de Zaplana hay más dudas. Si Mariano cree lo que dice creer - es decir, que cree en la democracia - tendrá claro que no hay idea de España que resista un resultado electoral adverso: fíjense lo que fue de Alfonso XIII (he dicho adverso, no que fuera mayoría el voto republicano como Ricardo de la Cierva se encargaba de recordar, como si las consecuencias pudieran cambiar). Si Mariano cree en estas cosas, sabrá que la decisión de voto, esa cosa tan íntima y tan secreta, es privada y movida por la conciencia y los intereses del votante: sólo puede intentar convencerles, no puede llevarlos a punta de pistola o a fuerza de multas. Así que la reflexión debería ser qué propuesta se hace a la población para que el grado de aceptación del proyecto conjunto suba, especialmente si la anterior puede darse casi por terminada.

Eso: el ojo, la bala...



P.D.: propuesta de reportaje periodístico para un dominical: ¿qué sucede con los pallets una vez entregados? ¿dónde se almacenan? ¿alguien los abre? ¿alguien los cuenta? ¿dónde están esos papeles dentro de un año?