El metro de Madrid empieza a cubrirse de anuncios de fondos rojísimos sobre letras blancas. El lema principal, el de letras gruesas que se ve por todo el recorrido a pie de los extensos pasillos, soy incapaz de recordarlo. Pero me quedo con un hilillo más chico que se aprecia al acercarse: "Apuesta por una enseñanza pública y de calidad".
Es ese tipo de frases grandilocuentes y huecas a las que acostumbran los partidos, ésta repleta de actos fallidos de la psicología - idiota - de la izquierda: a) nos piden que apostemos, es decir, que asumamos un riesgo a una tasa de propabilidad excepcionalmente baja (al fin y al cabo, eso es apostar, un acto de esperanza en la suerte) y b) nos ponen la coletilla "de calidad", que debe ser una necesidad de aclarar y disipar dudas del votante: no basta con decir "enseñanza pública" para que nuestra psique asuma que eso y la posibilidad de calidad sea una redundancia. ¿Lo ve el señorito Simancas? Debiera, que para eso se operó la vista, que las gafas no le dan bien en los carteles al contrario que a Gallardón.
Por supuesto, lo antológico de la frase asume a la perfección los actos de fe que mueven las buenas intenciones de todo ciudadano que cree en la religión progresista (cosa diferente al progreso) y que se evidencian por creer que la enseñanza debiera ser, desde un punto de vista moral, algo público per se contra toda la evidencia de los resultados alcanzados (idiotismo, les recuerdo).
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