martes, enero 31, 2006

Papá dice que pidamos perdón (¡puta España!)


Así que ese forgendro denominado Consejo Audiovisual de Cataluña, alias CAC, decide intervenir porque un visitante entrevistado en TV3, ese servicio público, tuvo a bien insultar a Rodríguez Ibarra ("un impresentable que continuamente ataca a Cataluña"), los extremeños (la mitad de ellos alimentados por los catalanes, dice él) pero, sobre todo, se metió gravemente con España. Reproduzco: que "se vaya a la mierda la puta España". Debo la información a ese diario generalmente bien informado que es el diario El País, quien les cobrará si quieren seguir el enlace que les incluyo.

La intervención en qué consiste. Pues consiste en pedirle a TV3 que se excuse. El argumento es así de estupendo: "se formularon unas opiniones y expresiones sobre la unidad de España que, por su tono, resultaron ofensivas para segmentos de audiencia". Verán ustedes: a mí me parece que puede la mala conciencia. Me parece que se trata de un mecanismo para autojustificar la persecución de la COPE y de Jiménez Losantos porque, también, hiere las frágiles conciencias de los espectadores, esos pobres descerebrados que no tienen criterio y que se escandilizan por la palabra puta, por la palabra puta aplicada a España. ¿O es porque Ibarra no se mosquee y nos pare el Estatuto?

El intento de ecuanimidad pone en evidencia la cruda realidad del CAC: esto se llama censura. Ahora nunca más se podrá decir "puta España" en TV3. Quién nos ha visto y quién nos ve. La que se hubiera montado en la transición, cuando viejos señores con bigote finito y traje oscuro mandaban cartas al ABC bramando porque en la tele se habían visto tetas y que se sentían ofendidos en su sensibilidad. El CAC decide cuando debo y cuando no debo ofenderme. La cosa es más dura: "el operador y el conductor del programa tienen la responsabilidad de plantear a sus colaboradores e invitados las normas legales y deontológicas que deben respetarse". Es decir, el periodista es un policía de lo correcto políticamente hablando, bella función del periodismo.

Que un señor diga puta España o que se cague en Ibarra o que manifieste su poca comprensión sobre los extremeños de a pie puede ser todo lo ofensivo que les dé la gana, pero no es nadie el CAC, el gobierno de Cataluña, el español, ni su puta madre (si es española, parece garantizado) para decirnos lo que podemos y no podemos decir; que ninguno de ellos son quiénes para hurtarnos las opiniones por muy imbéciles que sean de nadie y que sólo existen los tribunales para delimitar las responsabilidades de quien infama o miente en público con la consabida manga ancha con los cargos públicos. Que formarme una opinión sobre lo que dice el señor gallego que esto opina es cosa mía y no del buen gusto del presentador o el puñetero CAC.

¿Saben qué? Es verdad, ¡puta España!. El gallego opinador ha emitido un comunicado en el que aclara que sus comentarios sobre España se referían a la "España retrógrada, reaccionaria y fascista". Es decir, supongo que se refiere a la España retrógada que censura a un señor en la televisión, o quiere cerrar emisoras porque no le gusta lo que dicen. Ah, pero es que esto en Cataluña no pasa, allí somos civilizados, no se puede insultar en la tele o en la radio: gracias por impedir que la gente conozca la realidad, el hecho evidente de que hay gente que no le gusta España. O una forma de ella. El CAC es más que nunca la puta España retrógada, es magnífico comprobar que nos unen tantas cosas. No voy a ser deontológico ni legal: voy a mandar a la mierda al CAC al grito de puta España.

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Ser o no ser... (oops, digo: hacer o no hacer)


Luis Gómez, el fundador de Desde el Exilio, me invita a participar en este meme. Razones personales que no voy a desvelar aquí me hacen muy difícil declinar una invitación de este buen amigo de... ¿las indias electrónicas? (¿de quién era esa web?) Pero el caso es que lo de los memes no me acaba de, cómo decirles, producirme suficiente emoción. Además, no se me ocurren mis manías y creo que me sentiría muy mal si a quienes invitara a la cadena no quisieran hacerlo...

Bueno, si alguno se molesta en decirme si debo inclinar mi dedo en favor de la historieta, dígamelo mientras lo pienso.

Actualización: compruebo que el meme maniático está por todas partes. Lo hizo Enrique Dans, se lo han mandado a Royo-Villanova y se expande a velocidad de vértigo por la Red Progresista. Mucho iluste bloggero. Me dan más ganas de hacerme el interesante.


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lunes, enero 30, 2006

Dudas


Carmen Calvo se presentó ayer en la gala de los Goya con un vestido de Ágatha Ruiz de la Prada. Pretty shocking:

- ¿Es por talante?

- ¿Es porque quiere que Pedro J. le trate bien en su periódico?

- ¿Es porque Ágatha se lo ha prestado gratis?

- ¿Se lo ha prestado gratis Ágatha porque espera que el gobierno vea a Pedro J. más simpático?

- ¿Porque le gusta?

- ¿Casualidad?

Toda la prensa ha sacado el modelito. La publicidad, impagable.


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domingo, enero 29, 2006

Antiamericanismo, dos puntos:


Ese extraño y absurdo pensamiento extendido en este solar patrio.

Proamericanismo: sinónimo de amigo de George Bush, simplificación habitual en el carpetovetónico que consiste en considerar que quien valora los Estados Unidos está de acuerdo con todo lo que ocurre allá o deciden sus dirigentes. Razonamiento estúpido por el cual todo habitante de América come mal, es idiota, tiene el cerebro lavado por la televisión, es un defensor de la pena de muerte y... Por supuesto, el razonamiento no contempla la posibilidad de que al examinar tu país haya un montón de cosas desagradables, insultantes o insufribles.

Por qué soy proamericano
: me basta con esta sencilla afirmación de Laura González, nativa de Barcelona, Cataluña, España, Unión Europea; investigadora a sueldo de Microsoft en Redmond, estado de Washington, Estados Unidos de América:

“¿La principal diferencia con España?”, se pregunta esta barcelonesa de 34 años. Tras pensarlo brevemente, no duda la respuesta: “Que aquí te valoran por tu trabajo, no por quién eres. Y como mujer, lo notas aún más”


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Hoy voy a hablar bien de alguien


Porque hace mucho tiempo que tengo ganas. Que tengo ganas de que todos sepáis que me oxigena la lucidez de este tipo. Que tengo ganas de recordar que Luis Amézaga dejó escrito aquí esto:

"Lo mejor de un país es no tener que ocuparse demasiado de su razón de ser ni de sus argumentos identitarios. Sólo veo personas y sólo quiero vivir y que se pueda ser ciudadano con libertad respecto al poder y el dogma administrativo. Es ahora que tenemos que salir de nuevo a defender esa estructura española como defensa ante los caciques regionales. Ya se sabe que cuanto más cerca está el poder, más asfixia. Y mi defensa de la unidad es para defenderme de los miopes y totalitarios de barrio que hoy y en el futuro puedan surgir. De la misma forma que me interesa Europa, para defenderme de un posible visionario que surgiera en España. El que haya una instancia general y más amplia en demografía y decisión, te da tranquilidad sobre lo que importa: Que nos dejen en paz, y que los tarados tengan menos margen para surgir."

Y es que los tiempos que corren, cada jornada que pasa tiene más y más relevancia. Ya no hablamos de esas pequeñeces que nos tienen tan entretenidos como la lengua, las naciones, los pueblos y todas esas grandes palabras. Fue en diciembre cuando el Parlamento Europeo se tiró contra las leyes urbanísticas de la Comunidad Valenciana, pero valdría para cualquier otro territorio de los nuestros: ese incesante proceso de enriquecimiento particular de políticos y constructores, de financiación encubierta del propio sistema que eleva al infinito el proceso de recalificación de suelo y ampliación de servicios municipales sin subidas de impuestos, ese continuado expolio de la estética de costas, sierras y humedales.

Yo suelo hablar de todo el llamado proceso autonómico español como de una borrachera de poder local. Excuso decir que en Valencia ni se inmutan. Excuso decirles que, a fecha de hoy, los señores conocidos como Los Albertos siguen sin ir a la cárcel existiendo una condena en firme; que el señor Polanco, después de incumplir durante cinco años una sentencia del Tribunal Supremo al final ha visto como le han cambiado las leyes a medida para que no tenga que deshacer sus pactos ilegales. Mucho que hacer, pues. Pero fue la justicia internacional la que obligó a España a que existiera la doble instancia en los procesos judiciales. Que siga la esperanza.

Pero todo esto era para hablar bien de Luis, no para hacerme el narciso. El otro día, tuvo a bien crear el premio al mejor nacionalista del año, ganado por goleada por Artur Mas Quieromás y yo les digo que lo lean, que se rían, que no sufran por aquello de que la comedia es la cara oculta de la tragedia. Como trágica es la simplicidad de su reproducción de ese bebé armado. Se trata de eso, de mantener la lucidez.

Dice Luis: "La evolución no se detiene a esperar a nadie". A nadie, nadie, nadie, nadie.


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sábado, enero 28, 2006

Luces de Carod, sombras de Carod


Los periódicos son mercancías como cualquier otra. Por eso, en su infinita necesidad de promover la circulación y venta de sus contenidos nos anticipan cosas de lo que leeremos al igual que la televisión y el cine nos seducen con sus trailers. Eso pasa cada sábado a la hora de preparar la gran fiesta de ventas del domingo: se sirve un aperitivo. El aperitivo de El Mundo para la que será la comilona de mañana tiene al Sr. Carod-Rovira, esa pesadilla del taxista promedio, como protagonista. El titular - "soy la bestia negra de la derecha" - no me interesa nada, salvo para una coda final que, espero, lleguen a leer.

Probablemente sin intención, Carod revela luz sobre el problema de fondo de lo que es la inacabable y agotadora discusión diaria de este país. Ese lamento eterno que pareciera tener al fantasma de Ángel Ganivet flotando entre las paredes de todas las casas del Reino sin que encontrara reposo ni tumba que lo retuviera. Le preguntan a Carod que qué es España y él, honrado, nos dice: "Sinceramente, no sé qué es". Claro que no, y nosotros tampoco, por eso se discute tanto con Carod y los demás.

No es culpa suya. Supongo que de nadie. Pero el drama del parche de Zapatero, esa proclamación de buen rollo y talante que nos dirán que es el nou estatut, es que sigue sin responder a la pregunta. Sigue sin decir qué es esto. Ni Carod lo sabe decir después del trance. Porque si a España hay que ponerle apellidos - plural, por ejemplo - es que hay demasiado que resolver. Sean honestos queridos amigos: reconozcamos que no sabemos qué es esto. Démosle un mérito a Carod aprendiendo de él, si empezamos por asumir que no sabemos lo que es ya estamos en el el principio de la cura de cualquier toxicomanía, que es su propio reconocimiento: vivo en España y soy alcohólico. Perdón, quiero decir que vivo en España y no sé lo que es.

Ahora hay que curarse, pero ese es un asunto tortuoso, lleno de sombras. Es oscuro, verbigratia, este pasaje que nos ofrecen en el vermú de hoy: «la nación catalana es una comunidad de personas que en el territorio de lengua catalana quiere compartir un proyecto colectivo común». Es oscuro porque habría que entrar en fase dos del reconocimiento del alcholismo: puede que mi realidad intoxicada no sea la realidad. Si defino la nación catalana como personas en el territorio de lengua catalana la hemos pifiado. Porque no conozco ningún pedazo de sílice, feldespato o arena común que hable catalán o que simplemente sembrando en él haga crecer girasoles que hablen en catalán; o que sus semillas me proporcionen al comerlas el súbito conocimiento de la lengua catalana. Y niego la realidad porque parece ser que no todos los que viven en eso que se llama territorio de lengua catalana deciden hablar en catalán con su mujer. O porque parece que, sin ir más lejos, en Santa Coloma de Gramanet predomina la gente que tiene como primera lengua el castellano y eso supondría que ese sería un territorio de no-lengua catalana. O sea, que no sería Cataluña. Tampoco el Raval, porque a lo mejor imperan el árabe y el urdú. Y eso sin hablar de los valencianos que tampoco saben lo que son ni qué lengua tienen, o la Franja de Huesca, donde el catalán es algo más que folclore. En definitiva: existe un concepto imperial e impostor, de impostura y de imposición.

Y ahora la coda: ¿ser la bestia negra de la derecha es ser la bestia negra de CiU? ¿Es CiU un partido de derechas? ¿De derechas son sólo los del PP?

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jueves, enero 26, 2006

La lucidez de Joseba Arregui


Joseba Arregui es la negación del clásico "no hay nada peor que un converso". No sé si él aceptaría la expresión converso. Pero nos puede valer: de miembro de un gobierno del PNV y, admitido por él, un nacionalista vasco con todas las de la ley, a lo que Arregui representa hoy: el tipo que mejor describe, narra y simboliza desde la óptica de este servidor de ustedes la conciliación de la identidad con los derechos individuales. Tiempo ha, ya recogimos uno de sus dardos certeros:

"la verdadera democratización, sin embargo, resulta de aceptar la limitación del sentimiento de cada uno, por muy colectivo que sea, para que todos tengan sitio en el espacio público que es la democracia desde la renuncia a la pretensión de exclusividad".


Poco voy a hacer hoy, salvo reproducir un montón de párrafos apasionantes de su artículo de hoy en El Mundo, La Defensa del Estado:

La primera defensa del Estado, por lo tanto, debiera radicar en la corrección del lenguaje: las autonomías son Estado, al igual que la Administración central, y entre todas ellas se conforma el Estado. Una competencia ejercida por una autonomía es tan competencia del Estado como la ejercida por la Administración general.

Claro que todo ello presupone algo que parece que se echa en falta en estos momentos en España: la lealtad básica de todos para con el todo, para con el conjunto (...)

La pregunta básica para saber si los distintos planteamientos que se formulan suponen una defensa del Estado radica en si en ellos se pone de manifiesto con claridad la primacía del conjunto sobre las partes, o si se transmite en ellos un deseo, manifiesto u oculto, por debilitar el conjunto a favor de las partes (...)

En la federación, la suma de las partes no es igual a la suma matemática, puramente cuantitativa, de esas mismas partes, sino que produce un novum que es el conjunto y que posee valor por sí mismo, y no por delegación de cada una de esas partes. Por eso las federaciones -como la alemana, que se cita siempre como ejemplo- se asientan en tres principios básicos: la lealtad federal, del todo con las partes, pero también de las partes con el todo; el principio de que ley federal supera a ley federada; y el principio de la imposición federal: cuando una de las partes no puede cumplir con sus fines de Estado, la Federación, es decir el conjunto, asume el Gobierno directo de esa parte (...)

El segundo argumento es el que dice que los sentimientos y las identidades tienen primacía sobre las instituciones y las estructuras políticas: si éstas contradicen algún sentimiento o alguna identidad, que se cambien las instituciones, las constituciones y las estructuras políticas. Pero los sentimientos y las identidades son merecedoras de libertad, son elementos de libertad sólo en la medida en que no tratan de ser normativas para todos. Lo que es válido para todos es el espacio público constituido precisamente por no estar sometido a ninguna identidad, ni sentimiento, ni creencia religiosa o arreligiosa, ni interés económico particular. Lo que es válido son las instituciones que estructuran ese espacio público como espacio de todos por estar libre de identidades normativas.

Se ha dicho que Cataluña ha pedido mucho, menos que la luna, que el Estatuto es ambicioso. No importa. Lo que importa para la defensa del Estado es lo que Cataluña, en su nuevo Estatuto y en sus artículos, ofrece al conjunto para que se consolide como conjunto. Así se defiende el Estado (...)


En la página de Antonio Asencio, dejé un comentario en el que insistía yo en este puntito en lo que se refiere al "preacuerdo" (no se puede llamar de otra manera) de lo que se supone que será el nuevo estatuto de Cataluña:

(...)la torpeza en la forma en que se ha llevado, no ha permitido revisar a fondo lo que de verdad se debe revisar: ¿cuál es el modelo territorial de España? ¿En qué se basa la lealtad de las partes al conjunto? Y viceversa. Son pactos privados sobre una base dogmática nacionalista y no ciudadana.

Y otra visión: Navarra hace mucho que tiene concierto ("convenio", en realidad), hacienda propia y muchas puñetas que ponen los pelos de punta si vienen de Cataluña. Pero nadie pone en duda que no hay nada más español que un navarro, pese lo que le pese a Nafarroa Bai. Siempre fue así en el primer exportador mundial de misioneros.


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martes, enero 24, 2006

Blogs, influencia, sociedad abierta y el ego de servidor


Me llueven las visitas desde Libertad Digital: alguien ha tenido a bien citar mis (nuestros, gracias compañeros por seguir el viaje) entradas sobre el modelo canadiense. ¿Es esto el éxito en la blogosfera? Que no se enteren que me he metido con Federico. También en Desde el Exilio han tenido el detalle de divulgarme con su consiguiente empujón de visitas. Sorprendentemente, en un sitio tan poco político y sí muy tecnológico como Menéame alguien ha citado a este pobre escribidor. La pregunta es si sirve de algo ser tan visitado.

Enrique Dans (que a Gret no le entusiasma, que lo siento al ser una contribuyente especialmente destacada aquí porque a mí Enrique sí me gusta) hace tiempo que nos cuenta muchas cosas sobre la blogosfera y su poder multiplicador en forma de boca a boca digital. Recientemente hablaba de este tipo de shocks de tráfico y sus cualidades: no sirve de mucho, viene a decir, pero sitios como Digg y el citado Menéame (jezú, qué connotaciones) ofrecen un tráfico de calidad superior que tiende a traducirse en afiliaciones a agregadores y en buenos comentarios. La razón: atraen lectores verdaderamente interesados. A mí, de momento, no me pasa. Tranquilos, que sigo durmiendo bien.

¿Y yo por qué les cuento todo esto? Hoy Enrique publica uno de esos posts que va a traer cola y que puede que pongan a prueba toda la potencia de la llamada blogosfera. Narra la putada que le han hecho en Air Europa y yo me presto, como un resorte, a rebotarlo, porque como tantos, estoy hasta los güevos de las putadas de las compañías aéreas, las de las telecos, las de Digital Plus (es que sólo hay una) y, last but not least, las de cada agencia, ministerio, concejalía y demás instituciones burocráticas del estado cuando se ponen eso, en plan estado. Sólo con ver el número de comentarios a estas horas de la madrugada presumo que el señor Hidalgo le va a poner una colección de billetes en primera clase para toda su familia con tal de que se calle o publique lo buenos que han sido con él. Estoy convencido de que Enrique no se vende, así que recomendaría al Sr. Hidalgo que nos invitara a una caña a todos los que rebotemos el post. ¿Tendrá el efecto contrario? ¿Venderá más billetes a pesar de la putada? Por aquello de que hablen de ti aunque sea mal... Menudo experimento para ti, Enrique, con lo que te gustan.

Pero decía que por qué contaba esto. Por lo extraño que es tener el reconocimiento de la gente, la incapacidad de determinar qué va a ser seguido y qué no va a ser seguido. Por lo hermoso que es saber que el efecto mariposa existe, pero que no sabes cómo se produce. Es como si toda la sociedad se expusiera a la misma prueba que un cantante hortera: horteras hay muchos, pero sólo algunos triunfan y los que se meten con su triunfo y le llaman hortera no se dan cuenta de que otros horteras no triunfan. El corolario es que hay gente a la que le gustan los horteras, quizá porque lo son, pero que no sabemos cómo gustarles: cien años de Holywood atestiguan que nadie tiene la fórmula para convencer. Políticos y publicitarios, seguid con la incertidumbre. Cogido por los pelos, por lo agradable que resulta pensar que, al final y cada día más, la sociedad es difícil de controlar y que aún en China con su censura (Dans ha contado cosas sobre ello) los bits son incontrolables y que, con su imperfección, el mundo se me antoja sorprendentemente abierto, más que en el mundo de la imprenta y la máquina de escribir. Espero que a Popper le gustara.

Cierta vez escribí este post un tanto melancólico e inesperadamente muchos lectores lo enlazaron y me llenaron de comentarios de entusiasmo. No vean lo a gusto que se queda uno. No ha vuelto a ocurrir. Muchas visitas y enlaces sobre el tema canadiense no han generado una riqueza de comentarios fuera de los habituales seguidores (coñes, qué majos sois). En el fondo de mi corazoncito hubiera esperado un incendio social, que me insultara la extrema derecha y cosas así. Pero no. Muchos lectores catalanes de pronunciado caracter nacionalista e independentista suelen alabar mis comentarios, cosa que agradezco, pienso que porque resulto un elemento un tanto raro en la percepción habitual acerca de Cataluña y este país difuso y confuso. Si esto constituyera alguna originalidad, tampoco va más allá: al final este servidor de ustedes se mueve junto con sus lectores habituales en algo de por sí fascinante: una cierta marginalidad digital, que no sé si hoy día es casi marginalidad social. Ni las ideas liberales que a uno le gusta defender, ni cierta visión de la catalanidad, vasquidad y otras hierbas pasan de ser un laboratorio en esta esquina del servidor en que está alojado.

Antaño, cuando uno llegaba a los cuarenta ya había descubierto que no iba a cambiar el mundo. Con esto de los bits, además uno comprueba que no puede cambiar el mundo. A lo mejor, se vislumbra que el mundo se cambia solo. Pero cómo me gusta pensar que lo intento.


P.D. 1: Me suelen leer y comentar más los posts cortos que los largos. Anticipo poca vida a éste.

P.D. 2: Desde que tengo blog, ya casi no escribo en una especie de diario personal que sigo teniendo. Hoy me reúno con un americano que fué celebre en internet y que ahora es artista digital. Su máxima: que la intimidad está sobrevalorada, lo público es cool. Él se encerró en su casa con cincuenta cámaras retransmitiendo su vida en plan jennicam y hasta salió en la NBC. Yo me hecho más público, menos íntimo, pero escribo mucho menos íntimamente.

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lunes, enero 23, 2006

Tregua catalana


La política suele ser, en gran medida, una escenificación. Así, hemos visto:

- Cómo el principal partido nacionalista catalán se pone la medalla catalana del acuerdo, puede decirle a sus votantes que "han logrado". Logrado o arrancado.

- Esquerra dice: mamá, pupa. Representando ignorancia total del acuerdo y mostrando una terrible indignación porque no se dice nación como quieren que se diga, pueden decirle a sus votantes que ellos no han comulgado con ruedas de molino y que la lucha continúa, pero que, con todo, es mejor para Catalunya, con y griega, y votarán que sí.

- Joan Saura dice que sí a todo con cara de no saber nada antes. Ni cuernos por estar fuera ni nada, sólo simulan un "qué bien" al tiempo que respiran hondo y pueden contar con unas consellerías.

- Maragall hace un nuevo ensayo de frases solemnes para intentar pasar a la historia recordado por algo diferente a las Olimpiadas. Superará en fama a su abuelo.

- Zapatero guarda silencio hasta que llegue su hora de insinuar lo que sea necesario insinuar: a su partido les dirá que deja que el tripartito se apunte la victoria para que no se note que él, en su infinito diálogo, ha logrado la maravilla de cumplir su promesa y no aceptar nada de lo que le trajeron desde más allá del Ebro. A la vez.

- Bono e Ibarra callan ya. Cumplido el papel de trinchera para los votos mesetarios, prietas las filas. A Bono se le llenará la boca de España, talante y fe en dios.

- Rubalcaba, ese hombre que no nació en Florencia por un error geográfico, hace creer que cuenta con que el PP pueda sumarse.

- Zaplana representa un cabreo morrocotudo y los cuatro jinetes del apocalipsis. No se sabe cómo piensa en su interior.

En realidad, lo que viene a suceder es aquello que se decía que dijo Bismarck sobre la política y las salchichas: la gente no se las comería si viera cómo se hacen. Zapatero ha pactado una España confederal sin tener que cambiar la Constitución y sin perder la Moncloa por lo menos hasta su fecha, CiU la garantía de nuevos lamentos futuros para decir que el modelo no está cerrado, el PSC no dejar el Palau de la Generalitat, Iniciativa un sitio para seguir tocando poder, Esquerra un nuevo banderín de enganche. Todos: que no gane el PP.

Sólo ha empezado una tregua. La cuestión esencial, qué quieren ustedes ciudadanos que sea este Estado, seguirá sin preguntárseles y las élites políticas continúan su proceso de acumulación de poder personal. Esta película ya la he visto.

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domingo, enero 22, 2006

Elecciones Canadienses


Yo ya me canso de hablarles de Canadá, pero por pura honestidad intelectual debo reproducir este párrafo de un artículo de El País de hoy sobre la cuestión del título:

La gran incógnita es el apoyo que tendrán los conservadores en Ontario, bastión liberal, y en Quebec, donde el Partido Quebecois aspira a lograr más del 50% de los votos para relanzar la tensión separatista y quizá convocar un tercer referéndum sobre la unidad con Canadá. "Que nadie se sorprenda si numerosos ciudadanos de Quebec apoyan a los conservadores; lo hicieron ya en 1958 para estar presentes en el Gobierno de Ottawa", advierte el profesor Arthur Cockfield en The Toronto Star.

Pues nada, a seguir viviendo.


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Lo mejor de mi mismo


Decidí darme una satisfacción al ego: he reformado la página y en un apartado intitulado precisamente así, lo mejor de mí mismo, he relacionado los post que: o han sido muy comentados (en esta escala de nanoaudiencias), se han vinculado un tanto o, sencillamente van y me gustan a mí. Para el que quiera.

He comprobado que la plantilla que empleo da un resultado pésimo en Internet Explorer: ni siquiera se ve la barra lateral, al menos en mi versión. Ignoro si es porque no he habilitado algo. Que le den a Bill. No tengo ganas de cambiar de plantilla porque me obliga a reconstruir todos los enlaces, los contadores de páginas y todas las fruslerías que gusta poner. A lo mejor es por eso por lo que la mayoría de mis visitantes emplean Firefox. En fin, en este territorio, el partido Gates vs Opensource presenta un dominio claro de la alternativa al todopoderoso.

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sábado, enero 21, 2006

La claridad vista desde Canadá (y IV)


No sé a ustedes que les parecerá, pero para este escribidor las conclusiones que surgen de la experiencia canadiense son, esencialmente, tres:

Primera: existe un cuerpo doctrinal sólido muy bien argumentado llevado a la práctica para aquellos que promuevan la defensa de una España unida sobre bases absolutamente democráticas sin tener que ser nacionalista español. Es decir, sin tener que sustentarse en cosas como la sagrada (la constitución dice "indivisible") unidad de la patria, los Reyes Católicos, Don Pelayo y Agustina de Aragón.

Segunda: que la única forma democrática de no ser nacionalista y preservar la defensa de un estado unido es asumir que se puede dar el caso en el que haya gente que no quiera formar parte de él y que pueden alcanzar una mayoría suficientemente sólida como para no poder ocultar la verdad y asumir que están en su derecho a querer ser otra cosa. Y que, en estados como el nuestro donde ese fenómeno se da en proporciones suficientes como para abordarlo con honestidad intelectual y política, es legítimo - y necesario - que se regule la forma de hacerlo.

Tercera: que la mejor forma de regularlo es sustentarlo sobre las mismas reglas que se da el estado que asume este principio sobre sí mismo. Es decir, que la regulación tome en cuenta a todas las partes interesadas hasta el punto que los secesionistas deban asumir los mismos principios que le piden al conjunto del estado. En otras palabras, y puesto en un caso español, que si los alavases no quieren ser vascos, no se les pueda imponer y si los alaveses de Llodio no quieren ser españoles, pues tampoco. Y que ese proceso debe negociarse y hasta que no esté negociado plenamente (los contribuyentes secesionados también han pagado por determinados activos del estado que deben repartirse de forma adecuada, se trata de una democracia y no de venganzas) no pueda tomarse la decisión final sabiendo todo el mundo las consecuencias precisas de lo que supone. Es decir, debe haber mayorías cualificadas y detalles precisos porque la decisión es, probablemente, irreversible y con consecuencias para las generaciones futuras.

El texto que reprodujimos de Stephane Dion y que vuelvo a repetir hoy marca una síntesis de la doctrina democrática basada en los derechos y la libertad individuales y no en el sometimiento del individuo a la soberanía, la nación o lo que quieran (raza, patria, tradición, ancestro):

Ningún grupo de ciudadanos puede tomar la iniciativa de monopolizar la ciudadanía en una parte del territorio nacional, ni despojar a sus conciudadanos, contra su voluntad, de su derecho de pertenecer plenamente al conjunto del país. Todos los ciudadanos deberían estar en condiciones de transmitir a sus hijos este derecho de pertenencia. En términos abstractos, ese derecho nunca debería ser cuestionado en una democracia. Ésta es sin duda la razón por la que tantas democracias se consideran indivisibles. Puesto que la lealtad establece un vínculo entre todos los ciudadanos por encima de sus diferencias, ningún grupo de ciudadanos en un Estado democrático puede apropiarse del derecho a la secesión bajo el pretexto de que sus atributos particulares, como la lengua, la cultura o la religión, les permiten ser considerados como una nación o un pueblo diferenciado dentro del Estado.

El Partido Socialista y el Partido Popular tienen aquí una base para el consenso para construir la "nación española" de los ciudadanos y no de los pueblos, la plurinacionalidad y esas cosas de las minorías para justificar el agravio y la perpetua angustia existencial sin tener que renunciar a algo que todo estado tiene por su propia esencia: la lealtad con el conjunto y la definición de límites al poder local sin que se pueda argumentar ninguna clase de imposición. Los nacionalistas tienen un instrumento magnífico para tratar de convencer a los grupos de sus ciudadanos que la indepedencia merece la pena sin tener que recurrir al folklore convertido en profecías de destino. Hace unos meses aquí comentamos un intento de Josu Jon Imaz de sugerir algo que recuerda el esquema canadiense al hablar de un cofre de doble llave: la posibilidad de la secisión, palabras que no decía Imaz pero que sí se referían al melón de la soberanía, debía abrirse con un cofre de doble llave, una en manos de la "sociedad vasca", otra en manos del lado "español".

¿Quieren saber cómo termina el cuento? ¿Son los quebequeses y los canadienses en conjunto más felices desde que tienen claridad? Los nacionalistas quebequeses no se dieron por satisfechos y aprobaron rápidamente un manifiesto y una ley contrarios a la ley de la Claridad basándose en que - ¿lo imaginan? - el pueblo de Quebec disponde una soberanía originaria que está por encima de cualquier otra disposición, es decir, que nada pueda impedir una declaración unilateral de indepedencia. Por supuesto ellos recuerdan que tampoco aprobaron la constitución de Canadá y todas esas cosas que sirven para justificar un pueblo en marcha y no sus derechos individuales. Pero hay cosas positivas: en el texto tienen que reconocer la existencia de la minoría inglesa, los derechos de los "pueblos" indígenas (paradójico: los únicos que podrían alegar algún derecho sobre el territorio y han de ser sometidos a la tradición francesa del colonizador) y contar con ellos. Hay más cosas positivas: si todo lo que leo es cierto, la tensión nacionalista desde que existe la claridad para la escisión es menor y no hay referéndum a la vista.

Puesto que al final aceptamos que hay unos valores superiores a otros y que el meollo de la cuestión es decidir cuáles, yo elijo los míos: prefiero ser ciudadano a ser una reedición del ancestro y prefiero que mi vecino sienta que su patria es la que le dé la gana con tal de que no me quiera obligar a mí a sentir lo mismo. Y, por supuesto, no estoy dispuesto a matar ni a que me maten por mantener sagrados principios territoriales, culturales, identitarios, linguísticos y cuántos más se le ocurran a Arzallus, a Carod y a José Mª Aznar. Tampoco a la bobería del vamos a llevarnos bonito del idealista inexperto, rojo rojísimo, del Gobernante disfrazado de héroe de cómic, Amézaga dixit.


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jueves, enero 19, 2006

La claridad vista desde Canadá (III)


Estábamos, queridos niños, en el momento cumbre del proceso de elaboración de la Ley de la Claridad. El Gobierno de Canadá recurre al Tribunal Supremo en busca de luz acerca de lo que debe hacer tras la experiencia de la declaración unilateral de soberanía y un referémdum muy complicado. Stephane Dion, miembro administración federal canadiense (Ministro de Asuntos Intergubenamentales y quebequés) lo explicaba haciendo una pregunta pertinente: ¿cómo debe reaccionar una democracia ante una reivindicación secesionista totalmente pacífica? Esto excluiría sólo parcialmente el caso vasco, pues aunque ETA (y Batasuna) optan por el crimen, el propio PNV en formas disimuladas y su socio Eusko Alkartasuna de modo explícito, abogan por la independencia de modo pacífico. La continuación de Dion añade un punto de precisión muy importante: "es una pregunta para la que debemos encontrar respuesta, independientemente de que deseemos la secesión o no". Un servidor cree que es la obligación de un demócrata, especialmente si pretende no ser nacionalista.

Pero vayamos a la materia que nos ocupa. ¿Qué contestó el Tribunal Supremo de Canadá a las tres preguntas tres que planteábamos? UNO: a la cuestión de si la constitución ampara la secesión unilateral, pues simplemente no, no es posible. DOS: sobre si es de aplicación el derecho internacional en aspectos como los de autodeterminación para proclamar una secesión unilateral, tampoco. La cuestión es que se trata de un derecho que está concebido para situaciones de descolonización y de dominio por potencias extranjeras que, obviamente no es el caso de Canadá. Y TRES, sobre qué derecho debe prevalecer, el Tribunal se inhibe, puesto que no tiene sentido después de las dos primeras.

El resultado es el esperado, ¿qué tiene de fascinante, Sr. Berlin Smith?. Se lo diré, porque en su dictamen se dice:

«Sea cual sea la definición justa de pueblo(s) que debe aplicarse en el contexto presente, el derecho a la autodeterminación no puede, en las circunstancias actuales [las de un Estado democrático], constituir el fundamento de un derecho de secesión unilateral».

"El voto democrático, sea cual sea la fuerza de su mayoría, no tendría efectos legales por sí mismos y no podría dejar de lado los principios del federalismo y el imperio de la ley, los derechos de los individuos y las minorías o el ejercicio de la democracia en Canadá como conjunto"

Dion hace una argumentación muy interesante:

Ningún grupo de ciudadanos puede tomar la iniciativa de monopolizar la ciudadanía en una parte del territorio nacional, ni despojar a sus conciudadanos, contra su voluntad, de su derecho de pertenecer plenamente al conjunto del país. Todos los ciudadanos deberían estar en condiciones de transmitir a sus hijos este derecho de pertenencia. En términos abstractos, ese derecho nunca debería ser cuestionado en una democracia. Ésta es sin duda la razón por la que tantas democracias se consideran indivisibles. Puesto que la lealtad establece un vínculo entre todos los ciudadanos por encima de sus diferencias, ningún grupo de ciudadanos en un Estado democrático puede apropiarse del derecho a la
secesión bajo el pretexto de que sus atributos particulares, como la lengua, la cultura o la religión, les permiten ser considerados como una nación o un pueblo diferenciado dentro del Estado.


La Ley de la Claridad resumiría en su preámbulo estas cuestiones:

Considerando que cualquier propuesta referida a la ruptura de un estado democrático es una materia de la máxima gravedad y es importante para todos sus ciudadanos...

Cabe no obstante la posibilidad de que se produzca de forma evidente una declaración de voluntad de dejar un país. En Canadá, las leyes conceden el derecho de las provincias federadas a realizar un referéndum. Esa opción la reconoce la ley de la Claridad en sus considerandos, incluyendo la capacidad de formular la pregunta (la Constitución española reserva ese derecho al Estado, un elemento que creo debe ser debatido y analizado). Dion lo resume así:

En otras palabras, la secesión no es un derecho en una democracia, aunque sigue siendo una posibilidad que el Estado existente podría aceptar ante una voluntad de separación claramente manifestada.

Lo que nos lleva a la cuestión final que indicaba el Tribunal Supremo y que convierte en norma la Ley de la Claridad: ¿qué hace si sucede esa voluntad de separación claramente manifestada? Aquí viene lo mejor. Puesto que la Constitución no reconoce ese derecho, si se produjera la manifestación de esa voluntad la situación exigiría, nos dice Dion "la negociación de una «multitud de cuestiones sumamente difíciles y complejas», entre otras, posiblemente, la de las fronteras territoriales. La obligación de entablar esta negociación sobre la secesión sólo existiría si hubiera un apoyo claro a la secesión, expresado por una mayoría clara y en respuesta a una pregunta formulada con claridad. Solamente la existencia de un apoyo claro por parte de la población dotaría a la reivindicación secesionista de la suficiente legitimidad democrática para justificar la obligación de una negociación sobre la secesión. Sin embargo, y aún en ese caso, el gobierno de Quebec seguiría sin tener derecho a emprender la secesión de forma unilateral, incluso en el supuesto de que las negociaciones fracasaran desde su punto de vista. «En virtud de la Constitución, la secesión exige la negociación de una modificación»."

Ibarreche, por ejemplo, se ha agarrado a esto. A que se tendría que negociar con el Estado. La astucia del PNV consiste en que no se apoya en los argumentos canadienses para preservar los derechos de todos, sino para imponer la solución nacionalista vasca que, no vamos a descubrir aquí, es precisamente lo contrario de lo que se pretende defender desde esta doctrina, la no imposición de una forma de vivir contraria a los principios democráticos (Ibarreche quiere eso de la elección de nacionalidad y la imposición del euskera, la construcción de la nación que no existe).

La ley de la claridad lo que hace, pues, es clarificar bajo qué circunstancias el Estado tendría que verse obligado a negociar con una provincia que hubiera mostrado claramente su voluntad de escindirse. Esta obsesión por la claridad tiene que ver con lo que contábamos el primer día acerca del referéndum nacionalista: se votaba sobre una oscura declaración de soberanía, pero no de indepedencia. Nosotros decíamos aquí que era como votar sobre el plan ibarreche y no sobre la verdadera naturaleza de las pretensiones nacionalistas. Es más cómodo decir sí a la soberanía que sí a la independencia: después los políticos se encargarían de declararla aunque yo no lo hubiera manifestado así:

El hecho de descartar la posibilidad de entablar una negociación sobre la secesión a menos que ésta cuente con el apoyo de una mayoría clara, y no incierta y frágil, pone de manifiesto que la secesión se considera un acto grave y probablemente irreversible, que afecta a las generaciones futuras y que tiene consecuencias muy importantes para todos los ciudadanos del país que, de ese modo, quedaría escindido. La pregunta formulada en el referéndum también debe ser clara, ya que es evidente que sólo una pregunta que aborde verdaderamente la secesión permitiría saber si los ciudadanos la desean realmente.

La negociación sobre la secesión debería llevarse a cabo en el marco constitucional canadiense y debería estar impulsada por la búsqueda real de la justicia para todos. Por ejemplo, en el caso de que poblaciones concentradas territorialmente en Quebec solicitaran claramente seguir formando parte de Canadá, debería preverse la divisibilidad del territorio quebequés con el mismo espíritu de apertura que llevó a aceptar la divisibilidad del territorio canadiense.


La ley, pues, precisa qué se debe hacer para negociar la modificación costitucional que permitiría la secesión: fija los tiempos que tiene el Parlamento para, una vez que una provincia anuncia su pregunta, decidir si no es ambigua (o sea, suficientemente clara), dice lo que no es una pregunta clara (por ejemplo, si usted quiere soberanía, no si quiere la secesión, apaños tipo estado libre asociado, si tiene en cuenta a todos los partidos de la provincia); dice también qué mayoría hay que considerar, tanto la que vota como si la que representa la que vota sobre el conjunto del censo. Por último, pero no por ello menos importante, dice que no puede proponerse la enmienda a la Constitución para permitir la indepedencia si en las negociaciones que se establezcan con la provincia secesionista no se han negociado la separación de activos y pasivos, los derechos de los pueblos aborígenes de Canadá y la protección de las minorías. Por llevarlo al caso vasco: no podría hacerse sin discutir los derechos de pensiones adquiridos por sus ciudadanos y que están depositados en la Seguridad Social española ni sin tomar en cuenta los derechos de la minoría que no quiere dejar de ser española.

Las conclusiones, para mañana. Si Morfeo me deja.

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lunes, enero 16, 2006

El "referéndum" se reinicia


Creo que recuerdan el sucedáneo de referéndum que Desde el Exilio inició hace unos días. El "servicio" fue suspendido (nos avisó el amigo Pipero) porque no era una aplicación mínimante potable.

Hoy está de vuelta mucho mejor organizado y con el tema canadiense al que damos vueltas, viene que ni pintado.

La claridad vista desde Canadá (II)


Seguimos con el cuento: ¿dónde más se necesita claridad?

Decíamos ayer que éranse una vez los quebecois, un pueblo que se asienta en el Canadá que tras ¿cientos?, ¿décadas? de algunas humillaciones, desamparos o incomprensiones deciden dar el gran paso adelante y poner en marcha el motor de la historia para liberarse. Y tienen mucho de razón: el francés, lengua de la mayoría de los habitantes, no tenía la consideración debida. Así que deciden hacer una ley que les otorga, al pueblo centenario, todos los poderes. En el Préambulo las palabras son mágicas:

Ha llegado el momento de cosechar los campos de la Historia. Por fin ha llegado el momento de recoger lo que ha sido sembrado para nosotros en cuatrocientos años de hombres y mujeres de coraje, enraizado en la tierra y ahora devuelto a ella. Ha llegado la hora para nosotros, los antepasados del mañana, de dejar preparado para nuestros descendientes los frutos que merecen los esfuerzos del pasado. Que nuestro trabajo sea merecedor de ellos, que al fin nos reúnan a todos.

Al comienzo del siglo XVII, los pioneros de lo que llegaría a ser una nación y después un pueblo se enraizaron en el suelo de Quebec. Procedentes de una gran cvilización (...) forjaron nuevas alianzas y mantuvieron la herencia de Francia.

La conquista de 1760 no acabó con la determinación de sus descendentes de permanecer fieles a un destino único en América del Norte (...)

La comunidad inglesa que creció a su lado, los emigrantes que se les unieron, todos han contribuido a formar este pueblo que fue uno de los dos que en 1867 formaron la federación canadiense...

Porque habitamos territorios delimitados por nuestros antepasados...

Porque el corazón de esta tierra late en francés...

Porque hemos creado una manera de ser que es diferente...

... el Estado de Canadá contravino el pacto de la federación invadiendo en mil maneras áreas en las que somos autónomos.


En fin, no sigo. Creo que conocemos todos referencias similares. Un día un pueblo de larga tradición lleno de momentos míticos del pasado, de un pasado muy lejano, descubre que ha sido traicionado por los otros, que no hablan igual. Se descubre con palabras emocionadas (¡la hora de la historia!, póngale cualquier ópera de Wagner de fondo). Por supuesto se habla de tradición, tierra, una lengua pegada a la tierra y, como la realidad es otra, se reconoce el esfuerzo de los que vinieron de otra tierra y hablan otra lengua para decirnos que está muy bien pero que no vale, aunque contamos con vosotros, muchachos. Por supuesto, y disculpen nuestros nacionalistas locales que sea irónico al contarlo, existen argumentos serios (incluso muy serios) para que se encuentren motivos para recrear el cuento y la leyenda. Todo esto nos suena a Sabino un montón, la sombra del árbol en la que los junteros deciden sus leyes superdemocráticas y maravillosas en un mundo donde todo el mundo habla euskera. O podemos seguir con los mil años de Cataluña, o que es catalán todo el que vive y trabaja en Cataluña, no sólo los pata negra. Ya saben lo que pienso: ninguno de los de hoy estábamos allí, el presente no se parece a ese pasado, que la tierra no tiene derechos por sí misma, como no existen los derechos colectivos... existen los derechos individuales.

Bueno, pues sobre esta ley que comentamos ayer y proclamaba unilateralmente la soberanía mandaron a los quebequeses a votar. El cisma que se produce, nos suena aquí: aparte de poner a la provincia en un estado de crispación absoluto, existen quejas sobre la constitucionalidad de la ley, etc., etc. El proceso previo es largo, con el ascenso del Partido Québécois al poder, otro referéndum también perdido, la reinvindicación constante. Todo este maremagnum es el que lleva al Gobierno de Canadá a hacerse la pregunta democrática: decide que saber lo que es posible y lo que no resulta necesario y recurre al Tribunal Supremo (el equivalente de nuestro Constitucional) para que le clarifique. Estas fueron las preguntas:

1. De acuerdo con la Constitución de Canadá, ¿puede la Asambalea Nacional, los legisladores o el Gobierno de Quebec efectuar la secesión de Quebec de Canadá de modo unilateral?

2. ¿Otorga el derecho internacional a la Asamblea Nacional, los legisladores o el Gobierno de Quebec el derecho a efectuar la secesión de Quebec unilateralmente? A este respecto, ¿existe el derecho a la autodeterminación que proporcionaría a la Asamblea Nacional, los legisladores o el Gobierno de Quebec el derecho de efectuar la secesión de Quebec unilateralmente?

3. En el caso de conflicto entre las leyes locales y las internacionles en el derecho de la Asamblea Nacional, los legisladores o el Gobierno de Quebec para efectuar la secesión de Quebec de Canadá unilateralmente, ¿cuál tendría preferencia en el Canadá?

Las respuestas son verdaderamente apasionantes. Pero sigo mañana.

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domingo, enero 15, 2006

La claridad vista desde Canadá (I)


Primer vistazo: ¿por qué hace falta claridad?

Gret nos decía en un comentario al post de ayer que se teme que los quebequeses vuelvan a la carga con un nuevo referéndum una vez superados los tiempos que tienen permitidos (no sé a estas alturas si tienen algún tipo de restricción, pero me da que no). La claridad reside precisamente en ello: ¿cómo tiene que ser ese referéndum? ¿A qué se contesta? ¿Demuestra claramente la voluntad de los ciudadanos?.

El asunto no es baladí. La pregunta que se formuló a los ciudadanos de Quebec en 1998 fue la siguiente, lean despacio porque tiene su enjundia (escúchenla en francés si prefieren, yo la he traducido del inglés):

¿Está usted de acuerdo con que Quebec debiera acceder a la soberanía tras haber efectuado una propuesta formal a Canadá de una nueva forma de asociación [partnership] económica y política dentro de lo previsto en la ley que se refiere al futuro de Quebec y el acuerdo firmado el 12 de junio de 1995?

Ahora necesitarán ustedes saber qué se firmo en tal fecha y a qué ley se refiere. Se refiere a la Ley de la Soberanía que aprobaron los partidos "nacionalistas" quebequeses proclamando la soberanía de Quebec de forma unilateral. Así, en el preámbulo se dice:

Nosotros, el pueblo de Quebec, a través de nuestra Asamblea Nacional, proclamamos: Quebec es un país soberano

El artículo uno se llama "Autodeterminación":

La Asamblea Nacional está autorizada en el marco de esta ley a proclamar la soberanía de Quebec.
La proclamación debe estar precedida de una oferta formal de asociación política y económica con Canadá.


El artículo dos se llama "Soberanía":

En la fecha establecida en la proclamación de la Asamblea Nacional, la Declaración de Soberanía que figura en el Preámbulo entrará en vigor y Quebec será un país soberano, adquirirá el poder exclusivo de aprobar todas sus leyes, establecer sus impuestos y firmar todos sus tratados".

El acuerdo del 12 de junio es un pacto exclusivo de los partidos nacionalistas para llevar esta ley a referéndum.

Conclusiones aceleradas: ¿No les recuerda todo al Plan Ibarreche? A saber: en ningún caso se habla de independencia, sólo se proclama soberanía. La pregunta del referéndum, como se ve, no le inquiere a la gente si quiere o no ser independiente de Canadá sino si quiere eventualmente acceder a la soberanía en base a unos textos jurídicos que se mencionan y que contienen muchas previsiones que no se discuten en la pregunta. De ahí que se hable de claridad, hay otros motivos para aclarar pero los comentaremos en los siguientes posts.

Las similitudes con el plan del PNV residen en varios aspectos (o, verdaderamente, es al contrario, los peneuvistas parecen haberse inspirado en la estrategia quebequesa). Efectivamente, y como hemos dicho, no se habla de independencia, sino de soberanía y, se puede deducir del articulado de la ley nacionalista, de una soberanía originaria previa a Canadá (se remonta a las colonias y a los indígenas), algo parecido al árbol de Guernica y los fueros, dicho con todo el respeto. En segundo lugar, le haré una oferta a Canadá de un nuevo marco económico y político (¿el estado libre asociado? ¿lo recuerdan?) por mi cuenta y sin que el resto de los canadienses tengan nada que decir. El referéndum previsto por el gobierno vasco es similar a éste, apruébeme el plan ibarreche que no es independencia con España, es una revisión del marco político, aunque sin embargo otorga nacionalidad propia a los vascos, atribuye la soberanía a éstos y da superioridad al parlamento vasco sobre cualquier otra instancia: soy soberano, pero puede que no independiente, algo que sí soy en la práctica. En cierta forma, como la propuesta de nuestro amigo Viladesau de jefatura del estado en Cataluña para el Rey de España al modo de la Commonwealth (la Reina Isabel es la jefa del Estado de Canadá y la constitución canadiense estuvo depositada en el parlamento británico).

La ley de la claridad es una respuesta para evitar una declaración unilateral de independencia que no cuente con la suficiente nitidez para advertir una voluntad inequívoca de una población a la secesión sobre las bases de una pregunta clara y no un desvío como el votar acerca de una ley previa que va en contra del marco jurídico. Es una ley en contra de hacerlo así pero que, precisamente, no impide la secesión si se dan esas condiciones. Es decir, asume que un estado democrático no puede oponerse a la voluntad de un grupo de ciudadanos que desean salirse del marco, pero establece unas reglas para hacerlo que no son, ya lo verán, del agrado de las doctrinas nacionalistas, no porque lo impida, sino porque se basan en la voluntad de la gente a plantemientos claros, con todas las partes en juego implicadas y sin recurrir a elementos míticos o tribales para justificarla.

El referéndum lo perdieron los nacionalistas por 50,5 votos en contra y 49,2 a favor. Recuerden que Arzallus era partidario de hacer un referéndum y ganar por el 51. La segunda parte de la cuestión de la claridad es determinar qué mayoría es una mayoría clara, pues se considera que la secesión es un acto tan grave en una sociedad que se require un consenso superior al de la mayoría: el análisis del por qué de la ley y cómo se gesta... espero que mañana.

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sábado, enero 14, 2006

La claridad, esa necesidad de esta(s) nuestra(s) nación(es)



Cada viernes suelo esperar ansioso la llegada de The Economist para leerme sus famosos leaders. Ayer me regalé la vista al ver su análisis del problema nacional español:

Una democracia moderna debiera ser capaz de acomodar la autonomía regional e incluso un deseo claro de independencia. Pero no debe ser nunca intimidada por un general.

El tremendo revuelo (A Catalan Kerfuffle) provocado por meterse en lo que no le importa al soldadito de marras, les lleva a este análisis de los duelos patrios al tiempo que receta a los celtibéricos el valor de afrontar las cosas, porque "es mejor hablar sobre ello que limitarse a rechazar las demandas de más autonomía":

Ahora que tienen su propio parlamento, menos personas en Escocia desean una ruptura completa con Londres. Las demandas de Quebec por la independencia han sido hasta cierto punto apartadas por la Ley de Claridad de Canadá del año 2000, que establece un procedimiento por el cual Ottawa negociaría con cualquier provincia que vote en favor de la independencia con una clara mayoría.

Precisamente porque la existencia en España de autonomías muy profundas con parlamentos bastante más poderosos que el escocés no ha sido suficiente para calmar o saciar los anhelos y aspiraciones de muchos nacionalistas locales, y dado que muchas de esas aspiraciones no se pueden resolver por el mecanismo permanente de reinvindicación-agravio hasta el infinito, debiera ser necesario afrontar la segunda parte: cómo articular la forma de llevar a cabo la secesión. Nada más y nada menos que lo que resuelve la apasionante Ley de Claridad de Canadá.

Otras veces he hecho mención a ella y a que debiera explicarlo más. Siento que ha llegado el momento de sacudirme la pereza: nuevas entradas en los próximos días. Díganme que les emociona algo. Sean buenos, es por el ego.

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viernes, enero 13, 2006

Diguem no



Sin citar quien, una información de El País de hoy sobre los pormenores de esa calamidad política que es el proceso de negociación de un nuevo estatuto para Cataluña, se refiere a un alto cargo de Convergencia que, planteado el juego de concesiones, se vuelve pragmático:

No diremos que no si no nos dan nación

Obviamente, esto es a cambio de aspectos mucho más sustanciales del acuerdo. Por no aburrirles, se trata de las cuestiones de recaudación fiscal, competencias, etc. Vamos, el cogollo de la realidad. Esto sugiere varias cosas:

- como sospechábamos, la terminología es siempre algo de cara a la galería. Sólo ERC parece mantenerse en la cuestión.

- si no es importante en el fondo para algunos nacionalistas catalanes, tampoco debería serlo para los españoles nacionalistas o no nacionalistas.

- lo que lleva a la cuestión de si para el Gobierno de la nación (¿de cuál?) tendría sentido aceptar el término nación y mantener la agencia tributaria que quiere y esas otras cosas que se discuten. En términos de Zapatero: que cada comunidad se llame como quiera llamarse.

- y viceversa: puedo volver a Cataluña siendo nación plenamente satisfecho, pero sin agencia tributaria propia.

Como es demasiado sencillo, se me ocurren otras:

- en realidad, el proceso de reivindicación nacional va por fases. Hoy arranco esto, mañana aquello, cuando la balanza política me sea favorable.

- desde los partidos españoles se sigue sin ver la realidad: no existe una idea compartida y aceptada por el conjunto de los representantes políticos de lo que es el Estado. Otra cosa es que a los ciudadanos de a pie, si no hubiera periódicos donde jalear una angustia histórica, puede que nos importara un pito.

- es decir, dentro de poco tiempo, con Estatuto aprobado seguiremos igual: será insuficiente la financiación, el poder político, la ansiedad de autogobierno y todas esas cosas que se repiten como un eterno y grácil bucle.

Si la negociación de esta cosa es una calamidad política es porque no se parte de un proceso verdaderamente claro de definición del estado y, ya saben mi parecer, porque no se aceptan reglas para aclarar el proceso de posible secesión del Estado (o sea, de España) y porque el Estado (es decir, los que convengan en llamarse España) no ponen reglas para la pertenencia. Es decir, acepto su angustia nacional y, si quiere, y bajo determinadas reglas impecablemente democráticas y justas, se puede marchar cuando quiera. Pero mientras no se marche, hay unos mínimos comunes de equidad, igualdad y cohesión que debe aceptar que no tenemos por qué cambiar y que, es inevitable, deben contar con cierto consenso de todos. Vamos, que todo tiene costes y beneficios y no se pueden elegir sólo beneficios. En fin, no sé si se me entiende.

No sé a estas alturas de la película quien tiene que volver a sacar al bueno de Raimon.

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jueves, enero 12, 2006

El referéndum por la independencia ya está aquí... (bueno, un sucedáneo)



Mis viejos amigos de Desde el Exilio publican una interesante encuesta internetera. En su página puede usted votar respondiendo a la siguiente y muy fascinante pregunta:

De someterse a referéndum, estaría usted dispuesto a conceder la plena independencia a una parte de la nación española?

Las opciones son igualmente interesantes:

- No, nunca
- Sí, en cualquier caso
- Sí, con pérdida de los derechos que son propios del R. de España


Me parece un acierto incluir la tercera opción: la secesión es un problema que afecta a las dos partes, a la escindida y a la escindidora. Las interrelaciones son tan importantes que no tiene sentido que se puedan disfrutar únicamente de ventajas en caso de separación. Yo he votado por esta opción.

El resultado en el momento de emitir mi voto es de 53% a la negativa total y de 46% a la secesión con "castigo" (o precio). Nada para la secesión de gratis (o el resto de decimales que pueda quedar - y no recoge - el programita que hace la encuesta).

Pregunta que les hago: aún siendo una minúscula encuesta (en el momento en que yo voto), una separación de opiniones tan, tan equivalente ¿tiene que ver con las dos Españas de las que tanto hablamos?

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miércoles, enero 11, 2006

El Estado coaccionador: lengua e intimidad



Dicen por ahí que el Gobierno de la Generalidad de Cataluña ha husmeado (previo acuerdo de confidencialidad, patatín y patatán) entre los historiales clínicos de sus enfermos y encuestado a sus médicos, enfermeros y enfermeras (qué gracioso suena el término americano paramedics) sobre la lengua que usan con los pacientes.

¿Y a ellos qué les importa? ¿Debe el estado meterse en los actos de intimidad, de las relaciones sociales, para investigar qué lengua se usa con el pretexto de que el catalán (en este caso, a otros gobiernos les encantará meterse en otras intimidades) debe ser lengua vehicular? ¿Tiene un gobierno derecho a opinar sobre qué lengua utilizo para describir mis dolores, mis angustias, mis temores (a la muerte, al padecimiento)? ¿Debe el estado opinar en la lengua que utiliza el médico para sanar, relajar, ayudar al enfermo (tanto hablar de la relación médico/paciente, de la necesidad del trato atento, cálido, cercano; de que el propio afecto del sanador ya contribuye a curar)?

Un amigo me confesaba tras la interrupción de una relación amorosa que le costaba hacer el amor en castellano. No lo miren con asombro ni ligereza. El amigo, efectivamente, utiliza el catalán como su primera lengua, como su elección diaria. Íntimamente su expresividad y su emoción se vio limitada y el juego de afecto y deseo no prosperó. Esperemos que el estado, los estados, no nos digan como tenemos que hacer el amor. La elección es individual, personal, intransferible. Hay quien quiere imponer y nos quiere cambiar la realidad: la propia TV3 asume que más del 40% de los hogares de Cataluña tienen el castellano como primera lengua. La realidad es siempre difusa y tozuda, a los políticos con mando en plaza les gusta cambiarla según sus intereses.

En Cataluña se da el raro privilegio de un bilingüismo cercano a lo universal. Es cierto, me dirán, que hay gente que no habla catalán ni quiere, lo que no sucede al revés. Es cierto que no siempre - la justicia - se puede uno desenvolver plenamente en catalán si lo desea. Pero, en el fondo, todo es demasiado pequeño como para no seguir considerándolo un milagro maravilloso digno de ser dejado (correcciones sobre la justicia, por ejemplo, aparte) a la libre elección de los ciudadanos de a pie. ¿Por qué no asumir queridas administraciones públicas catalana y española que las personas elijan libremente su relación idiomática con el poder, con los servicios públicos y, por supuesto, con sus vecinos? Las lagunas del catalán en su relación con el poder son simultáneas al intento de desterrar el castellano de los espacios públicos. No hay lenguas propias de territorios que crezcan en los árboles, sólo hay lenguas de individuos: la constitución de Estados Unidos ni siquiera pensó que tuviera que haber un idioma oficial (aunque ahora algunos lo intenten).

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martes, enero 10, 2006

Ejército al poder



Una emisora de radio en un taxi me cuenta que en La Razón han publicado un comunicado de apoyo al camarada Mena sus compañeros de promoción retirados. Supongo que es una estrategia - el estar retirados - porque alguno quedará en activo y sólo estos pueden ser castigados. Ellos dirán que represaliados.

La estrategia propagandística de la indisciplina se derrumba. Esto no es indisciplina, es una oposición del estamento militar a la democracia. No se debe generalizar, por supuesto, habrá (creo, espero, supongo, deseo) militares que no comulguen con ruedas de molino. Uno de los titulares de La Razón resalta el "valor" del soldadito. Ya empezamos: valor, cojones y virilidad. Razón, gran contradicción, poca. Ignorancia, desconocimiento, brutalidad, se le suponen, como el valor.

Miren lo que dicen los camaradas:

Creemos que poner de manifiesto a sus superiores, en el citado contexto, el conocimiento de una inquietud en el seno de las Fuerzas Armadas, el citar un importante artículo de la Constitución, el testimoniar el deber de todo militar de ser fiel al juramento o promesa de guardar y hacer guardar esa Constitución y el hacerse eco de un estado de opinión pública generalizado y recogido al detalle, día a día, en todos los medios de comunicación, no puede ni debe considerarse una opinión o injerencia personal sobre temas políticos.

No se enteran. Si los militares quieren opinar de política, que se den de baja y se presenten a las elecciones. Si no saben leer la Constitución, que les retiren las medallas y los devuelvan a la escuela. ¿Quién les pide opinión acerca de lo que es de aplicación en semejante artículo de la Constitución? Se debe decir que, afortunadamente, La Razón no es El Alcázar, y que estos no son el colectivo Almendros, pero nunca se está a salvo.

¿Tendremos que hacernos juancarlistas otra vez el día que el Rey tenga que salir a decirles a los de los sables que calladitos están más guapos?

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Indisciplina



La maquinaria de propaganda se ha puesto en marcha: Bono y El País repiten como loros la palabra "indisciplina".

Yo tengo otros términos en mi vocabulario: rebelión, sedición, incitación al golpe de estado. Y una prueba: el silencio clamoroso del indisciplinado, quien ni él en persona o el ministro han asegurado que haya rectificado o se haya disculpado. El silencio clamoroso de los militares. La estupidez de Rajoy: qué ocasión ha perdido para lavar los estigmas del PP.

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lunes, enero 09, 2006

Soldadito Español



Dice Jesús Cacho hoy que el soldadito español que inocentemente nos llama la atención de que son sus sables los que garantizan la Constitución no dice otra cosa que lo que decimos muchos en el salón de nuestra casa: que el Gobernante, a fuerza de pactar con partidos que quieren romper España (¡a mi la legión!), está poniendo en peligro nuestra concordia y bienestar tan duramente trabajados en estos que sí que han sido treinta años de paz.

Oiga, D. Jesús, el soldadito no ha dicho eso. Ha dicho veladamente que tiene que intervenir si los políticos pactan algo que él considere en contra de la Constitución. Y a eso se le llama tutela de las armas al poder civil. Lo que me asombra es que, como pasó con el Gal, la gente que se quiere llamar liberal se dedique a desviar la atención con otras consideraciones porque la plebe, en su infinita sabiduría, dice en el comedor de su casa que cuánta razón tiene. O como se decía en voz baja que ojalá hubiera tenido más puntería el Gal.

Estas son las pruebas de fuego de una democracia. Para los que se proclaman de izquierdas con ese aire solemne que se autoinsuflan adquiriendo un pedestal de ética, esto es cojonudo: qué mala es la derecha, que siguen encima del caballo de Espartero. Uno piensa que el soldadito ha hablado de puro tonto, pero su trabajo no es opinar: si tuviera un grado de decencia sería él quien hubiera renunciado a su destino, su cargo o lo que tengan los soldaditos. Pero no, todo parece que en privado le estarán diciendo eso de óle tus güevos, tú sí que tienes cojones.

Esa confusión entre testosterona y responsabilidad que era (o sigue siendo) tan propia de la cultura celtibérica es lo que subyace. Y este Señor Rajoy, de sabiduría - dicen - gallega, es más tonto que el soldadito y en vez de salir a la palestra a decir lo que tiene que decir, que los soldados no opinan de política y que exige su renuncia, apartamiento o lo que sea por la propia dignidad del ejército español (repito: por la propia dignidad del ejército español) se calla y dice, por medio de su portavoz, que todo es culpa del torpe de Zapatero.

Zapatero es torpe. O no: yo creo que es un idealista sin experiencia, dicho lo de idealista en el peor de los sentidos. El error Zapatero es pensar que puede haber consenso esencial con aquellos cuya agenda es precisamente la contraria que el propósito del consenso: se quiere consensuar como un modo de integrar, cuando el secesionista quiere consensuar como un paso pendiente del siguiente paso. Peso eso no es materia de soldaditos: que se vaya a su casa con toda la deshonra.

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domingo, enero 08, 2006

El Estado coaccionador: no fume porque lo digo yo



Al regresar al país de las maravillas me encuentro con la señora ministra de sanidad que me dice en televisión el gran apoyo con que cuenta la ley ésta contra ¿el tabaco? ¿los fumadores?. Nada menos que el 80% de los consultados, dice ella, están a favor de la ley. Gran argumento democrático: si el ochenta por ciento de la población está de acuerdo con que se prohíba abrir en domingo, también dirán que es democrático y maravilloso. Lo mismo dirían si el ochenta por ciento de los catalanes estuviera a favor de cerrar la COPE. O a cualquier otro elemento discordante. El pequeño detalle de que restringir la libertad individual allá dónde no se viola el derecho a la libertad de nadie es, simplemente, algo que debiera estar fuera de toda discusión.

Lo que nadie parece decir o reclamar (mucho menos el PP, de quien se le esperaría) es que esta ley es una muestra más - intolerable en mi indignación privada, tan poco importante - de la capacidad de este estado para inmiscuirse en el mundo de las decisiones privadas. Bien está que se prohíba fumar en los centros de trabajo. Pero no está bien que el estado decida que las divertidamente llamadas narcosalas estén prohibidas. El argumento es aterrador: es que se comprueba que más gente deja de fumar. ¿Y a usted qué le importa?.

Que una ley me impida a mí, empresario, empleador, ejerciente de mi libertad, que en mi propiedad (es decir, dos veces mío, por ser titular del negocio y por ser titualr del contrato de alquiler o compra de un espacio) no pueda establecer un área con todos los requisitos que la ley marque para que unos enfermos (¿no quedamos en que son enfermos?) puedan fumar cuando lo consideren oportuno (su libertad, la mía descontarles del sueldo el tiempo invertido salvo pacto en contrario, la mía de pactar con ellos) es sencillamente totalitario.

Y lo damos por bueno: el problema de la ley no es la bondad para reducir el tabaquismo (quimera, el gusto por lo prohibido regresará) sino la coacción del estado en contra de la libertad de resolver los asuntos de los ciudadanos privados en el ejercicio de su libertad. ¿Nadie se treve a ir al Tribunal Constitucional? (por favor, un jurista lector que nos ilumine).

No fumo. No he fumado nunca. No pienso fumar. Pero estoy por convocar a la disidencia y a la desobediencia civil fumándome un puro en la sala de espera del Ministerio de Sanidad.

P.D.: el argumento ese de que el estado gasta mucho curando a los fumadores de su adicción es la gran mentira del estado coaccionador: mañana nos prohibirán, tras análisis de ADN, comer marisco a los que tengamos tendencia a subidas de ácido úrico bajo el pretexto de mi irresponsabilidad. ¿Y si, encima, empleo siempre para mal curarme mi seguro privado? ¿Me deja que me lo descuente de los impuestos?

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