viernes, mayo 18, 2007

El basurero de la historia



Uno suele recordar el clásico marxista del peso de la historia en la mente de todo hombrecito del presente. De tiempo en tiempo, construyo discursos (¿al vacío?, ¿a la nada?) sobre ese insoportable peso en nuestra conversación diaria y concluyo lo poco que me importa la historia en sí misma si no es por sus lecciones: es una excelente excusa para ser martillo de nacionalistas nostálgicos (es decir, todos) y decidir que son los vivos los que deben elegir su destino.

Saben, además, mi proamericanismo declarado. Primero, por joder, claro: es llevar la contraria al sentimiento hispano imperante, ese que une a todo tipo de españoles, incluso a los que no quieren ser españoles, llevando su DNI del Reino de España como el judío portaba su estrella amarilla. Mapuche debiera decir cuánto le insatisface este rupturismo, este mecagüen... Segundo: porque hay buenas razones, argumentario extenso que avui no toca. Todo eso con la suficiente heterodoxia que dice Juan Freire que es cosa de uno.

Y después está Javier Solana. Si mi periódico favorito no miente, me brinda una visión excelente para continuar en ambas de mis querencias y me pone a auténtico güevo otra visión destructiva del extraño caso del señor que nos gobierna y la coalición de amores que le sustenta. Como todo el mundo sabe, el amor es más bien irracional y eso lo explica todo. Por supuesto, también permite entender algunos amores patológicos por José Mª Aznar que se dan por la red(*). Volviendo al asunto: esta visión puede que se quede dentro del argumentario de Berlin Smith Bonobobo para martillear a los coleccionistas de poemas épicos de chimpancés:
Tómese en consideración la frase "eso es historia" y lo que implica a cada lado del Atlántico, sugirió. Cuando los americanos dicen que algo es "historia", quieren decir que ya no es relevante. Cuando los europeos dicen los mismo "normalmente quieren decir lo contrario"
Hecha la profesión de fe de americanismo, puedo decir con total respetabilidad que 1714, 1812, Guernica y Casas Viejas, Paracuellos y Calvo Sotelo, el abrazo de Vergara y los amantes de Isabel II no sólo me importan una higa sino que they're just history, my friend. La realidad de mis conciudadanos, que son muy europeos, vendría a decir lo contrario. O, bueno, lo mismo, me dice Solana, aunque no signifique ni remotamente parecido. Es divertido comprobar que, a pesar de todas las maldiciones, los españoles llevan tiempo siendo europeísimos en su mentalidad. A sus mentes brillantes, amigos lectores, no se les escapa ahora la excusa que ni pintada que me viene para alzar mi martillo contra la caterva de buenistas que cobra un sueldo de nuestro dinero para que se les llene la boca del verbo gobernar.

Las preguntas son, primero, al autor de la reflexión. ¿Y usted qué enfoque vital de los dos elige? Quiero pensar, que este tipo, capaz de haberse construido la carrera internacional que se ha construido olvidándose de este pequeño país y lidiando con toda clase de guerras étnicas y menos étnicas está cansado de la visión europea de la historia. Y eso que no hemos hablado de las versiones de la historia del Oriente Medio. Diga sí o diga no, el reportero que hay en mí no dejaría de interrogarle por su perspectiva sobre nuestra memoria histórica, su(s) propaganda(s), y sus desarrollos legislativos. ¿Grado de congruencia entre el viejo Solana socialista y el profesional de las élites burocráticas de hoy? Primero fue político, ahora es diplomático, ni siquiera lo confesará en el salón de su casa.

Secundariamente, ya lo ven. Qué piensa de un razonamiento como el de Solana el aprendiz José Luis. Qué pretende elegir. El reportero que llevo dentro sería contestado, siguiendo la psicología del intérprete, con una respuesta aparentemente brillante (mejor: entretenida) en la que la conclusión sería que al final todo va a salir estupendamente, mucho mejor que antes. Es decir, que seguiríamos sin saber qué valores elige para tomar sus decisiones. Una cuestión relevante es si los asesinados por De Juana son ya historia o no. O qué historia es la de la memoria.

Elegir un sentido a la expresión "es historia" es la pregunta esencial sobre la que gira la convivencia de este país, pero no para olvidar, sino para saber responder preguntas. A Sala i Martí, corazón nacionalista, cerebro liberal, le escuché un argumento excelente y poco apelable: es lógico que una ciudadanía tenga derecho a elegir cuál es su sector público. Su corazón le habla de la historia, su cerebro le dice que ya es historia y elige el presente. Al menos para argumentar. Todo nuestro proceso de debate social termina y empieza en el sentido que le demos a la historia: quizá este sea el resumen de dos años de Noches Confusas. Por el camino, elegí ser americano para entenderlo. Puede que como Solana. Le diré a José Luis que la próxima vez se levante cuando pase la bandera gringa, pero eso también es por fastidiar.




(*) Una estrellita. Qué bien. Por fin me atreví. Hace tiempo que quiero complicar más mi cansino estilo repleto de mini-digresiones y banderillas: es como un intento de quedar por encima, como el aceite, de abarcarlo todo. Yo sé que distrae y hay quien dirá que le quita sugestión, pero siempre cuesta abandonar a tus princesas. La cuestión es que me apetece que las estrellitas salgan pequeñucas, como en los libros, y bien arriba, como elevadas a una potencia. No controlo el código para hacerlo y el editor de este cachibache no deja. Es lo que hay. Restos de las generaciones del siglo veinte, que tenemos tinta en las neuronas por muchos bytes que comamos: tocamos de oído y no como mis sobrinos que no terminan de entender la alternativa. Pero se supone que la estrella tiene un significado, uno muy concreto.

Sólo quería contarles que lo de Aznar es un deliberado intento de ecuanimidad y de realidad, que luego la clac me dice que quiere ver la misma mala leche (porque vienen a decir que es atinada) que tengo con El Príncipe Colorado y su guardia de corps. Me sale mal: veo a las derechas de toda la vida con cierta compasión, como si no se enteraran, en su ramplonería, con sus dosis de cutrez, con su insistencia en confundir el culo con las témporas y los esfuerzos de su élite por comportarse con una cierta respetabilidad que nadie quiere admitirles por imposibilidad metafísica. Por el contrario, veo a las izquierdas de toda la vida como una colección de vendedores de crecepelos y curalotodos plenamente conscientes de que ni curan ni te devuelven el pelo, pero déjalos creer. Cuando dicen creer, no son más que vendedores de biblias que no pueden seguir ni sus mandatos cumplir. Como pienso que van ganando, pues me entra la simpatía por el finalista: vamos, que me proporcionan un acercamiento a lo humano más intenso las lágrimas del Español que las proezas del Sevilla, pero no porque haya perdido, sino precisamente por quién y cómo pierde: ser paria en tu propia casa y estar a punto de poder entrar en el salón de los señoritos sin que nadie te regale nada. Y ahí te dejó el destino.

En fin, no se quejarán, dos articulitos dos por el precio de uno. Lo que da de sí un asterisco.