jueves, mayo 17, 2007

Inmersión sociológica en busca del amor a la libertad


Esther Tusquets se lamentaba y nosotros la mirábamos perplejos por su descenso desde el guindo mientras el gobierno hace de padre, padrino, madrina, tío de América y guarda jurado. El País no ha perdido la ocasión de jugar a la web-dos-punto-cero y debatir (¿forear?: ¡dinamicemos el lenguaje!) sobre la ocasión.

¿Podríamos decir que los resultados son esperables dada la composición sociológica del diario? Ni Mayo del 68 puede con los lectores y a casi todos les entra un furibundo interés en prohibir: hasta Iraq sirve para ello como paradigma de la ley de la selva. ¿Nos la jugamos a que es el retrato del españolito de a pie te-guarde-dios? No parecen las derechas mejores que las izquierdas en el impulso controlador, al menos si tengo en mi memoria a mis dos abuelas, cada una a lo suyo y cada una con su juventud, cada una con su guerra vivida.

Tomen nota:
El Estado debe poner normas y los ciudadanos cumplirlas. Cuanto más normas, mejor. El problema en este país con los casos de corrupción y la crispación política es precisamente la ausencia de normas y de instrumentos para hacer que la gente las cumpla.
Que no cunda el pánico. Hay quien se rebela:
Las normas impiden que impere la ley de la selva, efectivamente. Ahora bien, qué cosa sea la ley de la selva es algo que depende mucho de quién lo dictamine: para los talibanes la ley de la selva es que las señoras enseñen la cara y el codo; para la ministra Salgado es que la gente fume; para Franco era que los comunistas se pasearan tranquilamente por la calle y para Hitler la ley de la selva era simplemente ser judío y respirar.
Si quieren contribuir al mejor amor por la libertad y a poner al estado en su sitio en casa ajena, pásense por allí y dejen sus peroratas: además, puede que el nivel intelectual suba.


P.D.: Hablando de dinamizar el lenguaje, les confirmo que, efectivamente, el castellano ha mutado y el libro de estilo de El País debe asegurarlo: