domingo, enero 29, 2006

Hoy voy a hablar bien de alguien


Porque hace mucho tiempo que tengo ganas. Que tengo ganas de que todos sepáis que me oxigena la lucidez de este tipo. Que tengo ganas de recordar que Luis Amézaga dejó escrito aquí esto:

"Lo mejor de un país es no tener que ocuparse demasiado de su razón de ser ni de sus argumentos identitarios. Sólo veo personas y sólo quiero vivir y que se pueda ser ciudadano con libertad respecto al poder y el dogma administrativo. Es ahora que tenemos que salir de nuevo a defender esa estructura española como defensa ante los caciques regionales. Ya se sabe que cuanto más cerca está el poder, más asfixia. Y mi defensa de la unidad es para defenderme de los miopes y totalitarios de barrio que hoy y en el futuro puedan surgir. De la misma forma que me interesa Europa, para defenderme de un posible visionario que surgiera en España. El que haya una instancia general y más amplia en demografía y decisión, te da tranquilidad sobre lo que importa: Que nos dejen en paz, y que los tarados tengan menos margen para surgir."

Y es que los tiempos que corren, cada jornada que pasa tiene más y más relevancia. Ya no hablamos de esas pequeñeces que nos tienen tan entretenidos como la lengua, las naciones, los pueblos y todas esas grandes palabras. Fue en diciembre cuando el Parlamento Europeo se tiró contra las leyes urbanísticas de la Comunidad Valenciana, pero valdría para cualquier otro territorio de los nuestros: ese incesante proceso de enriquecimiento particular de políticos y constructores, de financiación encubierta del propio sistema que eleva al infinito el proceso de recalificación de suelo y ampliación de servicios municipales sin subidas de impuestos, ese continuado expolio de la estética de costas, sierras y humedales.

Yo suelo hablar de todo el llamado proceso autonómico español como de una borrachera de poder local. Excuso decir que en Valencia ni se inmutan. Excuso decirles que, a fecha de hoy, los señores conocidos como Los Albertos siguen sin ir a la cárcel existiendo una condena en firme; que el señor Polanco, después de incumplir durante cinco años una sentencia del Tribunal Supremo al final ha visto como le han cambiado las leyes a medida para que no tenga que deshacer sus pactos ilegales. Mucho que hacer, pues. Pero fue la justicia internacional la que obligó a España a que existiera la doble instancia en los procesos judiciales. Que siga la esperanza.

Pero todo esto era para hablar bien de Luis, no para hacerme el narciso. El otro día, tuvo a bien crear el premio al mejor nacionalista del año, ganado por goleada por Artur Mas Quieromás y yo les digo que lo lean, que se rían, que no sufran por aquello de que la comedia es la cara oculta de la tragedia. Como trágica es la simplicidad de su reproducción de ese bebé armado. Se trata de eso, de mantener la lucidez.

Dice Luis: "La evolución no se detiene a esperar a nadie". A nadie, nadie, nadie, nadie.


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