Relato espléndido de Arcadi, que Mapuche me perdone, de los fenómenos oscuros y despiadados que ninguna ideología, credo, partido, opción quiere escuchar de sí mismo. Con el agravante de que en el discurso socialmente aceptado las llamadas izquierdas suelen considerar a la corrupción moral excesos o errores, y las derechas son condenadas en su inmoralidad intrínseca y congénita. ¿Se libran esas derechas nominales de la misma incapacidad para ver vigas y pajas donde corresponde? After all, we're only human, pero existe una cosa que es el crédito social. Las palabras izquierda, progreso, ecológico lo tienen. La bondad de determinadas causas - revolución, liberación... - tienen la suerte de ese a priori. Nadie tiene tiempo de detenerse en el potencial maligno de ideas que se creen fuente inevitable de beneficio futuro:
Sin embargo, si uno mira bien al fondo de los asesinatos de Bultó y Viola encuentra muchos otros motivos de exclamación. Te explicaré uno de ellos. Trata del otro jefe del Ejército Popular. El 16 de marzo de 1978, los periódicos dieron publicidad a una larga nota de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona donde se detallaba la detención de Jaume Martínez Vendrell y de otras personas vinculadas con los asesinatos. El diario La Vanguardia publicaba la nota completa. Una de las grandes noticias estaba en estos párrafos: «En 1967 Jaime Martínez Vendrell (según sus propias manifestaciones) es requerido por José María Batista Roca, quien le encarga la creación de una organización que mediante la lucha armada pudiese llegar a conseguir la independencia total de los Países Catalanes [...] El visto bueno para llevar a cabo la acción contra el señor Bultó la dio en principio Jaime Martínez Vendrell y, en última instancia, José María Batista Roca».¿Me dice usted, entonces, que el independentismo es una idea perversa? No, la idea perversa es la salvación de la patria. Y pretender encarnarla. Y creérselo. Y llevarla a la práctica.
Estos párrafos provocaron una insólita nota adjunta de la redacción del periódico. La leo y reconozco en su punta seca la voz de Manuel Ibáñez Escofet, que era entonces el director práctico del periódico. Después de un aseado reconocimiento a la labor de la Policía, la nota continuaba: «Pero nos resistimos a aceptar la culpabilidad de don Josep Maria Batista i Roca [1895-1978], profesor ilustre y hombre de recta trayectoria, porque no puede defenderse de las acusaciones. Es corriente que los detenidos culpen a una persona que no puede hablar y la muerte de Batista i Roca, en agosto del pasado año, cerró para siempre sus labios».
Se resistían. Pero tanto Martínez Vendrell como otro de los acusados ratificaron en el juicio ante la Audiencia la implicación de Batista i Roca en la actividad de Epoca. Precisaron, incluso, que Batista i Roca estaba por una lucha armada «responsable». Ninguno de los dos estaba endosando su responsabilidad al muerto. Sólo estaban orgullosos de haberle servido. Se resistían: Ibáñez Escofet, La Vanguardia y, seguramente, hasta Tarradellas, entonces presidente de la Generalitat, que fue su amigo durante mucho tiempo y que, probablemente, estaba al fondo de la nota de la redacción del diario. Se resistían, pero la implicación del etnólogo en la lucha armada es hoy un lugar común aceptado por el independentismo catalán.
Y siguen resistiéndose, como es natural. En Santa Coloma de Cervelló homenajean a Jaime Martínez Vendrell. Pero Batista i Roca tiene calles en media Cataluña, monolitos y un premio que lleva su nombre. El premio es a la proyección exterior de la cultura catalana, concretamente.
(para leerlo entero si no se paga a El Mundo, hay que ir aquí. Después del divertido cartelito del candidato a alcalde socialista pasado por Disneylandia, se tiene acceso libre al texto de hoy)
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