sábado, mayo 12, 2007

Pasados Falsificados


La recurrencia de la brillantez de Antonio Elorza escribiendo casi todos los días contra muchas de las opiniones del partido gobernante en el diario del partido gobernante (o mejor, de la facción no gobernante del partido gobernante) se reitera una vez más:
Más grave es el paso siguiente, de falsificación abierta del pasado para respaldar una determinada concepción política. Lo hemos tenido delante en el artículo publicado en estas páginas por el colaborador de un diario islamista, Yeni Safak, sobre la crisis política turca. Para reforzar sus tesis, nuestro hombre cuenta una historia difícilmente defendible, con "las personas religiosas" soportando en el país "una discriminación comparable a la que sufrieron históricamente los negros", cuya única prueba es la prohibición del pañuelo para las estudiantes (se omite que dentro de la Universidad). Siguen extrañas historias. Los griegos habrían sido expulsados tras las guerras de los Balcanes: falso, lo fueron por el intercambio de poblaciones al vencer Kemal Atatürk en la Guerra de Independencia (1921-22). El error puede parecer ingenuo, lo mismo que la simple referencia a "la deportación" armenia, pero responde al tipo de falseamiento que practicó la nacionalista vasca Miren Azkarate al exigir que el Gobierno español pidiera perdón por Gernika: para ella, fue España, y no el tándem Hitler-Franco, la siempre culpable, y aquí es el islam el protagonista, no Kemal quien en dicha guerra -aquí suprimida- hizo surgir la nación turca. Para plantear que "la homogeneización se produjo bajo el islam" (ya sería bajo el innominado Kemal Atatürk), apareciendo luego "un laicismo agresivo que domesticara a los musulmanes". Debe tratarse de la separación entre religión y Estado. El relato permite apreciar con qué juego de falsedades y silencios se intenta horadar desde el islamismo la imagen histórica del proyecto kemalista.

La manipulación de la historia se convierte así en soporte de un fraude político. Aquí y ahora tenemos el ejemplo de la resurrección política de Acción Nacionalista Vasca para servir de partido-testaferro al servicio de la ilegalizada Batasuna. También aquí la historia sirve de aval, hasta alcanzar el grado de profanación, al cubrir con la denominación de un partido vasco de ejemplar trayectoria democrática, desde 1930 a su extinción. La suplantación resultaba evidente, y como recordó el Supremo, las pruebas y los indicios eran inequívocos. En vez de obstinarse en su política de puertas entreabiertas, el Gobierno tenía el deber de enterrar a ese muerto viviente de siglas ANV, promoviendo por todo tipo de razones su ilegalización. También por respeto a la historia.